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En aspectos como el liderazgo, la comunicación o las habilidades de negociación -por poner unos ejemplos- no todos partimos de la línea de salida con el mismo entrenamiento, ni con las mismas técnicas, ni habilidades.

Las formas y maneras en que desarrollamos estas habilidades son reflejo, en parte, de aspectos inconscientes, que, por sernos desconocidos, no manejamos ni podemos intervenir.

Nuestros comportamientos esconden aspectos que nos costaría mucho reconocer como nuestros: ansia de poder, timidez, insatisfacción, venganza, egocentrismo, angustia, necesidad de atención, fantasmas… Pero, de cualquier manera, sustentan parte de nuestra estabilidad emocional.

Nos es fácil y aceptamos aquellos comportamientos que están en línea o refuerzan nuestras convicciones. Así, una persona autoritaria asume como natural la necesidad de imponer sus razones, más allá de someterlas a la discusión del equipo.

Lo difícil comienza cuando lo que se nos pide entra en conflicto con estas convicciones. ¿Puede la persona del ejemplo anterior aceptar con naturalidad el trabajo en equipo y poner en segundo plano sus deseos de imposición sólo porque un experimentado y reputado profesor o conferenciante le dice que este comportamiento forma parte del perfil del directivo actual?

¿Has sido objeto de un programa de coaching a lo largo de tu trayectoria profesional? ¿Cuál es tu valoración?