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Vivimos en una situación de contrastes. Todos los datos estadísticos indican que estamos creciendo en PIB y sin embargo muchos de los ciudadanos no son capaces de percibir esta mejoría.

Se nos había dicho que el crecimiento económico llevaba aparejado la reducción del empleo y todos sabemos que –a pesar de las reiteradas declaraciones políticas en sentido contrario– la situación del desempleo estructural de nuestro país seguirá sin mejorar de forma sustantiva a corto plazo.

Es posible que estemos en la ruta del crecimiento económico. Un crecimiento que en todo caso se debe más a factores exógenos (turismo y coyuntura internacional) que al hecho de que “hayamos hecho los deberes”. Unos deberes que además deberían abarcar también los retos que suponen los cambios en la pirámide generacional y el impacto de los procesos de digitalización. 


Sigo pensando que nos estamos acostumbrando a convivir con una situación en materia de empleo que me atrevo a definir como la más grave que hayamos conocido en mucho tiempo.


Podemos entrar en una situación de emergencia social que pone en cuestión todo aquello que hemos conseguido en los últimos 50 años. Es duro decirlo, pero no hay justificación posible para la espera ni para la inacción. No caben escusas para no actuar.

La situación actual en materia de empleo se caracteriza por contrastes: El primero el que se produce entre los que disponen de condiciones de trabajo dignas y el de los contratados en “precariedad”. Recientemente me he referido a ello en el post http://pauhortal.net/blog/transformacion-e-impacto-en-el-empleo-2/ El segundo es el que separa y genera un abismo cada vez más relevante entre los “seniors” de los jóvenes, un tema sobre el que he reflexionado en diferentes ocasiones. Por ejemplo en http://pauhortal.net/blog/existe-un-futuro-despues-de-los-50/

Respecto a los jóvenes (me refiero a los nacidos en los 90, porqué ya doy por perdida la generación de los 80 y que muchos definieron como la de los ´ni-ni´), se está instalando lo que algunos definen como “auto-explotación”. En definitiva, la situación a la que se ven dirigidos todos aquellos que han accedido –por edad- al mercado de trabajo durante el periodo de crisis y los que lo harán en los próximos años y que como consecuencia de sus efectos, y de los cambios en el mercado como consecuencia del desarrollo tecnológico y lo que parece nuevas necesidades y demandas pueden llegar a disponer de un empleo pero con un nivel de ingresos y de inestabilidad que les impida desarrollarse de forma independiente.

Otra posible situación de contraste deriva de la situación que provoca el crecimiento de lo que yo denomino ´la opción de la independencia profesional´. Siendo ésta una situación factible para muchos es probablemente una solución parcial que, por si sola, no va a resolver nuestros problemas de empleo. Es a menudo no deseada por los propios actores que terminan explotándose a sí mismos´ basándose en unos supuestos principios de libertad, liberalismo y autonomía personal pero que prácticamente se fundamentan en contextos como:  condiciones laborales inexistentes (falsos becarios), falsos autónomos (ya previstos en nuestra legislación como autónomos dependientes) o simplemente explotados (economía sumergida).


Esta es la realidad, esto es lo que no muestran muchas de las estadísticas oficiales, mientras que  seguimos sin tomar consciencia de la situación, y lo que es más grave sin adoptar las medidas que podrían corregirla. 


Es hora de tomar medidas. Es hora de reclamar decisiones por parte de nuestra clase política. Es hora de que ésta deje de mirarse el ombligo, se aplique a sí misma el -cinturón de la castidad- y apueste por medidas de cambio real adecuadas a la realidad de nuestro mercado de trabajo. A este reto intentaremos responder desde la FUNDACION ERGON https://www.fundacionergon.es/

Si no lo hacemos entre todos tened el convencimiento de que alguien lo hará por nosotros.