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Hace pocas semanas escribía en la nota titulada “vivir peligrosamente” que no supimos trabajar cara al futuro y responder a los nuevos retos. 

Decía que nos faltó un buen diagnóstico, un buen plan de acción, y una voluntad de comunicación trasparente. Terminaba afirmando que probablemente ya sabemos lo que debemos de corregir y que esperaba que tuviéramos la voluntad y la capacidad de hacerlo.

Creo que en ella me olvidé de hacer mención al concepto de falso criterio de igualdad en la línea de lo recientemente planteaba en una excelente “carta al director” en la Vanguardia, el lector Miquel González, (8-8-2103). En su carta titulada “igualdad made in spain” plantea, aunque en otro ámbito, la necesidad de cambio de un concepto de igualdad que se ha establecido parece sólidamente en nuestra mentalidad y que “presenta peculiaridades que la hacen distinta a la de cualquier otro lugar. Si la comparamos con los países nórdicos, como Finlandia, ellos hablan de igualdad de oportunidades, por eso poseen un sistema educativo excelente que garantiza a todos sus ciudadanos las mismas oportunidades de salida”.

Sigo con la referencia “En cambio, nosotros, al no valorar la formación, ni la experiencia, ni el esfuerzo, lo que buscamos es la igualdad de resultados, es decir, una igualdad a la llegada y no a la salida. Por eso no importa si se trabaja o no, o si se contribuye más o menos al bien común, lo único que cuenta es que todos seamos iguales a final de mes”.

Deberíamos ser conscientes de las contradicciones de este modelo que ha inspirado, lamentablemente, muchos de los esquemas de funcionamiento social y no sólo los referidos al modelo de gestión educativa.  Lamentablemente, no hemos tenido en cuenta que “este modelo es antinatural ya que no existe ningún sistema que funcione así, quizá por eso aquellos que ya lo probaron antes, como los llamados países socialistas, que castigaron la creación de riqueza y despreciaron la formación y el trabajo argumentando un supuesto equilibrio social, hundieron a sus naciones en una mediocridad que acabó por hacerlas desaparecer”.

Si no queremos “vivir peligrosamente” y salir con fuerza de esta situación deberíamos también probablemente modificar nuestro “falsos criterios de igualdad”.