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En 1895, en Londres se creó el empleo denominado «red flager»  dedicado a controlar la velocidad máxima a la que podía circular un vehículo a motor.

Eran profesionales provistos de una bandera roja que iban por delante de cada uno de los incipientes vehículos de motor que empezaron a circular por las calles del municipio londinense. Unos puestos que, se crearon como respuesta a las presiones ejercidas en el Ayuntamiento por el grupo de presión que suponían los conductores de caballos. ¿Os suena?

El resultado final es conocido por todos.

Creo que todos tenemos la certeza sobre cuál será el final del proceso que acabamos de vivir en nuestras grandes ciudades. Un proceso que se va a desarrollar en repetidas y continuadas batallas, que hoy parece haber finalizado con la victoria de una de las partes (victoria parcial en todo caso) pero en la que los ganadores deberían de tomar en consideración que el gran enemigo, y al que muchos consideramos imposible de derrotar, no es otro que lo que ya empezamos a denominar como conducción autónoma. En otras palabras, los vehículos sin conductor.

A finales del siglo XIX parece que las personas estaban muy preocupadas por los efectos de la retirada de los carruajes, tirados por caballos y que la conducción humana podía llegar a ser un desastre. Una posición, evidentemente condicionada por la presión de los conductores de carruajes que consideraban que la tracción mecánica ponía en peligro sus puestos de trabajo.

Volvamos al siglo XXI. La OCDE ha formulado la hipótesis de que en España vamos a perder 3M de empleos en los próximos años, como consecuencia de los procesos de digitalización y la irrupción de la inteligencia artificial. Marc Vidal en https://www.marcvidal.net/blog/2017/9/21/espaa-perder-3-millones-de-empleos-en-iez-aos-y-est-por-ver-cuantos-crear afirma que no tomar en cuenta esta posibilidad, a la que me he referido en repetidas ocasiones como en http://pauhortal.net/blog/transformacion-e-impacto-en-el-empleo-2/  es una “irresponsabilidad que asusta o de un desconocimiento muy preocupante. La creación de empleo tal y como se presenta hoy en día es de aurora boreal. La dependencia aritmética para sujetar la buena marcha de la economía radica en un empleo precario, inestable y de poco valor añadido, (…) La nueva economía genera (a corto plazo) poco empleo al compararlo con modelos tradicionales porque no es fácil la coexistencia entre lo digital y lo analógico”

Es posible que en el futuro todo termine adoptándose y que, las nuevas tecnologías terminen creando nuevos puestos u oportunidades laborales. Puede incluso que haya determinados entornos –países- que ya estén asumiendo, reflexionando, proponiendo y legislando para que este proceso se desarrolle con los menores efectos colaterales posibles. Vivimos en un momento de cambio en el que podemos constatar como ya se está en determinados países proyectando, planteando y legislando para liderar un futuro que será sin duda robótico o digitalizado.


De forma claramente indescriptible los países que rozan tradicionalmente de los mejores estándares en la gestión del empleo, son los que con más interés se están enfrentando a estos problemas. 


Mientras tanto otros, entre los que parece nos encontramos, seguimos estamos mirando para otro lado.

Prosigo con el mensaje de Marc “Quién considere que obligando a mantener el empleo manual dónde sea factible sustituirlo por un robot, un automatismo o, sencillamente, software por la vía sindical, legal o administrativa se va a amortiguar el problema se equivoca y demuestra que no conoce de que va esto de la economía de mercado. Si no se sustituye algo que produce menos, más lentamente y con errores sistemáticos por algo que produce más, más rápidamente y sin errores, la capacidad competitiva (de quien lo haga (sea empresa privada u organización del sector público) será nula”. Desde esta perspectiva la solución dirigida a mantener artificialmente los empleos mediante subvenciones no es más que un parche que no hace más que agravar los problemas a medio/largo plazo al mismo tiempo que favorecen dinámicas no razonables ni eficientes e incentivan actitudes y comportamientos que pueden llegar a ser calificados como corrupción económica.

Todo va muy, muy rápido. Incluso mucho más de lo que parece y de lo que estamos percibiendo. Según McKinsey, más del 70 por ciento de las tareas realizadas por los trabajadores del sector de los servicios alimentarios y la hostelería podrían ser llevadas a cabo por máquinas ahora mismo. Existen la tecnología y la capacidad técnica para llevarlo a cabo. En la industria manufacturera, casi el 60% de las tareas en trabajos de mantenimiento están en riesgo. Hasta el 50% de las tareas en la industria de servicios podría estar automatizada actualmente. No es el futuro. Es lo que ya está ocurriendo hoy.

Si las previsiones de la OCDE son ciertas (y recordemos que a menudo se muestran como válidas, aunque con un tono incluso conservador) vamos a tener que poner en marcha soluciones imaginativas para ofrecer oportunidades laborales o de empleo a muchos ciudadanos.


Lo que puede llegar a suponer que nos tengamos que plantear la necesidad de ofrecer rentas de subsistencia al 25% de la población activa en el conjunto de todos los países más desarrollados.


En otras épocas este problema, se resolvía, con un conflicto bélico, pero ésta no parece ser la solución en este momento, en otras razones porque un conflicto de esta naturaleza pondría en peligro al conjunto de la especie humana. Nos enfrentamos a un reto muy importante, en el que está en riesgo el estado del bienestar, por lo menos en las condiciones con las que lo hemos vivido en los últimos años.