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He escrito en otras ocasiones en mi blog en relación a los cambios estructurales que deben de producirse si realmente queremos salir de la situación en la que nos encontramos, en el mundo y particularmente en España.

Entiendo que finalmente de lo que se trata es de salir de la situación de crisis en las mejores condiciones posibles y seguir ofreciendo a las próximas generaciones un mundo mejor.

No me resigno a considerar que vamos a ser incapaces de ofrecer a las próximas generaciones un mundo mejor a aquel en el que nosotros hemos vivido. Somos probablemente la primera generación europea que no ha vivido una guerra, somos también los primeros que hemos conseguido avanzar de forma radical en nivel de vida respecto a nuestros progenitores. Hemos conseguido en una generación lo que con anterioridad se conseguía probablemente en tres. Va a ser muy difícil, por no decir imposible, que podamos seguir manteniendo este tipo de avances.

Debemos convencernos de que “sólo saldremos de esta” con fuertes dosis de flexibilidad, movilidad y adaptación, características todas ellas innatas al espíritu emprendedor.

Es evidente que la creatividad empresarial ha sido, probablemente, uno de los motores básicos que nos ha de permitir construir este mundo mejor. Necesitamos potenciar en nuestros jóvenes estos atributos y en particular el amor por el riesgo –no solo en sus actividades lúdicas y deportivas sino también en sus actividades profesionales-. Para ello debemos trabajar para desterrar, de una vez por todas, las expectativas que les hemos inculcado en el sentido de que su mejor futuro profesional pasa por desarrollar su carrera en el ámbito de la función pública, como panacea de la estabilidad, la continuidad, la repetición y la seguridad, todos ellos adjetivos claramente opuestos a los principios de creatividad y riesgo que exige la labor emprendedora.

Aunque algunas personas pueden descubrir de manera temprana, y de forma innata, (en muchos casos en la propia adolescencia), una gran motivación para poner en marcha nuevas iniciativas, negocios o proyectos, crear nuevos productos o servicios, etc en general el espíritu emprendedor es fundamentalmente el resultado de impactos que pueden ser generados por el propio entorno familiar, educativo o social. Y esto resulta en hoy en nuestro país francamente difícil. No existe ni una cultura social favorable a los emprendedores –por mucho que se utilice este concepto como reclamo- ni nuestro sistema educativo está, lamentablemente, concienciado y preparado para su potenciación.

Hemos estado creando una cultura social plenamente conformista en donde las relaciones entre lo privado y lo público se han confundido y en donde se han potenciado factores culturales en donde el riesgo no es reconocido ni admirado y en donde nos hemos acostumbrado a vivir como la subvención o el subsidio. Un entorno en el que el Estado actúa por sí mismo sin ningún tipo de exigencia previa sobre la responsabilidad individual. Tenemos contextos geográficos muy determinados y definidos donde el empleador más relevante es el Estado o el conjunto de las administraciones públicas. No podemos seguir así.

Fomentar la creatividad empresarial y el espíritu emprendedor, aparte de un eslogan muy al uso en los últimos años, resulta ser algo que se puede potenciar con un sistema formativo adecuado y con incentivos de todo tipo a la puesta en marcha de este tipo de proyectos.

Resulta bastante común que muchos emprendedores sean al mismo tiempo personas que no han sabido destacar en los entornos académicos ya que se hallan motivados por búsquedas incesantes de cosas nuevas desde muy temprana edad. Ya en este momento descubren que poseen no solo talento sino un extraordinario nivel de motivación para demostrar a los demás que podían conseguir lo que se proponían, empezando por crear en los entornos académicos pequeñas actividades empresariales. ¿Qué debemos hacer para que nuestro sistema educativo esté interesado en potenciar esta motivación?.

Potenciar el espíritu emprendedor y desarrollar la capacidad creativa en nuestros jóvenes supone inculcarles desde niños (y esto puede hacerse en el ámbito familiar pero seguro que mucho más puede y deber hacer el sistema educativo) el interés por ser independientes, la voluntad de innovación, la creatividad, la voluntad de crear nuevas iniciativas, de salir adelante por sí mismos. Significa potenciar los anclajes en los aspectos de creatividad empresarial (que en muchos casos puede compartirse con la creatividad artística), supone romper muchos de los hábitos existentes en nuestro sistema educativo empezando por aquel que se basa en el criterio de repetición y el abandono del modelo de enseñanza tradicional. Exige también potenciar y consolidar a la formación profesional como un elemento clave del sistema educativo.

Ah, y exige enlazar y correlacionar los procesos formativos con el mundo real a través del contacto permanente con el mundo educativo y el mundo de la empresa y de las organizaciones desde fases tempranas del proceso educativo.