Empiezan a aparecer comentarios y artículos en los medios en relación a la necesidad de impulsar la exigencia social de eficacia y productividad en nuestro sector público.
Somos muchos los que creemos que la estructura de poder en nuestro país es realmente hoy una partitocracia, dominada por la estructura de poder de los partidos políticos, (casi toda ella, por lo demás, procedente de la propia administración).
Muchos somos también los que pensamos que sin cambios radicales en el esquema de funcionamiento de los partidos políticos (empezando por los temas de financiación y continuando por la dinàmica de las listas abiertas) seguiremos sin desarrollar los niveles de exigencia y eficacia en el uso de los recursos públicos que hoy necesitamos, si de verdad queremos volver a ser referente en la escena internacional y no situarnos de nuevo en esta posición subsidiaria en la que muchos creíamos que habíamos conseguido salir.
Y para ello, al margen de otras cuestiones, resulta absolutamente necesario que las reformas de carácter estructural estén vinculadas a una exigencia de transparencia, eficiencia y productividad en el uso de los recursos públicos.
Soy de los que pienso que carece de fundamento que, frente al ajuste que se ha realizado en todos los ámbitos económicos y sociales, en el ámbito público este ajuste no se haya producido ni parece que vaya a producirse en el medio plazo.
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