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Soy uno más de los que pienso que es necesario que las organizaciones aprendan y favorezcan el desarrollo de la creatividad de sus recursos humanos. Estoy convencido de que la creatividad es y será la base del éxito de todas las organizaciones.

Creo que si el sistema capitalista se ha convertido en el modelo universal de organización económica y social es porqué es el único que facilita la creatividad de los individuos gracias a que crea los estímulos suficientes para que ésta se desarrolle.

El proceso competitivo básico en el sistema capitalista se ha demostrado como él mejor para impulsar la creación de nuevas ideas, la experimentación permanente, y el refuerzo de la iniciativa de los individuos.

Desde mi punto de vista la causa fundamental del fracaso de los sistemas “socialistas” en la economía es que en ellos el control del Estado resulta ser un freno para la creatividad y la iniciativa de los individuos. El resultado conllevaba un menor compromiso individual y una menor inversión y motivación humana en hacer el mundo mejor. Muchas veces, y esta no es más que una muestra más, conceptos teóricamente válidos resultan de aplicación imposible.

Una de las mayores virtudes del sistema capitalista (de sus defectos no voy a hablar en este momento) es su capacidad para entrelazar permanentemente recompensas explicitas a la creatividad y a la iniciativa individual. El sistema no consiste únicamente en los incentivos económicos, sino en su capacidad de mezclar tales incentivos con otro tipo de motivaciones que facilitan la innovación en beneficio de la humanidad.

Sin embargo el elemento social no es necesariamente innato al sistema capitalista. Es necesario establecer medidas correctores (sociales) que eviten las desigualdades que el «capitalismo puro» crea y que son de necesaria corrección si lo que queremos es mantener un cierto equilibrio social.

El problema hoy reside en como y de que manera se financian estas acciones correctoras y cual ha de ser el peso de la empresa «capitalista» en su sostenimiento, cuando hemos constatado que el modelo de financiación exclusivamente pública de los compromisos sociales es insostenible y probablemente poco eficiente.