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Decía en un post reciente titulado “¿Cómo estamos de ánimo? que“a pesar de todos los anuncios realizados, a pesar de que muchos tenemos expectativas de que las cosas vayan a mejorar, nuestro estado de ánimo sigue siendo manifiestamente mejorable.

Si realmente el estado final de la economía es el resultado de millones de decisiones individuales no lo veo claro.

Mi post http://pauhortal.net/blog/nuestro-estado-de-animo/ terminaba con la afirmación siguiente “es probable que nos encontremos en la parte baja de la L es posible que estemos iniciando la línea horizontal, es posible, como alguien con mucho mas conocimiento económico que yo mismo me comentó en estas fiestas de navidad, que la parte baja no sea inclusive horizontal y que la imagen final pueda llegar más a parecerse a la de una conocida marca de material deportivo».

Mientras tanto los ciudadanos demandamos claridad y compromiso por parte de nuestros líderes y optimismo por parte de los medios.

Hoy quiero apuntarme a la creciente demanda social de un cambio de actitud tanto de nuestra clase política como de los medios de comunicación, dirigido a no buscar culpables (no mirar para atrás) sino a hacer un esfuerzo extra para entender la realidad de los problemas y para enfocar las posibles soluciones. Por ello me sumo a las demandas de:

  • Que nuestra clase política lance mensajes transparentes: Los ciudadanos estamos agotados y cansados de una clase política que sigue más preocupada por sus propios intereses a corto plazo que por realmente gestionar los problemas. Los ciudadanos demandamos explicaciones, limpieza de las conductas corruptas y eficiencia en la gestión de los recursos públicos. En nuestra crisis se han solapado circunstancias internacionales con nuestros propios problemas estructurales (endeudamiento privado, modelo educativo, estructura administrativa, sistemas de protección pública etc) que requieren todavía muchas medidas drásticas hoy a cambio de posibles beneficios futuros. Un equilibrio difícil. El riesgo de las soluciones “populistas” esta ahí y no creo que sea lo que nos conviene.
  • Búsqueda y aplicación de soluciones factibles y gestionables. Muchos de nuestros problemas pueden resolverse, si existe voluntad por parte de todos, con medidas relativamente simples y fácilmente consensuables. Un ejemplo: el sistema de pensiones donde, como muchos de los técnicos saben, mantener el sistema de capitalización (público, privado o mixto) es claramente insostenible. ¿Por qué insistir en una propuesta que no es ni lógica ni alcanzable?. ¿Por qué insistir en el mantenimiento del poder adquisitivo de las pensiones?. Simplemente para garantizar los votos de los actuales jubilados a una determinada opción política.
  • Reconocer que determinados niveles de prestaciones y coberturas sociales no pueden ser financiados si no hay crecimiento económico a largo plazo. Los derechos sin responsabilidades no existen. Si los gastos del sistema de prestaciones sociales siguen creciendo (lo que es una evidencia en situaciones de crisis) o estos bajan o generamos mayores ingresos para sostenerlos y ello sólo es posible con crecimiento económico.
  • Aceptar, paralelamente, que existe una demanda legítima de protección social. Para una parte de la población, el mero hecho de alcanzar la educación superior puede volver a resultar un reto casi inalcanzable. Estamos volviendo a un contexto que tiende a ser mucho más parecido a los años 50 y 60 que a los que hemos vivido en los años anteriores al 2008. Una sociedad funciona cuando funciona el ascensor social. Y para ello es fundamental arbitrar sistemas que favorezcan este proceso al mismo tiempo que crear estructuras y sistemas de responsabilidad social. Es evidente que las condiciones económicas del entorno familiar pueden volver a ser muy relevantes para la posición personal y el éxito laboral futuro. No debemos olvidar que, por ejemplo, volvemos a vivir casos de malnutrición infantil como no vivíamos desde el final de la guerra civil.
  • Ruptura del principio que exige el mantenimiento de intereses cerrados de determinados colectivos e imponer medidas que se han mostrado con éxito en otros entornos. Realmente la mayoría de los ciudadanos pensamos que no hemos hecho ningún tipo de reforma real en el conjunto de las administraciones públicas más allá de las de contención del gasto en salarios. Antes de no hacer nada, por no afectar a intereses creados o de reinventar la rueda con medidas simplemente cosméticas pongamos a revisar lo que no funciona, esta duplicado o es ineficiente. Como consecuencia de la crisis los cambios no sólo han de afectar al sector privado sino también al público.

Estos principios pueden ser debatidos y a buen seguro que existen otros muchos a añadir. Pero los mismos deberían estar por encima del debate político.

Por último, si la actual crisis fue en cierto modo evitable ya que se basó fundamentalmente en comportamientos erróneos, poco vamos a poder hacer en España frente a una situación internacional que se mueve en dirección contraria a nuestros intereses cuando además empezamos a vivir una nueva crisis: la demográfica. Una crisis que no se manifestará de forma brutal y a corto plazo pero que hará notar sus efectos de forma constante y paulatina en los próximos años.

Realmente… ¿estamos haciendo algo para cambiar la situación? o como mínimo para enfrentarnos a los retos que tenemos por delante.