Tiempo de lectura: 3 minutos

Tengo previsto dedicar algunos de mis próximos comentarios a un tema que se esta convirtiendo en recurrente en todos los discursos políticos en los últimos tiempos. Se trata de la capacidad emprendedora, de la creación de empresa, de la independencia profesional, en fin de la posibilidad de potenciar esta alternativa como un medio de salida de la crisis.

Supongo que en la mente de nuestra clase política este tema tiene un interés evidente. Cuando acabamos de vivir un proceso de desertización industrial, que lamentablemente no ha terminado (sólo hace falta pasearse por alguno de los polígonos industriales cercanos a Barcelona para constatar lo que ha ocurrido), cuando los “brotes verdes” que anunciaba Zapatero no aparecen por ninguna parte, cuando estamos todavía en la fase destructiva de empleo (no lo dudéis llegaremos a los 6M de desempleados) la salida, aunque sea simplemente retórica o simplemente publicitaria es simple. Debemos potenciar, impulsar y favorecer la capacidad emprendedora.

Ahora bien, la grandes preguntas son: ¿es esto posible? y ¿cómo se hace? y las siguientes que surgen son: ¿tenemos un sistema educativo que favorece la generación de emprendedores?, ¿nuestra cultura social es favorable al espíritu emprendedor?, y por último existen los impulsos sociales e institucionales para dar apoyo a estas iniciativas. Creo que las respuestas a todas estas preguntas son más que evidentes y van necesariamente del no a “queda mucho por hacer”.

Una de las cualidades que creo definen mi propia personalidad es la de ser un emprendedor, una persona con inquietudes y alguna dosis de creatividad que doy lo mejor de mi mismo en las fases de lanzamiento de proyectos, productos y soluciones. En el día a día tiendo a aburrirme. Soy por tanto una buena referencia para todos aquellos que deseen iniciar procesos vinculados a lo que yo llamo la “independencia profesional” término que me parece mucho más apropiado. De entrada decir que esta es una cualidad innata. Se nace o no se nace con esta cualidad, de la misma forma que se es extrovertido o introvertido.

Indudablemente todo puede apoyarse con un buen sistema educativo y unos incentivos adecuados. Sin embargo opino que ni nuestro sistema educativo esta preparado para desarrollar esta competencia ni nos hemos dotado de los incentivos sociales y culturales para su consolidación.

Aunque es evidente que los grandes proyectos han nacido muchas veces en un garaje y sin ningún tipo de incentivo externo, más allá de la voluntad y la motivación de sus creadores, parece lógico pensar que si se diseñasen e implementasen una serie de acciones (educativas, sociales, administrativas y económicas) sería posible favorecer el surgimiento de iniciativas emprendedoras.

Mientras tanto es bueno generar debate, es razonable pensar que la reforma educativa que esta planteándose llevar a cabo el gobierno tenga como uno de sus objetivos éste, pero al mismo tiempo serían necesarias medidas a corto plazo como:

Mejores instrumentos de financiación a emprendedores e incentivos para las aportaciones de capital a las microempresas.

-Una gestión de las obligaciones fiscales que facilite la financiación complementaria de los emprendedores. Por ejemplo condicionar el pago del IVA al efectivo cobro de la factura.

Reducir al mínimo posible los costes sociales inherentes a la contratación de empleados.

-Facilitar el acceso de las microempresas a los concursos públicos normalmente diseñados para las grandes corporaciones.

Necesitamos desarrollar el espíritu emprendedor de nuestros jóvenes y luego facilitarles apoyo para la puesta en marcha de sus proyectos. En caso contrario vamos a perder un par de generaciones que o bien simplemente «no aportarán valor social» 0 la harán en otros entornos a través de la inmigración. No nos podemos permitir el lujo de perder todo este talento al margen de la nula rentabilidad de la inversión que todos hemos hecho en su formación.

Tenemos una gran responsabilidad en ello y no creo que estemos todos haciendo lo suficiente para evitarlo.