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Al inicio del último mes de este año, algunos de los peores presagios sobre lo que podríamos vivir como seres humanos se están cumpliendo incluido el conflicto de Ucraina.

A pesar de que hemos conseguido superar los peores momentos de la pandemia los problemas crecientes de desigualdad social siguen profundizándose generándose volúmenes de desempleo elevados, una fractura social cada vez más evidente y el incremento de la exclusión social.

Sólo debemos recordar que en nuestro país seguimos con niveles superiores al 12% en la tasa de desempleo y que casi la mitad de estas personas cumplen dos condiciones que les llevan claramente al borde de la exclusión social: Son mayores de 50 años y pueden ser considerados como desempleados de larga duración (más de 12 meses seguidos en esta situación).

Las clases medias y los asalariados han entendido la gravedad de la situación y se han aplicado a un sobreesfuerzo enorme con el fin de garantizar la supervivencia del sistema de bienestar: trabajan más, cobran menos, gastan menos y cumplen con creces su parte del contrato que sustenta nuestra convivencia. También han establecido grandes consensos a favor de los valores y han enviado a las clases dirigentes mensajes clarísimos, ofreciendo su disposición con el fin de conjurarse en la defensa de las necesidades colectivas. Sin embargo, al margen de las buenas palabras e intenciones la receptividad a estas demandas por parte de los poderes económicos, políticos (incluidos en algunos casos los sociales) ha sido prácticamente nula.

Mientras que algunos optimistas (entre los que me incluyo) esperábamos que el impacto de los cambios en los procesos productivos sumados al de la crisis sanitaria nos haría tomar consciencia de lo que es realmente valioso y comportaría un cambio de actitud en nuestros dirigentes, la realidad nos muestra que ni hemos sabido aprovechar las oportunidades, ni…. al contrario, estamos dando claramente pasos hacia atrás. Lo ocurrido recientemente en la cumbre del clima es la expresión objetiva de que seguimos sin afrontar de verdad los problemas que tenemos y desaprovechando las oportunidades que se ponen en nuestro camino.

Y el escenario de batallas políticas estériles, centradas en intereses cortoplacistas, y sumidas en una falta de consenso para afrontar e intentar resolver los graves problemas con los que nos enfrentamos, no augura que, a corto plazo, vaya a corregirse la situación. Al contrario, todas las previsiones tanto a nivel estatal como internacional apuntan en una dirección contraria.  Nuestros líderes políticos tienden a seguir con sus batallitas cada vez más incomprensibles, perdiendo credibilidad en la percepción de los y las ciudadanos/as y actúan con el único objetivo de garantizarse una continuidad después de las próximas contiendas electorales. Siguen por tanto sin dirigir sus esfuerzos en la solución de los problemas de todos aquellos a quienes teóricamente representan. 

Ya sólo esperan que con el paso del tiempo las cosas vuelvan a ser como antes. Y no lo serán. Porqué habremos perdido mucho de lo que teníamos en el camino. Muchas empresas van a quedarse en la cuneta, el volumen de personas en desempleo permanente van a seguir creciendo, los niveles de exclusión social se harán cada vez más relevantes, nuestros jóvenes deberán de buscar alternativas profesionales fuera de nuestras fronteras, los servicios públicos seguirán siendo claramente ineficientes y mejorables.

La responsabilidad de los líderes es enorme. Es posible que consigamos salir de la situación compleja en la que vivimos, pero no sólo seremos más pobres y diversos en el sentido de desiguales, sino que, habremos consolidado algunas fracturas muy difíciles de coser y reparar. Finalmente habremos creado una sociedad más dual que se va a mover a dos velocidades, con derechos y perspectivas de futuro radicalmente diferentes en función del origen de los ciudadanos. Y, por el contrario, habremos desperdiciado la ocasión de reintroducir en la política algunas actitudes que parecía que la crisis acabaría poniendo en valor, como hacen cada día miles de ciudadanos en la esfera de la solidaridad y la cooperación. Otra oportunidad perdida.

No hemos sabido aprovechar las oportunidades o en otras palabras acabamos de desperdiciar una nueva oportunidad.