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En un mundo donde las organizaciones necesitan colaboradores flexibles y capaces de adaptarse a nuevas situaciones la capacidad de aprendizaje debería una de las competencias básicas a evaluar. 

Sin embargo no parece que, a menudo, las organizaciones tengan interés en conocer la capacidad de aprendizaje de los candidatos y colaboradores. En definitiva en conocer cómo, cuándo, dónde, con quién y por qué aprenden. Y ahí me atrevo a formularlos la pregunta de ¿cuándo fué la última vez que en una entrevista de trabajo os preguntaron algo así?

Respecto a la capacidad de aprendizaje he reflexionado en ocasiones precedentes en este blog y particularmente en http://pauhortal.net/blog/el-cambio-en-los-procesos-de-formacion-y-aprendizaje/ y en http://pauhortal.net/blog/como-desarrollar-la-capacidad-de-aprendizajeo/ En todo caso en un entorno laboral que evoluciona a un ritmo impensable, un mayor parte de nuestro trabajo consiste en aprender cosas nuevas. De esta forma trabajo y aprendizaje ya no suceden (como por otra parte siempre había ocurrido) en momentos o lugares distintos, sino que se producen de forma simultánea en el espacio y en el tiempo. Como argumenta Harold Jarche «hoy el trabajo es aprendizaje y el aprendizaje es trabajo». Y todo apunta a que mañana lo será todavía más.

Ahora todo es mucho más complejo y las soluciones a los problemas no son siempre evidentes. Tanto es así que en numerosas ocasiones no basta con el cerebro de una persona para resolverlos. Por eso las organizaciones adoptan fórmulas de trabajo colaborativo en red, intentan desarrollar la «inteligencia colectiva» y buscan fórmulas para aprovechar el conocimiento que existe más allá de los límites de lo ya conocido. 


Afortunadamente, en un mundo conectado no es tan importante acumular conocimiento, sino la motivación y disposición para acceder a él. 


Gracias al desarrollo de las tecnologías de la información y las comunicaciones ya no tenemos por qué guardarlo todo en nuestro cerebro. Hoy tenemos la posibilidad de acceder al conocimiento a través de la red, almacenar conocimientos y experiencias en la nube, y, lo que aun es mejor, también podemos usar la mente de otras personas como unidades de almacenaje de información y conocimiento. Todo es cuestión de saber construir y gestionar redes de relaciones que nos permitan acceder a ese conocimiento cuando sea  necesario.

Por eso hoy el aprendizaje se entiende como un proceso eminentemente relacional y no tanto como el resultado de una actividad individual. Porque en un mundo en red, en continua transformación, y donde la información es un recurso abundante, son tantas las cosas por aprender y tantos los cambios que necesitamos interpretar que difícilmente tendremos éxito actuando en solitario.

De ahí que las empresas están reenfocando sus procesos de reclutamiento (buscando personas con conocimientos y habilidades diferenciales) y sus sistemas formativos para centrarlos en la colaboración y la interrelación. Lo que les obliga a reforzar sus esfuerzos para encontrar perfiles profesionales que muestren alta disponibilidad al aprendizaje continuo y que no dejen de lado lo que algunos han llamado “inteligencia interpersonal”. Dos factores que influyen directamente en la agilidad de una organización para gestionar y asimilar los procesos de cambio.