A pesar de que estemos en el verano en el hemisferio norte, parece que utilizando una expresión que muchos ubicaríamos fácilmente en una serie de gran éxito, “se acerca el invierno”.
Aunque la capacidad de resilencia del ser humano sigue sorprendiéndonos a muchos, los vientos que estamos percibiendo siguen siendo fríos y amenazadores. No hay buenas perspectivas en cuanto al entendimiento entre las grandes potencias, la guerra de Ucrania sigue sin una perspectiva clara sobre cuándo y cómo finalizará, y los intentos de los poderes económicos para despejar el panorama se enfrentan a duras realidades en las que se da prevalencia a los intereses individuales frente a la solución de los problemas globales.
Y mientras tanto la realidad de la “patada a seguir” en materia económica es cada vez más constatable. El resultado es el de seguir hipotecando nuestro futuro y el de las nuevas generaciones.
Pero por miedo a abrir la caja de Pandora y crear una profecía autocumplida, los políticos se resisten todo lo que pueden a mencionar la palabra “crisis” aunque cada vez más voces advierten que la llegada de una recesión global es inevitable. Un reciente informe del Banco Mundial advierte que es posible que nos situemos en un entorno de incremento constante de las desigualdades sociales . Y el incremento de la desigualdad, tanto a nivel local como global, no augura nada bueno, ya que simplemente va a ser la mecha para que se desarrollen todo tipo de conflictos.
En la medida de que la bolsa es un termómetro de lo que puede ocurrir a corto plazo deberíamos de estar preocupados. Tras el desplome inicial y más esperable de los activos de alto riesgo, como las criptomonedas, o las startups que no han conseguido demostrar su viabilidad, le ha llegado el turno también a otros sectores más tradicionales como el financiero. Los datos del mercado laboral en EEUU que, como es habitual, es capaz de anticipar tendencias lleva algunos meses mostrando signos de estancamiento e incluso el sector tecnológico, se está enfriando. Muchas organizaciones que habían conseguido superar con cierto éxito, los cambios y efectos de la crisis sanitaria, van a tener que hacer un nuevo ejercicio de adaptación de su estrategia.
No deberíamos dejarnos engañar por algunos resultados favorables de carácter puntual. Es posible que nos acerquemos a un invierno económico que, previsiblemente, podrá extenderse por un periodo de una cierta duración, mientras no consigamos despejar o resolver muchas de las incertidumbres globales que constatamos en el horizonte. Un periodo para el que deberíamos estar ya preparándonos.
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