Ha caído en mis manos recientemente un excelente artículo de Pilar Trucios publicado ya hace algún tiempo (concretamente en el número 352 de Expansión y Empleo).
En él Pilar escribe sobre las “Incoherencias de la vida y de la empresa” y nos habla sobre de la inconsistencia entre los valores reales de nuestra sociedad, y por tanto de las organizaciones, (relativismo, materialismo, nihilismo y laicismo), respecto a lo que formalmente defendemos (valores, conciliación, compromiso y diversidad).
Los conceptos de “valor” y “compromiso” tienen mucho que ver con la responsabilidad empresarial ante un “despido” no disciplinario. En un entorno en el que no existe empleo ni puesto de trabajo de carácter permanente y donde el riesgo de la perdida del puesto de trabajo, por causas no imputables a la voluntad del individuo es elevado, la Recolocación debería de convertirse en una de las herramientas que definen a una empresa “socialmente responsable”.
Actuar de forma coherente en esta materia es uno más de los elementos en los que una empresa demuestra su “Responsabilidad Social”. La Recolocación es un proceso que permite a las organizaciones atender el compromiso social de garantizar la empleabilidad de sus trabajadores, de su Capital Humano.
Sin embargo todavía pervive en nuestro entorno socio-laboral un esquema en el que se estima que ante un despido lo único que importa es el volumen de la indemnización que el profesional afectado va a recibir por lo que en muchos casos las empresas se ven presionadas o impelidas, en aras a conseguir la resolución rápida del problema, a aceptar sustituir los términos de su “responsabilidad” por un incremento de la cuantía de la indemnización equivalente al coste del Programa de Recolocación.
Por otra parte, como muchos de mis lectores saben que no se ha conseguido incorporar esta medida en la reforma laboral recientemente aprobada. En consecuencia, ya que no es una obligación legal, la recolocación es lamentablemente una forma legítima pero no razonable, ni socialmente defendible, de entender el concepto de Responsabilidad Social vinculada a la garantía de empleabilidad del capital humano de una organización.
Paralelamente la respuesta a esta “responsabilidad” viene avalada por los resultados que se consiguen con la actividad de la Recolocación. Una buena gestión de los programas de recolocación tiene efectos benéficos en lo personal (aprovechando las capacidades del individuo y haciendo de él, de nuevo, un sujeto social y productivo) y en lo económico (descargando al erario público de prestaciones y subsidios, como consecuencia de una estancia menor en situación de desempleo).
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