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Nos enfrentamos a un reto muy importante en los ámbitos del empleo. Un reto que plantea si lo que tenemos el riesgo de pérdida del estado del bienestar, por lo menos en las condiciones actuales.

Con esta reflexión finalizaba el primero de los post de esta serie accesible en http://pauhortal.net/blog/empleo-y-nuevas-culturas-laborales-i/ y cuyos argumentos podríamos resumir afirmando que lo que tenemos que reconocer es que la transformación radical a la que estamos asistiendo en todos los ámbitos de nuestro entorno nos sitúan ante un escenario diferente en materia de empleo.

Unas reflexiones que están evidentemente en el sustrato de las motivaciones que nos han llevado a impulsar (con profesionales procedentes de diferentes ámbitos) el proyecto de la FUNDACION ERGON, www.fundacionergon.es del que tenéis información en el post http://pauhortal.net/blog/fundacion-ergon-tiene-el-empleo-futuro/ y en el video accesible en https://www.youtube.com/watch?v=1YKE22dNajs Un proyecto que tiene como único objetivo reflexionar, analizar y proponer medidas y acciones sobre el futuro del empleo.

En esta misma línea argumental os propongo acceder al contenido de un post de Enrique Dans accesible en https://www.enriquedans.com/2018/06/gig-economy-versus-economia-de-la-explotacion.html en el que incide en el problema que estoy intentando describir. Afirma Enrique: “Era una noche lluviosa de viernes de un mes de mayo inusualmente lluvioso en Madrid. Salí de una clase a última hora, pasadas las diez de la noche. Pasé por el garaje, me subí en el coche, y salí conduciendo a María de Molina con intención de doblar la esquina de la calle Serrano como hago todos los días. También como todos los días, pasé por delante de los restaurantes que hay (en la zona) y entonces, los vi. Eran unos siete u ocho repartidores de (comida rápida o comida a domicilio) con sus motos o bicicletas, todos esperando fuera de los restaurantes, bajo la lluvia”

“(Los) locales (no tienen espacio o) ningún tipo de soportal o cornisa que les proteja de la lluvia, y la imagen me pareció penosa, como auténticos perros mojados esperando fuera bajo la lluvia. Una visión que cambió muchas de las percepciones que tenía sobre el tema. Por bien pertrechado que vayas, esperar así fuera de un restaurante y conducir una moto o una bicicleta bajo la lluvia tiene que ser cualquier cosa menos agradable, y me pareció prácticamente una afrenta a la dignidad. Si además lo haces sin ningún tipo de contrato, sin asegurar, sin derecho a vacaciones, a descansos regulados, a bajas por enfermedad o a beneficios sociales, la situación (….) deja de tener la bonita imagen emprendedora y la pátina de los negocios disruptivos, y pasa a ser otra cosa: pura y dura explotación”.

“Se ha escrito mucho sobre (las condiciones de trabajo de estos profesionales). Puedes utilizar estos servicios para pedir comida o para otras cosas, pero si hablas con el repartidor cuando llega a tu casa y le preguntas cuántas horas lleva trabajando y cuánto va a ganar, te das cuenta del (retroceso) inaceptable en lo que deberían ser las condiciones de trabajo de un ser humano, una auténtica afrenta a la dignidad”. Solamente una de las compañías que menciona Enrique en su artículo, y que están en la mente de todos, les ofrecía, unas condiciones que podían ser asimilables a un empleo regulado laboralmente.

Aunque a día de hoy ya se han dictado resoluciones administrativas a favor de las condiciones laborales y de empleo de estos trabajadores parece lógico pensar que éste no ha de ser el modelo de la nueva cultura laboral del futuro, ni que sea el formato más adecuado para la que se ha venido en denominar como economía colaborativa. Esto es simplemente explotación. 


No debemos mezclar conceptos. Lo que describe Enrique no es más que una realidad que supone una explotación laboral que muchos pensábamos que no volvería a producirse en pleno siglo XXI. 


Y, ni mucho menos, ser un referente para los nuevos modelos laborales que se deriven de los procesos de transformación que estamos viviendo. Creo que nadie puede poner en duda que, a menudo, resulta conveniente detenerse y analizar lo que ocurre a nuestro alrededor. “Si alguien trabaja para una compañía, lleva a cabo algo que se parece a una jornada de trabajo normal y recibe unos ingresos razonablemente constantes (…) esa persona, por mucho que a la compañía no le venga bien interpretarlo así, es un trabajador, y debe recibir el tratamiento que corresponde (a esta) condición”. Y el número de horas o las actividades complementarias o no a la prestación del trabajo que desarrolle la persona no deberían ser, en ningún caso, elementos relevantes para poner en cuestión este principio.

Unos planteamientos que Marc Vidal analiza en https://www.marcvidal.net/blog/2017/10/19/la-combinacin-ideal-millennials-viejenials-y-big-data “Una masiva ingesta de conocimiento, sumado a las herramientas que permiten gestionarlo, nos equipan para repensar nuestro empleo, nuestra vida y nuestras relaciones (….) la automatización, la robotización, la inteligencia artificial y la gestión de esos datos masivos son retos ineludibles, pero también lo será el modo en el que las personas se vinculen a ese universo digitalizado al extremo donde el ser humano no debe ser un pasajero, sino el conductor”. Mientras que la flexibilidad y la capacidad de adaptación al cambio es un valor muy interesante y, en muchos casos, una buena propuesta de valor en la economía y una de las condiciones para que el progreso pueda desarrollarse, no podemos (en pleno siglo XXI) construir esta flexibilidad basándonos en la desprotección, la consolidación de situaciones irregulares, o la pura explotación que nos retrotrae a situaciones vividas al inicio de la revolución industrial.

El progreso debe ser progreso para todos, encaje o no encaje esto en la cuenta de resultados. Siguiendo una vez más a Enrique “Entre la llamada gig economy y la pura y dura explotación hay una línea, y no es tan fina como algunos quieren hacer ver” Una línea que pone una vez más en cuestión la capacidad de nuestros líderes para anticiparse a problemas o situaciones que está claro que tarde o van a tener que afrontar. Probablemente deberíamos de elegir, de una vez por todas, a políticos menos preocupados por los resultados electorales a corto plazo y decididos a no actuar únicamente de ´apafuegos´. Necesitamos políticos con la motivación y la voluntad de afrontar los problemas con los que nos enfrentamos.

Y esta demanda es perfectamente trasladable a la exigencia de mayores niveles de responsabilidad en determinadas decisiones empresariales muchas veces únicamente basadas en la obtención de resultados a corto plazo y un mayor compromiso de los ciudadanos y consumidores en el uso/compra de bienes y servicios.