A los y las profesionales en pleno siglo XXI se nos exige un compromiso constante y permanente con nuestra trayectoria profesional.
Un compromiso dirigido a mantener, desarrollar y adaptar nuestra identidad profesional, nuestras competencias y habilidades para seguir siendo empleables (interés personal) y aportar el máximo valor posible a nuestro entorno profesional (interés organizativo).
El desarrollo de nuestra propia empleabilidad exige hoy:
Visión a medio/largo plazo:
Lo que implica una mirada estratégica sobre todo lo que ocurre a nuestro alrededor. Lo que supone tener la curiosidad y la motivación para estar al tanto de todos los procesos de cambio e innovación que se producen en el entorno profesional.
Estado de “alerta” permanente:
El desarrollo profesional hoy y en futuro es una carrera lineal para toda la vida. Se vuelve líquida, se transforma y; solo la capacidad de estar en permanente proceso de aprendizaje nos va a permitir sobrevivir y superar los nuevos contextos. De ahí la relevancia de crear un personal de aprendizaje (EPA) acorde a nuestras necesidades actuales y de futuro.
Vocación y compromiso:
Las organizaciones precisan de profesionales y directivos capaces de pasar a la acción, que sepan vivir la adaptación al cambio permanente como una oportunidad. Sin miedo que les paralice. Orientados a la estrategia, con foco, efectivos, productivos, con el hábito necesario para perseverar en el resultado esperado.
Liderazgo, colaboración e inteligencia emocional:
Hoy es preciso saber trabajar en red de forma ubicua y atemporal. No podemos olvidar que navegamos en un mercado global. Saber dirigir y motivar equipos en red será fundamental. Los directivos han de dotarse de la inteligencia emocional para manejar a sus equipos y capaces de desarrollar una resiliencia extrema
Capacidad de innovación y de asunción de riesgo:
Se nos va a valorar también por nuestra capacidad de innovar; de captar o idear nuevas tendencias para nuestra empresa o negocio, por ser capaces de visualizar nuevas oportunidades.
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