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Creo que empezamos a ser conscientes del impacto que van a tener las nuevas tecnologías. Vivimos una revolución incluso mayor que la que supuso la denominada industrial de finales del siglo XVIII

Aunque el futuro es por definición impredecible, y al margen de otras consideraciones, si queremos avanzar debemos dotarnos de nuevas estructuras de gobernanza pública. Nuestro Sector Público está obligado a reinventarse, transformarse y establecer nuevos modelos de relación y colaboración entre sí mismo y con los diferentes actores sociales.

Debemos impulsar la reforma del Sector Público si no queremos que éste se convierta en una rémora para el desarrollo económico y social y sea capaz de dar respuesta a las necesidades de los/las ciudadanos/as. Y para ello es necesario tomar en cuenta que no podremos avanzar, en este proceso si no somos capaces de crear una estructura de directivos/as públicos profesionales independientes y alejados del “ruido” político. Su rol es clave en este proceso.

Estos son algunos de los argumentos claves que he incorporado en los anteriores post de esta serie, el primero de ellos accesible en Transformación y gestión de personas en el Sector Público – Pau Hortal  Recordemos que la revolución industrial facilitó un cambio radical en la vida del ser humano permitiendo que la riqueza se multiplicara por 150 veces y que es incluso posible que algo parecido ocurra, si antes no hemos convertido al planeta en un yelmo inhabitable, con la revolución tecnológica que hoy estamos viviendo.

Y uno de los elementos más relevantes de los cambios que vivimos hoy es el denostado criterio de globalización. A pesar de todos los frenos de carácter económico, político y ambientales la globalización exige una nueva capacidad de respuesta del sector público. Tenemos que trabajar para crear un sector público más flexible, con criterios de gestión más cercanos a los que tiene el sector privado, pero manteniendo en todo caso los principios que pertenecen a la administración pública. Su mantenimiento no puede ni debe ser incompatible con la implantación de nuevos modelos y sistemas de gestión basados en las nuevas herramientas tecnológicas.

No son momentos para disyuntivas falsas o ideológicas entre estado y mercado. Por el contrario, la construcción de entornos de colaboración entre el sector público y el privado han de ser una de las condiciones para afrontar con éxito los grandes problemas colectivos de nuestro tiempo. Aunque ello exija cambios en las formas con las que éste se relaciona con las Administraciones Públicas y dotarnos de una dirección pública profesional e independiente comprometida con el cambio. No podemos seguir gestionando “lo público” sin tomar en cuenta las necesidades de las personas.

En cuanto a los procesos de transformación resulta necesario:

  • Abordar un plan de choque de competencias digitales para los empleados públicos, tomando como referencia el marco europeo.
  • Entender que la transformación digital en la Administración Pública no es algo que afecte exclusivamente a las Unidades TIC, sino que afecta a toda la organización, a la que hay que impulsar globalmente en el marco de un proyecto transversal.
  • Tomar consciencia de que la transformación requiere un verdadero Plan de gestión del cambio, dotado de medios materiales y humanos, que dé lugar a un nuevo modelo, en el que prime la agilidad, la cultura innovadora.
  • Gestionar en dos velocidades: una para el mundo de las garantías, de la actuación administrativa, de los procedimientos, y otra para la exploración, la escucha permanente de las necesidades de los ciudadanos, la participación.
  • Dotarnos de nuevos perfiles profesionales para lo que resulta necesario aprovechar las salidas provocadas por los procesos de jubilación para no repetir los errores del pasado.
  • Superar el criterio de que necesitamos normas nuevas para resolver los problemas. Es posible poner en marcha muchos cambios, amparándose en la legislación vigente, y que éstos pueden y deben hacerse siempre que valoremos/midamos su impacto.