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Frente a la dinámica de los años 90 en donde el éxito en la vida profesional y en la carrera directiva implicaban un evidente predominio de la esfera profesional y un menoscabo de la personal y familiar.

La realidad, a pesar de la influencia de la crisis, muestra que cada vez más las personas y evidentemente también los directivos se plantean encontrar un equilibrio entre estas dos esferas.Esta tendencia esta condicionada, entre otras, por los cambios en las valoraciones sobre lo que es importante y lo que no lo es, la aparición del concepto de empleabilidad, y la cada vez más notoria presencia de la mujer en la esfera profesional y en los puestos directivos. Tales cambios se están constatando desde fínales del siglo pasado pero se han profundizado, aún más si cabe, en los últimos años.

El término “carrera dual” se refiere al tipo de estructura familiar, cada vez más frecuente, en el que ambos miembros de una pareja persiguen activamente trayectorias vitales que requieren hacer compatible un alto grado de compromiso con el desarrollo de sus actividades profesionales con la voluntad de mantener un equilibrio personal y familiar razonable y sostenible a largo plazo.

Frente a los primeros estudios realizados en los años 80 en los que se confirmaba que el balance entre estos dos aspectos –vida profesional/vida familiar- era más bien utópico dado que el hombre daba prioridad absoluta al primero de los dos aspectos y la mujer terminaba ejerciendo el rol tradicional de ama de casa en aras a conseguir este equilibrio, las evidencias actuales constatan que en las dos últimas décadas se han modificado los roles y estereotipos atribuidos al género con lo que el impacto sobre este balance debía hacerse cada vez más evidente.

Hoy una mayoría (70%)  de los directivos se integran en las categorías que podemos definir y describir como “Acrobatas” o “Downshifting”. Estas categorías están representadas por una tipología de profesionales que intentan activamente conseguir un balance razonable entre vida profesional y personal-familiar. Hay que señalar que la mayoría de las mujeres profesionales se encuentran dentro de estas tipologías.

En este caso nos encontramos con individuos que mantienen  actitudes dirigidas a encontrar un balance lo más equilibrado posible entre profesión y vida familiar y en consecuencia se manifiestan de acuerdo con las afirmaciones que suponen desear y provocar, por lo menos en el plano teórico, situaciones como reducciones de jornada de trabajo que faciliten mejores dosis de equilibrio entre ambos entornos o la renuncia a posibilidades de promoción, en ambos sexos, para ocuparse de entornos familiares o para mantener la estabilidad como pareja.

El 30% restante (integrada básicamente por profesionales del sexo masculino) corresponde a las tipologías “tradicionales” o “a por todas” que representan la imagen típica del directivo que mantiene opiniones y actitudes radicales por lo que respecta al grado de compromiso que requiere su carrera y el éxito profesional y que no está dispuesto, bajo ningún supuesto, a anteponer nada a su proyección y promoción futura. En este caso nos encontramos con individuos que: Aceptarían cualquier movilidad si esta supone un desarrollo profesional, no aceptarían depender económicamente de la pareja, y que consideran que o bien en su entorno familiar no existe ningún riesgo en el hecho de que ambos persigan de forma prioritaria el éxito en su carrera, o simplemente que su pareja debe renunciar a su desarrollo profesional.