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¿Por qué fracasan las reformas laborales en nuestro país?, o ¿por qué ninguna de las tres que se han aprobado en los últimos quince años han logrado que dejemos de ser los primeros en el ranking de desempleo, a pesar de ser el país que más crece de las grandes economías de la UE? y ¿Por qué, mientras tanto, la estabilidad efectiva del empleo sigue dejando que desear?

Las cuestiones que planteo en el párrafo anterior están inspiradas y alineadas con las que Javier Esteban se formula en un artículo publicado en linkedin titulado “la espiral del fracaso” y accesible en https://www.linkedin.com/pulse/la-espiral-del-fracaso-javier-esteban-ofmcf

En el post accesible en https://pauhortal.com/asignaturas-pendientes-en-la-gestion-de-nuestro-mercado-de-trabajo/ señalo que “desde 1976 hemos vivido/sufrido 7 reformas laborales en España. Creo que son más de las necesarias ya que resulta muy complejo sacar conclusiones sobre su impacto en la economía y el empleo”. En todo caso esta situación no es más que la consecuencia de un concepto que vicia a menudo nuestro marco legislativo. A saber: la creencia que nos lleva a pensar que problemas se resuelven con nuevas regulaciones normativas.


Aunque las políticas laborales se dirigen a tratar aspectos diversos finalmente su calidad y validez se centran en atender a las necesidades de contratación de las empresas y organizaciones y en facilitar el acceso al empleo del mayor número posible de ciudadanos.


En otras palabras, la tasa de desempleo es la referencia clave para evaluar la eficacia y eficiencia de una determinada política de empleo.

Mientras tanto: Seguimos manteniendo una cultura laboral en la que siguen presente elementos que corresponden a un periodo autoritario, nos va bien pero mantenemos un contexto económico basado en el turismo y los servicios, no hemos sido capaces de reducir el impacto de las Pymes y las Microempresas, y manteniendo una estructura de gestión del empleo que tiene muchos elementos de mejora. Todos ellos aspectos que siguen condicionando muchas de las actitudes con las que los sucesivos gobiernos y los interlocutores sociales han afrontado, en cada momento, la realidad de nuestro mercado de trabajo y el duro camino de pasar de un entorno centrado en la rigidez a otro en el que debía de imperar la flexibilidad.

Seguimos conviviendo con la maldición de ocupar los primeros lugares de desempleo del conjunto de la UE. Hoy a pesar de que estamos en un momento económico muy favorable seguimos manteniendo tasas de desempleo superiores al 11%. Y estamos muy satisfechos cuando nuestra tasa de desempleo es solamente el doble de la media europea. Aunque deberíamos de poner en cuestión la equivalencia en la medición del desempleo entre los diferentes países nuestra posición de liderazgo se mantiene. La paradoja es la que es probablemente la más adecuada para nuestra realidad y que “según algunos criterios macroeconómicos, no debería de reducirse mucho más si no queremos que resulte ser la expresión de otra serie de problemas”.

“La relación entre macroeconomía y empleo parece desafiar el sentido común y la tasa de (desempleo) estructural es otro de los ejemplos más destacado de ello» Aunque el desempleo pueda reducirse por debajo de un determinado nivel que está condicionado por las características específicas de una determinada estructura económica, esta reducción podría tener efectos perversos ya que conllevaría un incremento de los precios, un aumento de los costes laborales unitarios y una pérdida de los niveles de productividad. De ahí que muchos especialistas afirman que el pleno empleo se alcanza, con carácter general, cuando tenemos niveles de desempleo situados en el 4% (recordemos que en la UE en este momento el nivel está cercano al 6%) mientras que para nosotros lo sitúan en el 8%.


La conclusión más racional es la de que deberíamos de ocuparnos no tanto de reducir los niveles actuales de desempleo sino ocuparnos de las variables microeconómicas de estos datos.


Es decir, centrar más y mejores esfuerzos en la mejora de la gestión y en buscar las mejores medidas para el en el tratamiento y la reducción del desempleo estructural o de larga duración (jóvenes, mujeres, personas inmigrantes, desempleados con antigüedad superior a 1 año, mayores de 55 años). Un colectivo que en total ya supone la mitad del total de desempleados.

¿Cómo se afronta esta situación? Y ¿Qué hacer para salir de esta disyuntiva? Una economía con una tasa de desempleo que pretende seguir reduciendo debería afrontar probablemente cambios en los modelos productivos, pero también reformar sus sistemas de gestión. Conviene recordar, de nuevo, que muchos cambios normativos no son siempre la receta más adecuada y que a menudo incluso pueden llegar a ser contraproducentes.

Las políticas laborales deberían de pensarse e implementarse tomando en cuenta nuestra estructura económica, la heterogeneidad de nuestro tejido colectivo y la presencia de los colectivos que conforman el desempleo estructural. Es por ello por lo que sería necesario implementar medidas que -sin precisar de cambios normativos que no parecen ni necesarios ni posibles en este momento-, probar su impacto y corregirlas en su caso y no esperar a hacerlas como por otra parte siempre hacemos, cuando nos aprietan los cinturones. Quizás sería el momento de actuar e implementar y una vez validados los cambios convertir los pilotos en realidades objetivas consolidadas. Creo que no es necesario significar que nuestra cultura actual se basa en planteamientos y dinámicas totalmente contrarias.

De forma reiterada han sido muchas y diversas las voces que, desde el Banco de España, Caixabank Research, FEDEA, o el Servicio de Estudios del BBVA las que han puesto foco en esta cuestión, con propuestas que van desde mejorar la formación de los trabajadores, reformar las políticas activas de empleo o cambiar las condiciones de las prestaciones por desempleo para incentivar la voluntad de reinserción de los desempleados.

Termino estas reflexiones refiriéndome de nuevo a los argumentos formulados por Javier: “Si me preguntáis a mí, diré que, más allá de las declaraciones políticas, aquí también hay de un choque con viejas recetas económicas que en su momento tampoco dieron los resultados esperados. Y al ejemplo de la reforma del PP me remito. A lo mejor hay que cambiar el ‘chip’, superar una dialéctica caduca y repensar las soluciones el empleo en España desde una óptica tan revolucionaria como sería guiarse por los datos y no por la perezosa excusa de las ideologías