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No podemos finalizar este análisis sobre la eficiencia del mercado de trabajo sin hacer referencia al impacto que  generan las políticas de competencia y las de impulso a la transformación digital.

Rafael Doménech en la intervención ante el Congreso de Diputados afirma que “Las políticas de competencia deben ser remodeladas para comprobar las condiciones cambiantes del mercado y asegurar que haya una competencia efectiva entre las empresas. La competencia  (…) es, además, una de las formas más eficaces de mejorar las condiciones laborales y salariales de los trabajadores”

De igual manera reconoce que “Los problemas estructurales del mercado de trabajo suponen una debilidad adicional con la que España tiene que afrontar la transformación digital. Esta nueva ola de progreso tecnológico tiene un potencial enorme para transformar profundamente nuestras sociedades. Junto con la globalización, el cambio climático y demográfico, y el riesgo de pandemias como el reciente COVID-19, la disrupción digital está generando transformaciones de gran alcance en la economía global”

Un proceso en el que constatamos la presencia de “signos de cambios más abruptos y rápidos en las empresas, los mercados y las sociedades, lo que reduce el tiempo de respuesta para hacer frente a los nuevos desafíos que conlleva»


De nuestra capacidad de respuesta a estos retos, dependerá la posibilidad de «crear empleo y crecer de manera inclusiva”.


Rafael señala un conjunto de medidas a implementar que “incluyen (desde) la difusión de avances tecnológicos y patentes para facilitar la entrada de nuevos competidores, la financiación de nuevas empresas, la protección de los derechos del consumidor, (hasta) facilitar el acceso a pequeñas y medianas empresas a datos masivos y computación en la nube, y el intercambio de datos”. Unas medidas que pueden ser perfectamente complementarias con otras referidas a potenciar la igualdad de oportunidades y la redistribución de rentas para corregir el incremento de la desigualdad económica. “Las sociedades que ya están mejorando en términos de igualdad de oportunidades y redistribución ex post tienen una ventaja cuando se trata de enfrentar los desafíos de la revolución digital con respecto a la desigualdad. Las nuevas tecnologías se pueden poner al servicio de estas políticas para identificar nuevas necesidades, diseñar soluciones, implementar medidas de forma rápida y eficiente, racionalizar procesos, reducir costes y mejorar servicios, evaluar resultados o seleccionar a sus beneficiarios”

“Hay razones para ser optimistas sobre el futuro, pero solo si nuestras sociedades son capaces de gestionar adecuadamente los cambios, promoviendo el crecimiento económico y proporcionando un estado de bienestar que se adapte a las nuevas necesidades individuales y colectivas. Es muy probable que algunos países hagan esto con más éxito que otros. Por el momento, se observa que los países que más han avanzado en intensidad digital y automatización muestran en promedio tasas de desempleo y niveles de desigualdad menores”.

Aunque no podemos predecir lo que va a ocurrir en el futuro si podemos tener como referencia lo  ocurrido en otros procesos similares. Y lo que constatamos es que “algunas sociedades aprovecharán al máximo estas nuevas oportunidades para aumentar su bienestar, (mientras que aquellas) que no logren gestionar adecuadamente este proceso pueden sufrir un aumento en el desempleo y la desigualdad, con una productividad que crezca poco y se estanque, y que genere pocos recursos para financiar el estado de bienestar”

El impacto a corto plazo será importante, aunque a medio largo plazo surgirán nuevas oportunidades. Para aprovecharlas vamos a tener que contar con el compromiso de todos los actores (sector privado, administraciones públicas, organizaciones económicas y sociales y… todos nosotros).


Un esfuerzo que debemos dirigir a diseñar e implementar políticas públicas y privadas en las cuatro áreas, que como ya hemos señalado en el conjunto de este análisis, son claves para provocar los cambios en un mercado que debe de incrementar su eficiencia.


Recordemos: Relaciones entre los procesos formativos y de aprendizaje con el mercado de trabajo. Normas laborales fundadas en criterios de seguridad, equidad y no discriminación. Políticas activas y pasivas de empleo que favorezcan la inserción profesional de los individuos. Por último (aunque también podría ser planteado como un requisito previo) el impulso a una estrategia económica centrada en el desarrollo de actividades y sectores de valor añadido.

Nota final: Los contenidos de este post, al margen de las referencias específicas ya detalladas, están inspirados (aunque no sean necesariamente coincidentes) con los argumentos formulados por Rafael Doménech en la intervención que hizo el 05 de Junio del 2020 en la Comisión para la Reconstrucción Social y Económica Congreso de los Diputados. Una intervención accesible en https://www.youtube.com/watch?v=zhz0hhpnohg&ab_channel=KiokuTV