Tiempo de lectura: 5 minutos

Para enfrentarnos con éxito a los procesos de transformación que vivimos debemos, de entrada, intentar superar los miedos y recelos que todos los cambios suponen.

Recordemos que en el ser humano conviven permanente dos demandas/necesidades. La voluntad de cambio o asunción del riesgo (que ha resultado ser el motor de la evolución humana) y la demanda de seguridad (de conservación de lo que se ha conseguido).

En todo caso todos ya hemos percibido que vamos a tener que convivir y adaptarnos (la tercera de las características claves del ser humano) a nuevas ideas y conceptos que pueden resultar a menudo lo suficientemente novedosos o impensables hace tan sólo unos 10 años y que hoy ya forman parte de nuestra realidad como personas y/o organizaciones. Ejemplos de la transformación que estamos o vamos a vivir son: En el ámbito de la tecnología la Inteligencia Artificial y el uso cotidiano de los Robots, y en el de la economía los nuevos contextos económicos basados en lo que hemos definido (erróneamente) como Economía Colaborativa o la necesidad de implantar la Renta Mínima Universal (RMU).

Ec Brands en El Confidencial http://www.elconfidencial.com/empresas/2017-05-09/tecnologia-caixabank-watson-ibm_1283965/ se refiere a las experiencias de comunicación que nos facilita la inteligencia artificial “Hablar con un ordenador o asistente virtual, hacerle preguntas en lenguaje natural, que nos las conteste y que, al final, establezcamos una conversación. ¿De verdad sigue siendo un sueño imposible? Hace algunos años que los asistentes personales de Apple, Google o Cortana nos han enseñado que, hasta cierto punto, es posible mantener una conversación medianamente natural con un ‘bot’. Sin embargo, el registro suele estar limitado a acciones y cuestiones banales. Pero ¿y si complicamos la cosa? ¿Sería capaz un asistente virtual de recomendarnos un producto bancario o asesorarnos a la hora de internacionalizar nuestra empresa y ponernos a vender fuera? Ahora sí”.

Lo primero que en mi opinión debemos hacer al hablar de economía colaborativa (si ésta realmente existe) es distinguir entre los modelos que realmente merecer recibir este nombre, de los que simplemente se han apropiado de este término por estar basados en los nuevos formatos y las nuevas plataformas que facilita la tecnología. Marc Vidal en https://www.marcvidal.net/blog/2017/6/30/cuando-la-economa-colaborativa-no-es-colaborativa-y-cuando-regular-no-es-prohibir expone que el “error de llamar economía compartida a algo que no lo es, es…..parte del origen del problema”. Lo que ocurre es que socialmente hemos aceptado designar como economía colaborativa a “plataformas que reducen aspectos que hasta ahora eran determinantes en la cadena de valor y que eliminan en la práctica intermediarios”. Y lo pueden hacer porque la transacción se produce en un lugar llamado ‘Internet´ pero que están bajo el control de estructuras empresariales comunes al sistema capitalista y que poco tienen que ver con el concepto original de economía colaborativa.

El problema que plantean este tipo de nuevas respuestas a las necesidades humanas (porqué recordemos que existen en la medida de que son capaces de responder mejor a necesidades ya existentes o han sido capaces de dar respuesta a necesidades nuevas) es que “resulta necesario ser conscientes de que el criterio de que la regulación de las transacciones que podamos formular en la red debe de ser la misma que la que ocurre en el mundo físico es un grave error. Es probable que las regulaciones y normativas existentes y válidas para la prestación de servicios en el formato –tradicional- no sea aplicable para estas nuevas transacciones. “No es lo mismo, no hay las mismas fronteras, las legislaciones son distintas según de donde venga el último ‘bit’, las leyes de competencia son irrelevantes en muchos ámbitos y las regulaciones locales se encuentran descolocadas. Es un error considerarlo todo igual por qué no lo es”.

“Muchas de las llamadas hoy plataformas colaborativas no son más que muestras importantes de la ‘economía circular’…… No hay que prohibir nada, hay que regular. No es lo mismo. No hay que impedir algo que crece en la optimización de recursos y en la reducción de procesos. Que ofrece servicios y experiencias para el consumidor que eran impensables hace unos pocos años”. Ejemplos de ello se producen cuando el sector hotelero se plantea objeciones sobre Airbnb o cuando el sector del taxi se enfrenta con Cabify, aunque poco tengan que ver estas propuestas con el concepto de economía colaborativa.


Hoy disponemos ya de nuevos modelos económicos, posibles gracias a la tecnología, que plantean la necesidad de adaptar la regulación legal para evitar determinados abusos que se pueden generar sobre la libre competencia. 


Creo que soy uno más de los que estamos preocupados e interesados por los cambios en el concepto de trabajo que el proceso de transformación supone y a los que me he referido en repetidas ocasiones a lo largo de los últimos meses como en http://pauhortal.net/blog/el-futuro-del-empleo-ya-esta-aqui/ que hemos cambiado, probablemente, nuestro primer rechazo al concepto de RMU. El propio Marc Vidal en https://www.marcvidal.net/blog/2017/5/11/la-jubilacion-anticipada-y-la-renta-minima-en-un-mundo-automatico plantea que las líneas entre salarios, prestaciones y servicios sociales se van a ir haciendo cada vez más difusas. Hemos de tener claridad absoluta sobre “que la jubilación que a mí me toque vivir tendrá más condicionantes ‘en especies’ que en ‘cash’. La sociedad del bienestar se irá estructurando para ofrecer eso, bienestar. Dependerá de cómo se marque la hoja de ruta y de que la política abandone su maniqueísmo sobre la definición de que una Renta Mínima Universal sea de derechas o de izquierdas”…. “La condición indispensable para que un país como España logre sufragar los casi 200.000 millones de euros que costaría una prestación como esa no saldrán de un crecimiento vinculado a los sectores de siempre y con los modelos de siempre”. Necesitamos cambiar y crecer para ser capaces de asumir esta RMU y hacerlo en condiciones razonables. Otra cosa será que podamos hacerlo simplemente porque no hemos sabido transformar nuestros tejido económico y que finalmente seamos mucho más pobres.  

Sobre este tema existe es una lucha de intereses, todos ellos legítimos, pero recordemos que nuestra clase política sigue probablemente ´mirando para otro lado´ o pensando únicamente en los intereses a corto plazo. No podemos resolver nuestros problemas (desde el terrorismo a los formatos de prestación de los servicios) sin afrontar los problemas que la transformación tecnológica genera, ni mucho menos, como parece querer enfocarse desde determinadas instancias, ofreciendo ventajas legales y fiscales a los servicios ´antiguos´ frente a los nuevos.

Debemos de ser capaces de encontrar el equilibrio entre el no uso de las posibilidades que ofrece la tecnología para mantener niveles de empleo, actividades o sectores sin futuro y la puesta en marcha de nuevos procesos basados en el uso racional de la tecnología. No podemos (aunque tengamos experiencias tan nefastas como el llamado empleo comunitario) seguir pensando que no es posible, necesario ni adecuado, garantizar a los ciudadanos un determinado nivel de ingresos simplemente por el hecho de serlo, si finalmente no somos capaces de ofrecerles un modo/forma (trabajo) que les permita garantizar su subsistencia.


Siguiendo los argumentos formulados por Marc Vidal se trata de aceptar que estamos viviendo “un mundo diferente y con reglas distintas y de ejecutar un plan para que la transición a la obligatoria convivencia de dos mundos muy distintos se produzca”


“En la última década, hemos visto grandes empresas aprovechar los datos en todas las industrias a ser más eficientes, ahorrar dinero, y conectar con los clientes” Así se inicia un excelente informe publicado por la consultora holandesa DATAFLOQ al que podéis acceder en https://datafloq.com/read/7-unusual-uses-of-big-data/3381 y en el que se analizan algunas de las opciones en los que la tecnología está ya mejorando nuestras vidas. Unas realidades que pueden plantearse estrictamente en temas económicos o como mejora de los servicios que los ciudadanos recibimos del sector público. Unas posibilidades que además en cuanto son puestas al servicio de los ciudadanos resultan imposibles de eliminar. El articulo plantea entre otros temas como: Las poblaciones animales y sus migraciones, la gestión de las visitas médicas, la optimización del uso de la energía, la seguridad en los grandes espacios públicos (empezando por los ámbitos deportivos), la gestión de los servicios y suministros en las grandes urbes y la gestión adecuada de los recursos publicitarios. Un corto listado que podría ampliarse a muchos otros ámbitos y entornos como los que voy definiendo en este resumen mensual.

Una vez más recordemos que la tecnología no es más que una herramienta que nos ha de permitir hacer un mundo mejor. Pero para conseguirlo hemos de perder el miedo al cambio, dejar de mirar para otro lado sin afrontar el problema y ser capaces de establecer los criterios y regulaciones para que su implantación se realice de forma razonable y atendiendo a los intereses sociales.