Es razonable que en los años pasados la crisis haya tenido como efecto la reducción en los presupuestos en el conjunto de las administraciones públicas. Esta reducción ha afectado fundamentalmente a las inversiones y… al gasto social.
Es posible que el estado del bienestar que construimos entre todos en los últimos 40 años del siglo XX sea una realidad que debamos de replantearnos. Desde luego los niveles de cobertura social que hemos sido capaces de crear para determinadas capas sociales no tiene parangón en la historia y no sabemos si, lamentablemente, vamos a poder mantenerlas en el futuro.
No sé si vamos a poder transmitir a las generaciones futuras ámbitos de bienestar que nosotros hemos podido disfrutar. Mientras que los niveles de cobertura social que hemos sido capaces de ofrecer a las capas sociales menos favorecidas ha sido muy importantes, esta cobertura ha sido el elemento fundamental que ha permitido mantener una determinada cohesión social. En el momento en el que las desigualdades no dejan de crecer y resulta imposible mantener los niveles de cobertura (cuando al mismo tiempo las necesidades aumentan) la cohesión social entra en crisis.
Mantener esto va a resultar difícil. El reto de hacer viables niveles de solidaridad que permitan mantener la cohesión social es uno de los grandes hitos a resolver en los próximos años. Mientras tanto los problemas siguen latentes pero están ahí.
Los programas de solidaridad se han financiado, tradicionalmente, por los impuestos de las clases medias y mediante fondos de deuda, algo que no va a poder mantenerse en el futuro. Hay quien afirma, y no le falta razón que tales coberturas aparte de representar una motivación para determinados colectivos, han supuesto disfunciones relevantes en el comportamiento de los agentes económicos y la competitividad del conjunto de nuestras economías,
Al margen de que determinados niveles de gasto sean de difícil mantenimiento en el futuro cercano, debemos plantearnos si los niveles de cobertura e igualdad alcanzados, que sin duda suponen un éxito social evidente, pueden al mismo tiempo ser insostenibles, injustos y probablemente poco competitivos.
Son muchos los que podemos estar empezando a pensar que muchos ciudadanos cuentan con niveles de protección social que finalmente les condena a una determinada exclusión social (subvencionada) pero exclusión al fin y al cabo.
Un balance adecuado de derechos y obligaciones en el estado del bienestar futuro debe de destacarse como garante del mantenimiento de un nivel mínimo de cohesión social. Probablemente sea necesario corregir determinados comportamientos individuales y colectivos excesivos que permite comportamientos probablemente cuestionables. Lo que la sociedad debe de comprender es que ante la reducción de los presupuestos sociales, también es necesario un esfuerzo para corregir las actitudes individuales inaceptables y la conciencia social al respecto de que estas actitudes no han de ser punibles.
El mantenimiento del estado del bienestar debe de asumir la exigencia de racionalidad del gasto social, no su desmantelamiento o abolición.
No podemos olvidarnos de que las necesidades serán probablemente mayores o más elevadas por lo que de un lado es necesario el compromiso social de los ciudadanos, por otra el compromiso del mundo empresarial y necesariamente será necesario arbitrar incentivos fiscales necesarios para que este compromiso empresarial resulte sostenible. La existencia de un compromiso empresarial unido a la exigencia de planteamientos de productividad y eficacia en la gestión de los recursos públicos limitados con los que vamos a contar, son los elementos clave sin nos que será imposible encontrar un balance adecuado que permita hacer responsabilidad sostenible.
Y en este ámbito considero que los criterios de prepago de determinados servicios van a ser una realidad a implantar con carácter ineludible, de la misma manera que los procesos de externalización, que comporte elementos de productividad y competencia en la prestación del conjunto de servicios.
En definitiva necesitamos hacer entre todos un ejercicio de responsabilidad, exigencia, flexibilidad y exigirnos eficiencia en la gestión de recursos.
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