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La mayoría de nosotros somos capaces de andar por encima de una tabla larga y estrecha sin perder el equilibrio. ¿Pero… y si esta tabla se encuentra entre dos edificios a más de 100 metros de altura? Probablemente, ninguno de nosotros se atrevería a dar un paso al frente.

¿Por qué? Porque hemos iniciado una conversación con nosotros mismos para determinar si estamos capacitados para completar la travesía de altura de manera victoriosa. Este diálogo interno es lo que determina nuestros éxitos y fracasos.

Cuando se nos abre un nuevo frente en el plano laboral o personal, es una obligación, detenerse y reflexionar para saber hasta que punto estamos capacitados para asumir nuevos retos y responsabilidades con éxito.

Y, por el contrario, lo que no nos podemos permitir es que el pesimismo prevalga y nos mine nuestra capacidad para asumir nuevos proyectos. Si nos enfrentamos a nuevos retos llenos de dudas, nuestras posibilidades de triunfar serán mínimas.

Y, lo que es peor, los miedos, la inseguridad y las dudas nos cegarán el paso de nuevas oportunidades que, por desgracia, nunca sabemos cuando pueden aparecer. Porque, es cierto, la suerte no avisa. Pero sí que tenemos más números para identificarla y para aprovecharnos de ella si estamos atentos y preparados para las nuevas oportunidades.

La suerte no es necesariamente el fundamento del éxito. La preparación, sí.