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Hoy toca reflexionar sobre el futuro. Y para ello, a pocos días que se celebre la edición del año 2020 os propongo revisar los textos relacionados con los debates que el WEF realizó en la reunión este año. 

De entre todos los relacionados con el ámbito del futuro del trabajo y el empleo quisiera destacar un texto de Alex Gray accesible en el link https://es.weforum.org/agenda/2019/01/que-significaran-los-proximos-20-anos-para-el-empleo-y-como-prepararse/ en el que se hace un excelente análisis sobre el impacto de la robotización y la inteligencia artificial en el empleo en el futuro (próximos 5 años)

Este post es un análisis personal basado en el texto citado. Un texto que parte de un criterio que muchos pueden incluso considerar discutible, pero que se sustenta en el criterio de que el desarrollo tecnológico no tiene por qué suponer, en el futuro, impactos negativos en los niveles de empleo. Aunque si tenga un impacto a corto plazo. Un análisis que se fundamenta en el hecho de que en 2018 el nivel de desempleo mundial cayó a 5,2 %, el nivel más bajo en 38 años. Una situación que converge con el hecho de que los empleos existentes tengan como característica que éstos tienen unas condiciones de mayor flexibilidad que los que existían en el periodo previo a la crisis y a la gran revolución tecnológica que estamos viviendo


En otras palabras, el desarrollo de la robótica y la inteligencia artificial, y el  mantenimiento en el futuro de niveles de empleo similares a los que tenemos hoy no tienen porqué que ser mutuamente excluyentes.


Bajo estos «parémetros» o fundamentos conceptuales la posición del WEF podría resumirse en los criterios siguientes:

  • Los procesos de robotización e inteligencia artificial terminarán generando mayores volumenes de empleo que los existentes hoy.
  • Seguiremos teniendo un problema de encaje entre la oferta y la demanda de empleo, con lo que es necesario que adaptemos los procesos formativos y de cualificación a las nuevas necesidades.
  • Los nuevos empleos se generarán en entornos y estructuras laborales distintos a los formatos más tradicionales,  (plataformas, trabajos por proyectos, etc).
  • Esta nueva realidad comportará drá modificaciones sustanciales en los sistemas y paradigmas laborales vigentes desde el inicio de la revolución industrial.
  • El cambio tecnológico será permanente y constante lo que exigirá una nueva actitud laboral en las personas dirigida al aprendizaje permanente durante toda la vida.
  • A medida que las nuevas formatos y formas laborales se extiendan las ciudades participarán activamente en esta “guerra de talentos” compitiendo para atraer a estas nuevas fuerzas laborales.

Las soluciones propuestas para afrontar estos retos pasan por:

Repensar y rediseñar los formatos tradiciones de educación y aprendizaje:

Mientras que el cambio implica el aprendizaje permanente disponemos de unos sistemas de formación y aprendizaje que se adaptan a los cambios muy lentamente y funcionan con métodos totalmente ineficientes para este nuevo contexto. Debemos construir un sistema educativo para el aprendizaje permanente, y una cultura que lo promueva. La reconexión del sistema debe comenzar en la propia educación infantil, gratuita y obligatoria, mientras que la educación debe seguir siendo igualmente accesible durante toda la vida laboral,

Promover cambios legales adaptados a los nuevos entornos laborales:

Los datos son constatables. Hoy ya el 20% de la población activa en los EEUU desarrolla actividades que podríamos denominar como ‘trabajo independiente’. Los Gobiernos y las instituciones sindicales tienen la obligación de atender a las demandas de estos nuevos trabajadores generando entornos que faciliten la inclusión social aceptando u facilitando plataformas y entornos favorables a su desarrollo y a su protección y poniendo en marcha políticas gubernamentales que no desalienten el trabajo independiente, incluido el trabajo autónomo, pero que ofrezcan las coberturas sociales adecuadas. De hecho McKinsey estima que en 2025 (dentro de 5 años) este tipo de realidades laborales podrían sumar 2,7 billones de dólares al PBI mundial, y comenzar a mejorar muchos de los problemas recurrentes en muchos entornos, y al mismo tiempo favorecer la mayor participación de la mujer y reducir la desigualdad de género.

Modificar y adaptar los sistemas de protección social:

Nuestros sistemas de protección social (contribuciones sociales, asistencia médica, seguro de desempleo y jubilación) se crearon en un entorno diferente (era industrial) y son ineficientes ante las nuevas realidades, lo que exige buscar e implementar nuevs fórmulas adaptadas a la realidad de hoy. Y ello va a implicar necesariamente la puesta en marcha de una Renta Mínima Universal (RMU o RBU) y una acción conjunta en la que participen todos los actores implicados, (desde las instancias internacionales, los gobiernos, organizaciones sindicales, colectivos sociales e individuos).


La historia nos muestra que los procesos de transformación (hasta ahora denominados revoluciones industriales) han supuesto impactos negativos a corto pero positivos a medio plazo. ¿Va a ocurrir lo mismo ahora?.


Desde una perspectiva optimista no tendría que ser diferente con el proceso que ahora estamos viviendo. Cabe esperar que esta cuarta revolución industrial provoque cambios que lleven al ser humano a un desarrollo impensable hace tan sólo 2 generaciones y que si somos capaces de superar el reto del cambio climático pueda, finalmente, generar un crecimiento cuyos efectos sean beneficiosos para el conjunto de la humanidad.

Está en cada uno de nosotros, como ciudadanos individuales pero también integrantes de un mundo interconectado,  ayudar a crear las condiciones para que el resultado final no sea una catástrofe sino sólo un nuevo entorno en el que la humanidad siga siendo el actor principal de su propia existencia. Un reto clave que todos deberíamos tener presente para este nuevo año 2020 que mañana empezamos a vivir.