Tiempo de lectura: 3 minutos

Hoy debemos de afrontar una serie de desafíos a los que considero que no prestamos la atención adecuada. Y entre ellos destaca, sin duda, la “injusticia laboral” con nuestros jóvenes.

Nos dedicamos a analizar los retos y los efectos de la pandemia, debatimos sobre las turbulencias que afectan a las dimensiones territoriales, constatamos la falta de acuerdo y las disfuncionalidades entre los distintos poderes del Estado y entre los líderes políticos. También puntualmente nos dedicamos al análisis de los efectos del volcán de la Palma.

Pero seguimos siendo incapaces de generar iniciativas que permitan a nuestros jóvenes dar respuesta a sus necesidades y hacer que, en justa correspondencia, adopten actitudes que den respuestas a las necesidades sociales. Seguimos siendo los primeros en los rankings relativos al fracaso escolar y a los índices de desempleo juvenil.


Seguimos sin prestar atención a esta “injusticia”. Necesitamos afrontar este problema. ¡Urge buscar soluciones!


Es un problema claramente estructural, que hunde sus raíces en factores culturales, en las ineficiencias de nuestro sistema educativo, en la estructura de nuestro tejido económico. Que tiene multitud de impactos (desde la perdida de talento que supone la falta de oportunidades, hasta el acceso a la vivienda entre otros. Un problema que no resolveremos en un ciclo político (con lo que los incentivos para afrontarlo, más allá de las buenas palabras, por parte de la clase política son inexistentes). Una realidad que requiere compromisos sociales a largo plazo. Un ámbito en el que seguimos también en la cola del resto de países de nuestro entorno.

Aunque podamos constatar en algunos entornos (como en el educativo) algunos avances los problemas sistémicos perduran y se cronifican. En este ámbito, si bien registramos mejoras y elevado considerablemente los niveles educativos (y entre ellos el porcentaje de licenciados universitarios) sigue habiendo graves problemas, desde las elevados niveles de abandono, la falta de recursos dedicados a la formación profesional, la insuficiente cuota de estudiantes en las ramas universitarias científicas y tecnológicas o el deficitario engarce con el mundo empresarial. Los niveles de desempleo, (cercano al 40%) y de precariedad salarial y en las condiciones contractuales, de aquellos que consiguen acceder al mercado de trabajo, miman gravemente no sólo sus perspectivas profesionales sino también las personales. 

No facilitan las cosas la estructura empresarial española, con una cuota excesiva de pequeñas empresas; un entorno cultura poco propicio al emprendimiento; y una oferta de vivienda que alguien ha definido como “hostil” para los intereses y las posibilidades de nuestros jóvenes. La participación pública en el sector del alquiler de viviendas es claramente inferior a la media europea y no existen políticas ni estrategias claras y a largo plazo en este ámbito.

Las consecuencias de esta situación son nefastas: en primer lugar, por supuesto, para los afectados, que no consiguen desarrollarse personal ni profesionalmente ni disfrutar de sus vidas con la plenitud que merecen, y para la sociedad en su conjunto, que no aprovecha bien su potencial, ve crecer bolsas de desafección política, agravarse la crisis demográfica y pone en cuestión las políticas sociales relacionadas con la longevidad poblacional.

Señalar y afrontar este problema no es una actitud paternalista hacia las nuevas generaciones; es una elemental cuestión de justicia social y reparto ecuánime del progreso. Otros segmentos de la sociedad que también sufren situaciones de injusticia están más presentes en el debate social. La cuestión relacionada con los jóvenes y el mercado de trabajo, lo está en mucho menor grado de lo que parece y además conviene.

En un momento en el que vamos a disponer de los Fondos Europeos de Recuperación recordemos que su disponibilidad está vinculada a dos conceptos: desarrollo verde y digital. Deberíamos de ser capaces de añadir un tercer pilar a esa arquitectura: la de encontrar una salida razonable para el problema estructural del desempleo juvenil. Es un posición que haría justicia a las demandas de las nuevas generaciones y que además minimizaría los riesgos de conflicto social que el mantenimiento de la situación actual supone.

Como reflexión final os adjunto un link a una excelente reflexión de Javier Esteban accesible en el link https://www.linkedin.com/pulse/el-origen-del-edadismo-javier-esteban/?originalSubdomain=es en la que plantea y propone la introducción de un nuevo concepto: Edadismo juvenil. Os invito a su lectura.