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En el ámbito laboral lo que ha hecho la pandemia ha sido acentuar tendencias que ya vivíamos a finales del 2019 y situarnos ante la evidencia de la fragilidad y vulnerabilidad del modelo que estamos construyendo.

El impacto de la pandemia se ha centrado fundamentalmente en los sectores “tractores” de nuestro modelo económico, “hostelería, comercio y turismo”. Lo que tiene grandes implicaciones, positivas y negativas. Positivas porque nos sitúa frontalmente ante la fragilidad del modelo y negativas porque ya tenemos la certeza de que, a pesar de las tensiones para la vuelta a la normalidad anterior, los daños ocasionados al empleo serán irreversibles. No debemos olvidad, también, que el mayor impacto lo han recibido empresas y organizaciones muy pequeñas y tremendamente vulnerables en términos financieros y de mercado.


En este nuevo contexto las empresas y organizaciones deben dejar de mirar solo en los resultados económicos y en el corto plazo y velar más por los intereses de su entorno.


Por otra parte los consumidores hemos también modificado nuestros comportamientos de compra. A modo de ejemplo: las organizaciones deben ampliar sus propósitos asumiendo que su supervivencia no debe de estar únicamente centrada en la mera maximización del beneficio de los accionistas a corto plazo y por tanto, adoptar comportamientos y actitudes cercanas a eso que algunos han denominado capitalismo social. Es importante destacar también la relevancia del impacto en el conjunto del Sector Público que también debe de asumir su cuota de “responsabilidad social”.

Hemos de ser conscientes de que el impulso y las ayudas económicas no pueden ser indefinidas en el tiempo y que, conforme este va transcurriendo, todos empezamos a ser conscientes de que el riesgo de supervivencia de determinadas empresas y/sectores es muy cuestionable. ¿Hay que seguir prestando esas ayudas? En cualquier caso hay que procurar que estas ayudas sean eficaces y eficientes y no acaben dando apoyo a lo que se va venido en denominar «empresas zombis» que terminarán por desaparecer en cualquiera de los casos.

El incremento de las desigualdades en la distribución de la renta y la riqueza en las economías avanzadas es una tendencia que se viene observando desde hace ya casi veinticinco años. Mientras que, en la crisis del 2008/2012, las personas que recibieron un mayor impacto fueron las que menos habían contribuido a su génesis, hoy ocurre algo similar. Quienes están perdiendo opciones para volver a tener un empleo son  los jóvenes y los profesionales de baja cualificación del sector servicios.

Debemos de empezar a plantearnos cómo podemos afrontar este problema, algo que no sólo podemos hacer mediante incentivos directos sino modificando esquemas estructurales. A saber: tiempo de trabajo, reparto de tareas, creación de nuevas actividades, etc.

Son temas que ya deberían de estar en la mesa de debate.