Superadas las dos semanas desde que disponemos finalmente, de un nuevo gobierno, soy uno más de los que no puedo evitar pensar en los retos que el futuro nos depara.
A corto plazo, esto quiere decir en las próximas semanas, hemos de ser capaces de plantear las alternativas a la UE sobre el llamado techo de gasto o el objetivo de déficit público. Y ello en una situación claramente inestable (agudizada si cabe por el resultado de las elecciones en los EEUU), y en la que ni las certezas de la situación económica que estamos viviendo en 2016 y las previsiones razonables que podemos hacer para el 2017 son muy favorables. Todo apunta a la necesidad de implantar un incremento de los impuestos que facilite mayores ingresos para el Estado… pero ¿qué impacto tendrá esta medida en una economía que ya no está para muchas alegrías?
El segundo gran problema con el tenemos que enfrentarnos es el relativo a la no sostenibilidad del sistema de pensiones y el desequilibrio de las cuentas de la Seguridad Social. Porqué ¿hay alguien que dude de que el sistema actual debe de renovarse?. Lo que acabamos de vivir este año y las previsiones más objetivas, para el futuro más cercano, ponen en evidencia que estamos muy cerca de agotar el fondo de reserva. Necesitaremos financiar las pensiones por la vía de los impuestos y esto no hará más que gravar a corto plazo el desarrollo económico. No soy capaz de visualizar cual va a ser la solución razonable para un problema que afecta a la calidad de nuestro sistema social, con un parlamento en el que no va a existir un consenso sobre este asunto….. y me pregunto ¿vamos a ser capaces de hacer algo más que dar una patada para adelante?
El tercero se refiere a la reforma de las administraciones públicas. Una reforma que difícilmente puede realizarse en una situación política como la actual que, en este ámbito, seguirá viciada (aunque con actores diferentes) de los planteamientos que sustentaron la actuación del ejecutivo en la legislatura precedente. Una reforma que pasa por medidas de “impacto” (algunas relativamente fáciles de implementar) como la desaparición del Senado (aunque ello exija una reforma constitucional) y la corrección de los privilegios de la “clase política”. Unos cambios que exigen, también, reformas más relevantes y de mayor calado relacionadas con la necesidad de situar la eficiencia, la eliminación de duplicidades y la calidad en los servicios en el centro y como motor de la actividad del Estado. ¿Va a tener el ejecutivo la voluntad y la motivación para afrontarlas?
No puedo dejar de mencionar en este momento algunas reflexiones ya formuladas por mí en esta misma tribuna e invitaros a repasarlas. En particular os invito a releer el post que escribí el 20/06/2913 titulado 5 medidas de impacto http://pauhortal.net/blog/5-medidas-de-impacto/ y sobre cuyo contenido me reitero a pesar de haber transcurrido más de 3 años después.
Ah…. Y no nos olvidemos de un cuarto “asunto” cuya relevancia no es menor. Me refiero a Catalunya. Aunque sobre él me permitiréis que no opine por lo menos en este momento, invitándoos en todo caso a leer lo ya publicado en este blog.
Recordemos que nos enfrentamos a todos estos problemas con un economía cada vez más dependiente de factores que nosotros no controlamos (turismo) y que a pesar de su crecimiento mantiene cotas de desempleo cercanas al 20%. Una economía que necesita inversión, innovarse, ser más eficiente, potenciar la exportación y crear empleo.
Para ello necesitaríamos olvidarnos de los “oportunismos” de todo tipo y exigir una visión de futuro a nuestra clase de la que ésta, hoy, no dispone. Y todo ello además «condimentado» por una estructura parlamentaria que va a verse claramente dirigida a formular planteamientos “populistas” por parte de una izquierda que precisará hacerse notar y que no pondrá las cosas fáciles.
Si a todo ello unimos el descrédito global de la política, /del la que el resultado en EEUU no es más que excelente reflejo, y las complejidades de la situación europea no soy optimista. A pesar de ello me atrevo a utilizar esta tribuna para hacer un llamamiento dirigido a instaurar, en la medida de lo posible, una etapa de sensatez económica que evite que hoy dilapidemos los recursos con los que todavía contamos y que nos permita superar las dificultades, evitar pasar del estado “reservado» al «crítico” y por ello contar todavía con perspectivas de futuro.
No se si es un sueño pero me gustaría verlo convertido en realidad.
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