Tiempo de lectura: 3 minutos

Mientras estamos al inicio del verano y las perspectivas económicas siguen siendo favorables algunos  anticipan que se acerca un invierno económico, lleno de incertidumbres, que puede extenderse por un periodo indeterminado, y para el que, como hacen el resto de los seres vivos, será necesario prepararse para superarlo en el menor tiempo posible.

Este criterio que tiene validez general es sin duda aplicable a las áreas de personas o RRHH dentro de las organizaciones.

Si una de las evidencias que tenemos en este ámbito es la tener argumentos sólidos, objetivos, y convincentes basados en datos y evidencias que respalden las iniciativas y proyectos que desarrollamos en el área en momentos de vacas flacas queda poco margen para la poesía

Aunque siempre deberíamos de estar en ‘beta permanente’ ahora más que nunca es buen momento para revisar la estrategia de personas y ver cómo ésta puede colaborar en la superación de los retos organizativos. Se trata de ir más allá de proporcionar soporte a unas demandas orientadas a responder a las urgencias inmediatas. Debemos dotarnos de una visión a medio plazo que no destruya lo construido, y anticiparse a las tendencias de futuro, para dar respuesta a las demandas de un colectivo humano que espera alternativas o soluciones a los problemas concretos y acuciantes que se plantean en un escenario de alta complejidad.


Supone encontrar las respuestas a aspectos menos glamurosos, pero igual de relevantes, como: el impacto de la inflación en la retribución, la seguridad psicológica en un entorno de mayor presión, la contracción de los recursos disponibles e incluso la urgencia en reestructurar las plantillas.


Ante las presiones, es hora de mantener las cosas simples y construir una estrategia de recursos humanos ‘minimalista’ que no añada ni más coste ni mayores complejidades. Hay que encontrar maneras de destilar lo esencial y concentrar la energía en mantener, aunque se con una velocidad más reducida, los proyectos clave para salir reforzados cuando pase la tormenta. Sobre todo, porque las iniciativas que realmente valen la pena muchas veces requieren inercias de larga duración sin las que no es posible consolidar los cambios culturales que su adopción supone. A modo de ejemplo todo lo referido a la gestión en base a datos y evidencias objetivas.

El tiempo pasa volando y la última crisis financiera del 2008 es, para muchos equipos directivos, únicamente un recuerdo un tanto borroso. Con la brutal excepción de la pandemia, para muchos de ellos una parte significativa de su carrera profesional se ha desarrollado en entornos de crecimiento económico. Incluso los más jóvenes habrán llegado a alcanzar posiciones directivas habiendo conocido únicamente este escenario. Tendríamos que ir a finales de los 70 para encontrar un escenario similar de ‘estanflación’ al que parece que nos dirigimos.

Hoy nos enfrentamos a una presión creciente por los resultados a corto y nos vamos a enfrentar a un ‘momento de la verdad’ en la que las competencias de liderazgo serán puestas a prueba. Desde el área de personas debemos de trabajar para construir y apoyar los nuevos liderazgos, evitar la desconexión entre los diferentes niveles organizativos y generar dinámicas más colaborativas y participativas. La crisis del COVID, a pesar de todos los desastres que ha conllevado, también ha servido para poner sobre la mesa la idea de revisar la manera en que trabajamos permitiendo algunos cambios que nos parecían antes imposibles, como convertir en algo normal y habitual el trabajo en formato híbrido. En situaciones de crisis es comprensible que la atención se dirija a lo urgente y que mucha de la energía disponible se emplee en tratar de controlar los incendios que surgen dentro de la organización.


Por ello, en estos momentos, es importante dejar espacio en las agendas para mirar más allá de lo inmediato. cultivando la capacidad de resilencia de las organizaciones.


Lo que implica, al margen de atender las necesidades del día a día, mantener siempre abierta la vía de la exploración, saber qué ocurre más allá de nuestras propias fronteras y continuar apostando por la innovación. Nunca se sabe de dónde vendrá el nuevo producto, servicio o mejora organizativa que puede marcar la diferencia y asegurar nuestra supervivencia. Dependerá de nosotros seguir avanzando en construir un mejor futuro, aunque haga un poco más de frío.

Un futuro que, entre otros elementos, va a depender de la capacidad de percibir las necesidades y motivaciones de las personas que nos rodean o en las que impactan nuestras acciones. Los líderes destacan, entre otras, por tener un sexto sentido para captar acertadamente estas realidades. También por la capacidad de comunicar adecuadamente las acciones que realizamos y las razones que las impulsan.

“Cada ola que rompe en la orilla le dice a la siguiente, que detrás viene otra más”. Así comienza la canción Every breaking wave, de U2. No escuchar ni medir bien el tamaño de la ola ni su profundidad es el mayor peligro que organizativamente podemos asumir.