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Si existe una fórmula mágica en la gestión del cambio es la capacidad de escuchar, atender y acompañar a las personas afectadas. Si estas bases no están bien transmitidas y percibidas por los colectivos humanos la gestión y consecución de los objetivos de cambio están claramente abocados al fracaso.

Con esta frase finalizo el primero de los post de esta serie y en el que expongo como ésta formula es la única válida para que los procesos de cambio consigan los resultados esperados.

Existen algunas certezas y conductas que facilitan el éxito en el proceso de cambio. No ponerlas en marcha constituye un grave error que probablemente traerá como consecuencia el fracaso.

  • Comunicar de forma permanente y dar “feed-back”.
  • Introducir cambios o aspectos que hagan visible el cambio.
  • Transmitir los principios que lo modulan.
  • Incorporar elementos de transparencia en el día a día.
  • Prestar atención a las reacciones de las estructuras intermedias.
  • Definir directrices sobre el comportamiento de los lideres y comprobar/sancionar su incumplimiento.
  • Hacer que la organización sea un buen lugar dónde trabajar sin olvidar que el “employer branding” empieza desde dentro.
  • Involucrar a los equipos en la toma de decisiones.
  • Promover espacios para la conversación, la colaboración, y la cooperación.
  • Apostar racionalmente por las nuevas tecnologías pero tomar en cuenta los impactos.
  • Acertar en la toma de decisiones sobre los/las que deban de salir de la organización.
  • Hacer un esfuerzo por incorporar a los mejores y dejarles que cuestionen procesos y viejos paradigmas.
  • Promover el compromiso.
  • Incentivar el “intra-emprendimiento”.

Y sobre todo…  Dotarse de la capacidad de generar emociones. Sin emoción no hay pasión y sin pasión no hay nada… Sin personas nada ocurre ni es posible.