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A partir del debate que se suscitó en una reunión de profesionales de RRHH a la que hice referencia en una entrada anterior tengo que reconoceros que estoy teniendo una cierta fijación en el análisis de los criterios sobre los que nuestros jefes, colegas, colaboradores y el conjunto de los recursos de nuestra organización valoran nuestro trabajo y la aportación de valor.

La mayor de las dificultades con que creo que se encuentra esta función reside en el hecho de que somos proveedores de unos clientes que tienen diferentes demandas, intereses y expectativas sobre lo que debe de ser nuestra aportación. La segunda dificultad viene derivada por la dificultad de fijar elementos objetivos para la medida de la aportación de valor.

La práctica del consultor que apunta en su plantilla el tiempo dedicado a cada proyecto o cliente para luego organizar su facturación no nos sirve. Aunque es cierto que podemos definir de alguna manera la función del profesional de RRHH como la de un “consultor interno” nuestra aportación tangible e intangible como agentes inductores y gestores del cambio precisa de unos criterios de valoración más sutiles, que no depende tanto de nosotros mismos como de la capacidad de toda la organización para asumir los cambios, y del caldo de cultivo que, en colaboración con todo el equipo directivo, hayamos podido desarrollar a lo largo del tiempo.

David Ulrich define la “competencia profesional” como la capacidad de añadir valor a la empresa; la competencia se debe centrar en el proceso de cambio de condiciones de la empresa hasta conseguir una ventaja competitiva sostenible. Por ello y como demostró el debate al que aludía al inicio de este comentario debemos dedicarnos a pensar en las actividades que desarrollamos y en las que aportan un valor real a nuestra organización.

Es verdad que a menudo la función de RRHH le conviene aprender a hacer “marketing interno” de nuestra profesión pero dejando de lado esta tentación os aseguro que si los responsables de recursos humanos hacemos los esfuerzos por poner en valor nuestra aportación a la organización adquiriremos una nueva dimensión y no nos veremos obligados a desarrollar una función puramente administrativa.

¿Cúal es el valor que aportas a tu organización?.