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“Desde que la tecnología empezó a copar nuestro día a día, a todos nos encanta imaginar los escenarios que nos podría deparar más pronto que tarde”.

Esta frase aparece en el artículo “Revolución o humo” que Carlos Otto publicó en El Confidencial y al que podéis acceder en el siguiente link http://www.elconfidencial.com/tecnologia/2015-10-07/revolucion-o-humo-tres-tecnologias-que-podrian-cambiar-nuestras-vidas-o-no-afectarnos-en-absoluto_1045628/

El autor plantea que vivimos en un momento en el que nos enfrentamos casi diariamente a la aparición de nuevas herramientas cuyo “catálogo puede ser todo lo amplio que queramos: hologramas, inteligencia artificial, tecnologías directamente implantada en nuestro cerebro… Una especie de galería futurista que provoca tanto el miedo de los escépticos como el entusiasmo de los tecnófilos convencidos”.

También constata que como no puede ser de otro modo, muchas de estas tecnologías no acaban consolidándose ya que para ello necesitan, al margen de los elementos de innovación, mostrar atributos de utilidad, capacidad de adaptarse a las necesidades y motivaciones de los usuarios y tener un precio asumible. En todo caso y para muchas de ellas será en los próximos años “cuando descubramos si gran parte de las tecnologías innovadoras que nos vuelven locos a día de hoy pasarán a formar parte (o no) de nuestro día a día”.

Basándose en este análisis hace un repaso sobre tecnologías como la “google glass”, las casas conectadas, la Amazon Dash Button, la robótica personal y los coches sin conductor para terminar afirmando que “nos encontramos ante un escenario dicotómico: por un lado, mostrándonos alucinados ante la indiscutible revolución tecnológica que suponen muchos de estos desarrollos; por otro, debatiendo si (son) compatibles con nuestros modelos sociales, con nuestras tendencias y, también, con nuestro bolsillo”.

Coincidiendo con los argumentos formulados en este artículo estoy convencido que una tecnología no sólo tiene que ser fascinante e innovadora sino que para que termine implantándose y formar parte de nuestras vidas deben de cumplir unas determinadas condiciones.


Para que una tecnología sea finalmente aplicable debe de ser capaz de dar respuesta a necesidades reales, aportar valor, no dar miedo, no tener efectos derivados inasumibles, ser fácil de usar y estar disponible a un coste razonable. 


Todas ellas características que se cumplen en la tecnología que hemos venido en denominar big data o «internet de las cosas». No tengo ninguna duda de que finalmente estas soluciones van a terminar implantándose y modificarán sustancialmente muchas de las formas tradicionales de producción, comercialiación y prestación de servicios. Estoy convencido de su capacidad para mejorar y poner eficiencia en la gestión de muchos procesos.  Estoy convencido de que nos ayudará a transformar la información en conocimiento.

El único punto débil es su impacto en el empleo. Estamos centrados en el debate sobre los efectos que la suma de los procesos de robotización y la gestión de los datos generarán a corto plazo en el empleo. Los riesgos son evidentes. No debemos engañarnos: los procesos de sustitución en los entornos industriales ya se han iniciado y queda poco para que esto mismo ocurra en el ámbito de la gestión y de los servicios. Parece lógico pensar que se crearán nuevos empleos y nuevas profesiones pero no parece que éstas vayan a tener el volumen que compense las pérdidas precedentes.

Parece que el volumen de empleos que crearan, sin duda, estas nuevas tecnologías no serán suficientes para sustituir a los que se pierdan. Puede incluso ocurrir que se generen movimientos de “oposición” a este proceso…. Sin embargo recordemos que estamos en un proceso imparable y que no es posible “poner puertas al campo”.

Enrique Dans en un reciente post titulado «Futuros que ya están aquí» https://www.enriquedans.com/2016/05/futuros-que-ya-estan-aqui.html?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+ElBlogDeEnriqueDans+%28El+Blog+de+Enrique+Dans%29 escribe «Me encanta la ciencia-ficción. Leo y he leído mucha, he disfrutado con muchos autores y creo saber diferenciar entre ciencia-ficción y realidad. Lo importante hoy es darse cuenta de que muchas de las cosas que muchos aún consideran ciencia-ficción y cuyo análisis despachan con tres chistes y dos generalidades se han convertido ya, en cuestión de muy poco tiempo, en realidades patentes que van a cambiar la manera en que vivimos. Es el momento….. de situar de una vez lo que la tecnología ya es capaz de hacer. Todo evoluciona, incluido el escepticismo. Bienvenido sea el sano escepticismo… pero el de este siglo, no el del anterior».

En el caso del “internet de las cosas” no sé si estamos todavía “preparados”, yo mismo a veces puedo llegar a un cierto punto de excepticismo, pero si sé que no se cumple lo de “revolución o humo”.