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Estamos ya superando un invierno «especial» centrados en el debate de si vamos a tener o no gobierno y cual será su composición, mientras nos olvidamos de que seguimos con un conjunto de graves problemas estructurales en materia de empleo. 

Una situación que debemos de abordar si o sí.

Mientras tanto los mensajes del gobierno en funciones siguen estando centrados en intentar destacar lo mucho que estamos creciendo y las buenas cifras en materia de empleo. Y mientras tanto somos muchos los que pensamos que es el momento de plantearse la necesidad de una «nueva ruptura». Una situación que, sobre todo en materia económica y de empleo, no se resolverá de forma automática por la posible llegada de Sánchez a la Presidencia del Gobierno.

Antes de exponer mis argumentos confirmaros que para la redacción de este post me he permitido revisar lo que sobre esta problemática he estado escribiendo desde allá el lejano 2009.

Leo en un post del año 2009 titulado “Desempleo y Crisis” http://pauhortal.net/blog/desempleo-y-crisis/ la referencia a las afirmaciones de Ramon Tamames al hilo del denominado Plan E puesto en marcha por Zapatero al inicio de su segundo mandato (creo que muchos lo recordareis)  “el plan.es un proyecto publicitario, que está creando empleo pasajero, porque no es nada productivo, Estamos saturados de polideportivos y de otros centros similares”.  Repaso también lo que escribí en una revisión de este post del año 2013. Decía, por ejemplo, que en materia de mercado de trabajo nuestra situación sólo se resolvería con cambios profundos en nuestra economía productiva presuponiendo que, en ese momento, ya no tenía sentido referirse al concepto de “brotes verdes”. http://pauhortal.net/blog/desempleo-y-salida-de-la-crisis-version-2013/.

También releo lo que escribí en febrero del 2011 http://pauhortal.net/blog/politicas-activas-y-nuevo-marco-sobre-agencias-privadas-de-colocacion/ que “con niveles de desempleo próximos a los 4,5M de desempleados no cabe duda que las políticas activas para el empleo tenían que repensarse, y que era absolutamente necesario introducir en este ámbito elementos de competitividad que son comunes en nuestro entorno y que, por otra parte, muchos estábamos reclamando desde hace muchos años”

Y el último (escrito en diciembre del 2013) bajo el título “Desempleados o parados” http://pauhortal.net/blog/desempleados-o-parados/ “En las últimas semanas nuestro gobierno ha emprendido dos vías de comunicación relevantes. De una parte la relacionada con los mensajes de salida de la crisis y de otra la referida a la potenciación de la emprendeduria con vía natural de solución al problema de empleo en que estamos ya instalados”

Hoy creo que nadie pone en duda que la mejora de la actividad económica y de la situación del empleo (tremendamente discutible por otra parte) depende fundamentalmente de una coyuntura favorable a nivel internacional. Por mi parte constato que, no hemos hecho la gran mayoría de los cambios estructurales que realmente necesitábamos, aunque algunas cosas se hayan hecho bien. Con independencia de lo que ocurra en las próximas semanas éste es lo peor que podrá achacarse a medio plazo a la legislatura 2011-2015…. el haber disfrutado de un gobierno que «ni lo intentó».

Es lamentable y nadie debería de alegrarse por ello. Probablemente será una legislatura que se recordará como aquella en la que se perdió la oportunidad para plantear y llevar a cabo alguna de las grandes reformas estructurales que este país necesitaba.  

Durante estos años hemos sufrido los embates de la crisis, hemos seguido internacionalizando nuestra economía, hemos hecho un ajuste brutal en el gasto público (eso sí centrado en la periferia del Estado y en las políticas sociales), hemos conseguido un incremento de la productividad basada en la reducción de los salarios, y hemos sido incapaces de enfrentarnos ante el crecimiento imparable de la desigualdad social que se sitúa, hoy, en niveles probablemente similares a la de los años 60 del siglo pasado. Lo dicho, muy poco para todo lo que deberíamos de haber hecho.

La coyuntura internacional y nuestra situación geográfica nos resulta muy favorable. Ello favorece al sector de los servicios, al turístico y probablemente también al de la construcción (todos ellos con un peso relevante en la generación de empleo pero de baja calidad). Mientras tanto es significativo que no seamos capaces de mantener nuestro reducido tejido industrial que, como estamos constatando por noticias aparecidas en los medios en las últimas semanas, sigue reduciendo sus volúmenes de empleo que hace que las posibilidades de una recuperación económica que impacte sólidamente en los niveles de ocupación son mucho mas reducidas

El problema del empleo en el sector industrial es muy grave y se debe, al margen de factores coyunturales (crisis, desplazamiento de estructuras industriales a otros entornos geográficos, etc) al proceso de digitalización en los procesos que reduce de una forma drástica la participación humana en la elaboración de bienes y servicios.

Para constatar esta afirmación es suficiente revisar los datos que he recogido de un informe reciente elaborado por el Col·legi d´Enginyers industrials de Catalunya. En el se afirma que mientras que la destrucción de empleo en el periodo 2007-2013 fue de 2,9M de empleos, los derivados de ciclo económico (crisis) sólo fueron 1,2M. O lo que es lo mismo 1,7M se perdieron derivados de procesos de digitalización (0,7M en el sector servicios y 1M en el sector industrial).

Debemos de tomar consciencia de la situación real en la que nos encontramos. Durante las crisis iniciadas desde los años 70 se afirmaba que en nuestro país eran necesarios crecimientos del PIB superiores a la media europea para crecer en empleo. Pues bien, ahora nos encontramos con que a pesar del crecimiento de la productividad y del PIB no estamos creando empleo y además el que creamos es francamente de baja calidad.

Este proceso no hace sino reforzar la polarización salarial y la dualidad de nuestro mercado de trabajo (entre trabajadores fijos y temporales, entre trabajadores seniors y jóvenes) y por tanto es la base del crecimiento de la desigualdad social y de la desaparición de un parte relevante de las llamadas clases medias.

Seguimos viviendo con una grave problema en materia de empleo que no resolveremos “sin hacer nada” y confiando exclusivamente en las coyunturas internacionales favorables, nuestra posición geográfica, y una probable «reforma» de la reforma laboral. 

Es posible que estemos saliendo de la crisis, puede llegar a ser cierto que los datos macroeconómicos indican que vivimos en 2015 un crecimiento del PIB de los más elevados de la UE. Sin embargo es una certeza la de que si no se producen cambios estructurales más profundos, que no se han producido y siguen lejanos a ser planteados y ejecutados este proceso será estrictamente coyuntural y por tanto fuera de nuestro control. 

Respecto a los cambios estructurales en materia económica creo que hay un amplio consenso sobre la necesidad de realizar una reforma real de nuestro sistema educativo dirigida a preparar a nuestros jóvenes para competir mejor en el mundo en que vivimos, medidas que impulsen la reeindustrialización y la internacionalización de nuestra actividad económica mediante fórmulas e impulsos financieros apropiadas, el impulso a los procesos de emprendimiento, innovación y digitalización desde esquemas menos burocratizados y cercanos a la realidad. Por último cambios sustanciales en la gestión del empleo y de las políticas activas dirigidas a casar «de verdad» la oferta con la demanda de empleo.  

Por cierto me he permitido revisar también un post publicado en Junio del 2013 que titulé “cinco medidas de impacto”. Decía en este post: http://pauhortal.net/blog/5-medidas-de-impacto/ que eran medidas con suficiente impacto «para ayudar a cambiar algunos de los paradigmas que tenemos instalados en nuestra cultura social”. Porqué no debemos engañarnos. El cambio y la solución de nuestros problemas en general -y la del empleo en particular- sólo serán posible si hacemos una determinada «ruptura» en alguno de los modelos sociales y culturales en los que vivimos. Veamos estas medidas:

En el ámbito educativo:

Un salario social (vinculado al rendimiento escolar) a ofrecer a los estudiantes de formación profesional que acreditasen no alcanzar un nivel mínimo de renta familiar, dirigido a reducir el fracaso escolar y a potenciar la formación profesional. La segunda; un cambio radical en la estrategia de doblaje que quizás comportase incluso la obligatoriedad de exhibir en la televisión todas las películas y series en versión original subtitulada, con el objetivo de cambiar la dinámica relacionada con el nulo conocimiento de idiomas en nuestro país.

En el laboral:

Dos medidas también muy simples y de relativa fácil ejecución (la primera ya figuraba en el post indicado aunque la segunda es nueva). En primer término: vincular la percepción de la prestación de desempleo transcurrido un determinado periodo (6 meses) a la realización de trabajos en el ámbito social, comunitario o público. La segunda: poner en marcha un sistema de gestión en las políticas activas de empleo que evite que un desempleado sea “tratado” por diferentes operadores con el objetivo de ahorrar costes y poner eficiencia en estos procesos.

En la administración pública:

Medidas simples de alto impacto y socialmente admisibles como la de reducir, en un plazo de tiempo razonable (dos años), en un 15% los costes de todas las administraciones públicas excluyendo inversiones y prestaciones sociales. Y (aprovechando otras reformas que van a ser necesarias llevar a cabo en nuestro marco constitucional) la de generar un proceso que permitiera homogeneizar los procesos y periodos electorales tanto a nivel nacional como en el ámbito de la UE, con objeto de racionalizar y poner eficiencia en los mismos.  

La política de “laisser faire, laisser passer” no es la mejor ni la más adecuada para resolver el problema endémico del factor trabajo en nuestro país.

Recordemos que el empleo es un elemento clave para el mantenimiento de una cohesión social, de la calidad de la convivencia y del futuro del “estado del bienestar”.

La situación es lo suficientemente crítica para plantearse la necesidad de unos segundos “pactos” (similares a los de la Moncloa del año 1976) sobre los cuales ya me definía en el año 2011 http://pauhortal.net/blog/5m-y-1-de-cada-2/ que deberían tener como objetivo, entre otros, dar un giro radical a nuestras políticas de formación y empleo. Un pacto que es posible y oportuno plantearnos ahora, y que deberíamos de exigir al nuevo gobierno, sea del signo que sea.

Lo que es simplemente absurdo es que pueda finalizar este largo post de la misma forma que terminaba el post publicado en el año 2009 al que hago referencia hoy. Lamentablemente 6 años después las preguntas siguen siendo las mismas. “¿Estamos haciendo lo suficiente? y ¿Qué podemos o debemos esperar?”.  Recordemos que las actitudes displicentes no nos ayudarán a resolver ninguno de nuestros problemas.