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Escribí el pasado 30 de Julio un post titulado “soy un moderado”. 

En él basándome en las reflexiones realizadas por Jordi Graupera en La Vanguardia del 4 de Abril hacia referencia al cambio de actitud que muchos catalanes “moderados” hemos adoptado frente al futuro de Catalunya. http://pauhortal.net/blog/soy-moderado/

Mañana, 11 de septiembre se desarrollará un hito más en este proceso. Evidentemente en el momento en que se publica este post desconozco si la convocatoria ha tenido éxito. Es posible, incluso, que frente a las anteriores de 2012, 2013 y 2014 pueda ser considerada como un cierto fracaso –particularmente si el número de participantes desciende-. Sin embargo no tengo ninguna duda es de que el proceso, cuyo próximo hito serán las elecciones del 27/S, seguirá adelante y que en estas elecciones se obtendrá un resultado que mostrará, con claridad, que la mayoría de los catalanes estamos por un cambio radical en el esquema de las relaciones entre Catalunya y España.


Mientras tanto, como muchos otros «moderados», sigo dudando es de la capacidad de la clase política –la nuestra y la del Estado Español- para gestionar este proceso.


En mi comentario afirmaba también que seguía esperando un cambio de actitud en el conjunto de la ciudadanía del resto del estado (y específicamente de su clase política) dirigida a entender la realidad de lo ocurrido en Catalunya en los últimos 5 años. Una demanda dirigida a intentar comprender las razones por las que muchos “moderados catalanes como yo mismo” hemos cambiado nuestra actitud. Un requerimiento dirigido a plantear, proponer y negociar  soluciones de consenso.

Decía también que en mi opinión hoy ya no es posible impedir, (se ha perdido mucho tiempo y muchas opciones) que los catalanes votemos el próximo 27 de Septiembre en la llamada clave plebiscitaria y manifestemos libremente cuál es nuestra opción colectiva de futuro. Mientras tanto como persona moderada soy uno más de los que pienso que no todo esta ganado y que el trayecto no será un camino de rosas. Es posible incluso que el resultado no sea favorable (y para mí un resultado de mayoría de escaños pero no de votos lo sería) aunque no me atreva a entrever las consecuencias nefastas que esta derrota comportaría. Otra cosa es cómo habrá que interpretar los resultados y cuáles son o pueden llegar a ser los posteriores pasos. O sea la famosa “hoja de ruta”.

Respecto al concepto de moderación decir simplemente no lo entiendo no cómo un sinónimo de inmovilismo sino que, al contrario, como una posición flexible pero al mismo tiempo precavida frente a planteamientos maximalistas e ideológicos. Capaz de dar dos pasos adelante y uno atrás. Con voluntad de promover y aceptar determinados cambios cuando las circunstancias muestran que estamos en un callejón sin salida.


Y esto es lo que ocurre hoy en Catalunya. Que muchos moderados como yo simplemente hemos dado un paso adelante. Que muchos pensamos que merece la pena intentarlo. Que, finalmente, hemos puesto nuestra confianza en Artur Mas.  


Lo ocurrido en las últimas semanas refuerza, si cabe, esta posición que en todo caso es liberal, democrática y respetuosa y que defendemos de forma amable, sin rencor y sin agresividad ante las personas las personas que mantienen otras posiciones. Un ejemplo de ello se constatará, una vez más, en los actos de mañana.

Todos hemos podido constatar que lo que está ocurriendo en las últimas semanas no es más que la muestra del nerviosismo que se está instalando en el conjunto del Estado conforme se va acercando la fecha del 27/S. Y la confirmación de la incapacidad para hallar soluciones de consenso que gran parte de los “moderados catalanes” podríamos incluso, aceptar.

El problema fundamental es que estamos en un callejón sin salida. Si los planteamientos favorables al proceso salen reforzados en la convocatoria del 27/S tendremos un problema. Un problema que no se va a resolver ni de forma tan fácil ni tan rápida como muchos políticos catalanes transmiten. Si al contrario –y aunque yo no crea ni lo desee- la victoria electoral fuera de las fuerzas “unionistas” el problema también sería también muy grave. No quiero ni pensarlo.

Respecto a lo ocurrido en estas últimas semanas sólo dos ejemplos: En primer lugar la carta “a los catalanes” de Felipe Gonzalez publicada en El País el pasado 30 de Agosto. Como he escuchado recientemente lo más grave de sus argumentos no reside ni en la comparación con las situaciones alemana e italiana de los años 30 del siglo pasado ni en la referencia a la situación albanesa sino la expresión textual del último párrafo de su artículo “No creo que España se vaya a romper, porqué sé que esto no va a ocurrir, sea cual sea el resultado electoral”.

Evidentemente ni él, ni Más, ni yo mismo sabemos cuál va a ser el resultado… pero imaginémonos un resultado claramente favorable en porcentaje de votos y en escaños a las tesis independentistas. ¿Es posible, desde una perspectiva democrática oponerse a esta voluntad? ¿Creéis posible que la UE –implicada hoy con otros problemas de una máxima gravedad como es la crisis de los refugiados- no tendría interés en resolver este problema? Respecto al debate generado con posterioridad a esta carta (desde las declaraciones de Aznar hasta la carta de Nicolás Redondo publicada el día 3 de Septiembre en El Mundo),pasando por la entrevista del propio Gonzalez en La Vanguardia y el debate con Enric Juliana sobre el concepto de nación, creo que casi todo está ya dicho.

En segundo término las declaraciones y argumentos formulados por los distintos ámbitos de la “clase empresarial” catalana. Desde la declaración formulada por Foment del Treball –cuya posición favorable a las terceras vías es conocida por todos- hasta el llamado «Manifest del Far». Foment, aporta como valor añadido el mensaje de que el discurso del miedo, fundamento clave de los planteamientos del Gobierno Rajoy no aporta nada. En palabras de su Presidente “con el discurso del miedo y generando tensiones no vamos a conseguir nada”. En este punto estoy totalmente de acuerdo con él.

En el Manifest formulado por el conjunto de entidades empresariales de Catalunya no vinculadas a Foment se formula una posición de apoyo al proceso que pueda desarrollarse con consecuencia del resultado electoral del próximo 27 de Septiembre. Se reconoce el derecho a que los ciudadanos catalanes podamos manifestar nuestra voluntad sobre nuestro futuro, se reafirma el compromiso empresarial de aceptar este resultado y se formula la exigencia de que el conjunto del tejido empresarial catalán actúe con normalidad aceptando la decisión ciudadana. Una voluntad reconocida por el propio Financial Times en el que hemos podido leer recientemente que “el 27/S será de hecho un plebiscito sobre la posibilidad de que Catalunya sea un país independiente”.

Podría referirme a muchas otros de los hitos ocurridos en estas últimas semanas, empezando por el editorial de El País publicada el pasado domingo 5 de Septiembre.  No obstante, para evitar extenderme más de lo habitual en mis comentarios, quiero citar, por último, el artículo publicado ayer mismo por Antón Costas en La Vanguardia titulado «nos haremos daño». En el figura la cita siguiente «Para mí el riesgo más importante es que, aún sin desearlo, acabemos haciéndonos daño en lo más importante para una sociedad: la convivencia y el progreso social».

Habría que decirle al Presidente del Círculo de Economía, aunque él ya lo sabe, que los moderados que como yo nos hemos comprometido –cada uno a su manera, dentro de sus posibilidades, y muchas veces, incluso, a pesar de las posibles consecuencias- lo hacemos porqué simplemente creemos que vale la pena intentarlo, porqué no hemos sido capaces de encontrar otras opciones, y con la voluntad de hacernos «todos» el menos daño posible. Por ello considero que hoy el paso atrás que el propone es simplemente imposible.

Creo que ahora sólo cabe esperar un resultado democrático que exprese la voluntad de los ciudadanos en las elecciones del día 27/S y desear capacidad y criterio en nuestros líderes para gestionarla.  Una voluntad de cambio que espero se exprese en dichas elecciones, que es estrictamente personal e intransferible, que es común hoy en Catalunya a personas de todos los ámbitos sociales y económicos y que muchos la consideramos simplemente como un deber que tenemos con las futuras generaciones.