Tiempo de lectura: 2 minutos

He estado revisando los últimos días lo publicado en los medios sobre el famoso “contrato alemán”, del que tantos admiradores (no se si sobrevenidos o no) se han manifestado públicamente favorables.

Las reflexiones que siguen las hago después del fracaso del proceso de diálogo social que sigue claramente “empantanado” (por no decir otra cosa). Sin que podamos considerar como gran avance (por lo menos en mi opinión) el reciente acuerdo sobre negociación colectiva.

Acuciados por la impotencia que produce la sangría imparable del crecimiento del desempleo, y con las manos atadas por la incapacidad de las partes y del propio gobierno para impulsar algún tipo de reforma que probablemente no resuelva pero si ataque frontalmente  a dicha sangría, a algunos se le ha ocurrido formular esta idea que probablemente en un contexto distinto al nuestro puede resultar efectiva (de hecho parece que así es el contexto alemán).

Sin embargo soy de los que pienso que en nuestro tejido económico integrado fundamentalmente por Pymes están tan consolidados una serie de comportamientos que hacen claramente inviable esta medida. Por otra parte, como muchos expertos han indicado, el contrato alemán se asemeja bastante a lo que denominamos “suspensión temporal de empleo” que, aunque viene aplicándose desde hace décadas en España no se hace con el mismo “espíritu” que parece existir en dicho País. En nuestro entorno la suspensión es el tránsito previo a la extinción en la mayoría de casos, probablemente con una única excepción: el sector del autómovil.

Por otra parte la mayor parte de la pérdida de empleo en este pais se ha producido en sectores sin futuro (construcción por ejemplo) y en Pymes que han desaparecido y que díficilmente van a recontratar a los trabajadores que han despedido.

No se si en el fondo lo que se pretende con esta idea es nada más ni nada mes que lanzar un “señuelo” que distraiga la atención y que permita hacer ver que algo se hace cuando lo que debería de hacerse es una reforma mucho mayor calado en nuestra regulación laboral.

En este sentido se han manifestado recientemente algunos de los más relevantes juristas laborales de nuestro país (ver expansión 25 de Noviembre). En resumen lo que vienen a afirmar tanto José Antonio Sagardoy como Federico Duran e inclusive Pilar Cavero es que en España, aunque sea bienvenida cualquier fórmula que permita avanzar en la flexibilidad interna en las organizaciones, se cultiva más la cultura de la muerte que la de cirugía.

En definitiva, como sabemos muchos de los que hemos vivido en el entorno de las relaciones laborales, vivimos, lamentablemente,  una cultura laboral en la que muchos aceptan mejor la indemnización por despido que la modificación de las condiciones laborales.

Y como ya he venido escribiendo en otros comentarios de mi blog, hoy, es necesario un esfuerzo de las partes para iniciar los cambios culturales que necesitamos se implanten, lo más urgentemente posible, en nuestro mercado de trabajo.