Hace unas semanas tuve la oportunidad de asistir a un debate sobre la percepción que hoy tenemos sobre los nuevos conceptos organizativos y la evolución vivida en los últimos años.
Un debate entre María Jesús Salido (http://proyectospersonaspasiones.blogspot.com/) y Dolors Reig (http://www.dreig.eu/caparazon/) en el que se centraron en el análisis de las organizaciones en red y las comunidades de práctica. El tema, el conocimiento y el estilo de las ponentes incrementaron tanto el interés como la participación.
Uno de los aspectos más relevantes del debate se centró en las nuevas competencias que vamos a tener que incorporar en lo que yo me atrevo a denominar como “nuevo concepto de talento”. Hay personas que, en todo caso, cuestionan si estamos asistiendo a la presencia de nuevas competencias o son las que conocemos, aunque su significado se haya modificado. Más que construir una lista de competencias y definiciones, creo que lo relevante en este momento es reflexionar sobre cada uno de los elementos motores de esta evolución. A modo de ejemplo en el debate se planteó una reflexión sobre la relación entre participar y cooperar.
Hoy, gracias a la tecnología, el concepto de participación como motor de voluntades y como impulso para el uso de las competencias personales empieza a estar superado. Cuando “participamos” actuamos/intervenimos en un entorno predeterminado. Cuando cooperamos decidimos entregar algo de nuestro propio yo a otras personas para construir juntos algo nuevo y que consideramos mejor.
Participar y cooperar no son lo mismo, aunque comparten muchas cosas. La diferencia está en que la cooperación implica un compromiso mucho mayor que la participación. Hoy necesitamos cooperar.
Es por eso que en una comunidad de práctica no es suficiente con que las personas participen, es necesario cooperar. Y lo mismo sucede con las organizaciones en red. Tomo el ejemplo clásico y que se puede considerar el embrión del concepto organización en red: las organizaciones matriciales. A quien haga un ejercicio de memoria le será posible encontrar la disfunción de muchos organigramas matriciales: las personas participaban en la actividad de la organización, pero no cooperaban realmente entre ellas.
Este cambio es lo que está modificando el mapa de competencias y la comprensión que de bastantes de ellas tenemos. Por ejemplo, la competencia «trabajo en equipo” deriva hacia “orientación hacia la colaboración”. Trabajar en equipo es algo que va a seguir siendo necesario saber y querer hacer. Pero cuando nos planteamos trabajar en equipo visualizamos al grupo de personas formalizado con el que compartimos el logro de un objetivo y del cual nos sentimos parte integrante. Por lo tanto, el concepto equipo lleva implícita la existencia de fronteras respecto a otros equipos o áreas de una organización.
Y aquí radica la causa de la presencia de otros carencias como “transversalidad”, “visión global” e, incluso, las relacionadas con el liderazgo. La colaboración incluye el concepto equipo, pero sin fronteras. Toda la organización, y no sólo el propio equipo, son un espacio para usar la competencia y aportar el propio talento.
Si volvemos a hacer un ejercicio de memoria, hace algunos años también fue difícil aceptar que el teléfono móvil era un instrumento de trabajo necesario para muchas de las funciones y de los puestos de trabajo de las organizaciones. Y lo mismo pasó con los portátiles y que decir del correo electrónico. Yo personalmente recuerdo haberme manifestado expresamente contrario a los mensajes de texto….
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