Por una serie de circunstancias he estado en las dos últimas semanas participando directa y personalmente en dos de los partidos de la “final a 4”. Me refiero, evidentemente con esta frase a los enfrentamientos Barça/Madrid.
Estuve la pasada semana en Valencia asistiendo a la final de la Copa de España que como todo el mundo conoce finalmente ganó el Madrid. Más allá del resultado futbolístico, de que sea socio del Barça desde hace ya unos cuantos años, y de que, aunque puede extrañar, el futbol no sea mi deporte preferido, lo más relevante para mí del evento fue la del contexto social en el que se produjo el acontecimiento. Una final Barça/Madrid o Madrid/Barça en Valencia tiene “morbo” por sí misma.
Esta semana tuve la suerte además de ver “in situ” el primer partido de la semifinal jugado en el Bernabeu. Nada que decir aparte de que como todo el mundo sabe aquí fue el Barça quién derrotó al Madrid. Aunque el espectáculo futbolístico no fuera una maravilla estoy francamente contento como aficionado y como “cule” con la victoria del equipo que fue simplemente por la victoria y que no se dedicó simplemente a especular. ¿Podemos aplicar alguna enseñanza en términos de estrategia empresarial?.
Aunque todo en la vida es cíclico, y en el deporte no puede ser de otra manera, siento que mis amigos “madridistas” tengan la obligación de defender cosas que son francamente poco defendibles. No sé durante cuánto tiempo el buen aficionado que es capaz de felicitar a Messi por su excelente partido en el 2/6 de la liga de hace un par de años (si no me equivoco) puede aceptar tal tipo de planteamiento.
Creo haber escrito en mi blog que la estrategia de Mouriño de la semifinal del año pasado con el Inter (venía de un victoria por 3/1 en el primer partido) me había parecido excelente con el objetivo de “pasar la eliminatoria”. No creo que esta estrategia sea la correcta para este año. En todo caso reiterar que escribo este comentario hoy Domingo 1 de Mayo (prometo escribir sobre la EPA y la situación del mercado de trabajo en los próximos días) cuando todavía no se ha disputado el partido de vuelta del martes. Espero no tener que arrepentirme.
He escrito recientemente, al referirme al concepto de fidelidad y la necesidad de potenciarla en los entornos organizacionales, que todos somos muy flexibles y cambiantes, que somos capaces de cambiar de casi todo, excepto de club del que somos aficionados, (por cierto me ha resultado significativo que tanto en Expansión como en el País hayan aparecido, esta misma semana, artículos en este mismo sentido).
Yo no sé si el Madrid continua con esta filosofía no voy a tener que modificar mis planteamientos. Simplemente permitirme terminar esta nota, aunque sea con un giro un tanto radical, manifestando mi sorpresa sobre lo que he vivido en ambos escenarios.
La asimilación que determinados colectivos hacen de los colores blancos de un club deportivo con la bandera española me parece, lo siento, sorprendente y francamente inaceptable. Para que luego se extrañen, del anuncio en una entrevista en la Ser del President Pujol, en el sentido de que votó positivamente en el referéndum informal sobre la independencia de Catalunya.
A lo mejor también esto es algo que tendríamos que reformar, algo que necesita algunos cambios para permitirnos, si es posible, un nivel de convivencia aceptable para todos.
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