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Recordemos que hoy, el compromiso y la lealtad están cada vez más centrados en el propio individuo.

Un individuo que aunque, apoyándose en su entorno, está cada vez más motivado y comprometido con su propia individualidad e independencia. Vivimos en un momento de grandes cambios, donde todo es híbrido, líquido y volátil. Donde todo es cambiable y movible en términos de creencias, compromisos y lealtades, (sexo, pareja, ideologías, creencias religiosas, etc) con la probable única excepción de la vinculación emocional con un determinado club deportivo.

Pues bien, en este contexto, la lealtad con una organización a través de una vinculación profesional o simplemente la de consumidor es hoy puntual, abstracta y fácilmente cambiable y/o modificable. El reto para los profesionales de Capital Humano como para los responsables de marketing es mayúsculo.


Sin embargo existe un ligamen inconsciente pero poderoso entre los individuos y las organizaciones para que hoy, en un contexto de ruptura actual de muchos de los paradigmas que han fundamentado la relación empresa-empleado, seguir preservando los elementos claves que fundamentan al criterio de lealtad.


No podemos ni debemos olvidar que el ser humano es un sujeto social. Y que ésta es la característica que fundamenta el desarrollo del ser humano desde su aparición en el planeta tierra. Recuerdo en este momento la reflexión relativa a que para un animal herido el futuro es únicamente la muerte, mientras que el ser humano es el único capaz de ayudar a los otros seres con lo que una herida o una enfermedad, no lleva implícita la muerte.

La relevancia de esta característica social es la que explica el desarrollo del ser humano desde su aparición en el planeta. Como seres humanos la integración en una comunidad nos proporciona un sentido especial de identidad. Esta integración nos proporciona sentido de nuestra existencia, define cómo vivimos, con quién nos relacionamos, que expectativas vitales podemos tener e incluso nos ofrece protección en momentos de necesidad.

Si esta vinculación desaparece, la identidad se pierde. Para las organizaciones esta comunidad de lealtades proporciona empleados entregados, flexibles, cooperativos, dispuestos a hacer un esfuerzo extra cuando es necesario ya que ninguna de las dos partes está interesada en romper el pacto. Unos criterios que, probablemente, también definían las relaciones entre aquellas y los clientes/consumidores.

El problema reside cuando incluso en las organizaciones que pueden asegurar un marco de estabilidad la desconexión entre las fuerzas del entorno y sus propias dinámicas internas ha hecho que muchos profesionales pierden su motivación para el crecimiento y el desarrollo personal. Una tendencia más, que lleva a éstas a buscar recursos en entornos laborales más flexibles y que explica incluso el fenómeno que denominado “gran dimisión”, hemos empezado a vivir en los EEUU y que ha llevado a millones de profesionales a desvincularse de las organizaciones a las que estaban unidos para iniciar nuevos caminos. Un proceso que, estoy convencido, que se trasladará a Europa, si no está ya entre nosotros.

Las dos fuerzas básicas que han actuado, tradicionalmente socavando las organizaciones corporativas tradicionales son el cambio continuo y la diversidad. Hoy a estos dos factores se une el de la indisciplina individual que muestran las nuevas generaciones. Mientras tanto, las organizaciones que decidan afrontar un problema (del que depende probablemente su subsistencia) van a verses obligadas a cambiar los elementos claves de su propia cultura. Mientras que tradicionalmente se han estructurado internamente para la permanencia de un orden o sistema fundamentado en la creencia de que las personas van a cooperar con los propósitos organizativos hoy este principio se está resquebrajando. Aunque no sabemos dónde nos llevará lo que percibimos es que ni la garantía de permanencia en la relación ni la posibilidad de castigo actúan como frenos ante esta crisis del concepto de lealtad.

Un concepto que ha cambiado radicalmente.  Los líderes organizativos y las áreas de marketing y de capital humano tienen hoy que tratar con el mismo problema (aunque con materiales diferentes). Hace algunos años la implicación (lealtad) era muchas veces incondicional, hoy lamentablemente puede incluso no llegar a existir.

Aunque sea un elemento clave que todas las organizaciones deberían de cuidar.