El Profesor de la Universidad de La Coruña Ignacio Sánchez Cámara, señala en un artículo reciente que he releído en el momento de escribir esta nota que vivimos en un contexto en el que “hay un problema profundo, que afecta a la cultura europea y occidental desde hace décadas, y que no es otro que el de su modelo moral, en el que ahora predominan el relativismo y el hedonismo”.
Paralelamente recordaba recientemente que la misma semana del pasado mes de Febrero en que nos despertábamos con la publicación en el BOE del texto de la Ley 3/2102 que denominamos de la Reforma Laboral se producían unas declaraciones de José María Aznar en las que apostaba por la eliminación del subsidio de desempleo.
Lo que verbalizaba Aznar es la imagen/visión de la sociedad extendida en ciertos sectores conservadores, según la cual nos habríamos malacostumbrado a vivir de un Estado demasiado protector. Así, las medidas de cobertura social estarían generando ciudadanos indolentes que prefieren vivir del cuento antes que buscar trabajo. Y, según esas corrientes de opinión, serían estas personas las que estarían en la génesis de la crisis, Una crisis que se resolvería cuando se corrigieran los males de una sociedad que prima o subvenciona la falta de esfuerzo, la tendencia al hedonismo. Una corriente que olvida deliberadamente a quiénes han sido los verdaderos generadores de la situación.
Según esta corriente la crisis que estamos viviendo no sería otra cosa que la consecuencia última de una sociedad acostumbrada a las satisfacciones inmediatas y a la ausencia de responsabilidad. En este análisis también podríamos enmarcar las opiniones expresadas por el Secretario de Estado de Cultura José María Lasalle cuando afirma que el síntoma básico de ese decaimiento moral reside en el hecho de que la cultura democrática actual “se haga girar exclusivamente sobre la teoría de los derechos”.
Desde postulados mucho menos dogmáticos puedo coincidir con estas últimas afirmaciones. Es significativo que hayamos definido a la etapa política del gobierno de Zapatero como “la etapa de los derechos”. A pesar de que tenemos que reconocer que en esta etapa se han puesto en marcha nuevos escenarios leales que ofrecen nuevas alternativas y posibilidades a la iniciativa y al desarrollo individual, en esta etapa hemos olvidado que en una sociedad equilibrada todos debemos de vivir con la doble perspectiva: derechos y obligaciones. Nuestra sociedad, para que resulte equilibrada, necesita también un compromiso en los deberes.
El ejercicio de la responsabilidad individual exige que cada uno asumamos obligaciones con nosotros mismos, con nuestro entorno más cercano y con la sociedad en su conjunto. No todas las obligaciones pueden descargarse en el «papá estado» porqué ni éste puede asumir tamañas responsabilidades ni es un modelo de eficiencia en su puesta en marcha.
Creo que no seremos capaces de superar la crisis hasta que no cambiemos algunos de nuestro valores ya que, lamentablemente, lo que es válido para los individuos resulta también aplicable a las organizaciones, las instituciones, y la clase política, que también, como no podía ser menos también ha hecho dejación de sus responsabilidades. El resultado final, y sigo parafraseando a José María Lasalle, es un entorno en el que “el deber se ha erosionado, el ejercicio de la autoridad se ha vuelto más frágil y en el que se ha debilitado la ejemplaridad” de las conductas de los que pueden y deben actuar como referente social. No es necesario destacar algunos ejemplos… ¿verdad?.
Ha sido la reiteración en las conductas poco ejemplares por parte de todos, la causa fundamental de la situación de crisis en que estamos viviendo. Esta claro, por tanto, que vivimos en un momento en el que es absolutamente necesario modificar los “valores” y/o “paradigmas” sobre las que hemos diseñado nuestro modelo de convivencia y de compromiso social.
En estas fechas de final de año, de reflexión, de propósitos de enmienda, de planes de futuro necesitamos darnos cuenta de que no podemos mantener el modelo actual y que todos necesitamos actuar para corregirlo. Al margen de medidas de ajuste, de racionalidad y de eficiencia, necesitamos crear urgentemente nuevos paradigmas y modelos que sustituyan a los que habíamos considerado como “reglas de oro” de nuestra existencia.
Nadie vendrá a rescatarnos si no nos rescatamos nosotros mismos. Necesitamos nuevos valores que insertar en nuestra existencia si no deseamos seguir en crisis el resto de nuestras vidas y dejar a las generaciones futuras un mundo mucho peor.
¡Feliz 2013!
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