Tiempo de lectura: 3 minutos

Termino el tercer post de esta serie con la afirmación de que para enfrentarnos a los retos de hoy debemos elegir entre dos dilemas. 

A saber: el que deriva de la colisión entre los conceptos de vigilancia y confianza y el que procede de la contradicción entre aislamiento y solidaridad. 

Una tesis que formulo basándome en los argumentos que Yuval Noah Harari formula en https://www.lavanguardia.com/internacional/20200405/48285133216/yuval-harari-mundo-despues-coronavirus.htmly al que me he referido en el anterior post de esta serie accesible en http://pauhortal.net/blog/aprender-a-desaprender-3/

Uno de los problemas a los que nos enfrentamos a la hora de aceptar la vigilancia individual como fundamento para una mejor gestión del bien común es la de saber donde estamos. En otras palabras «ninguno de nosotros sabe exactamente cómo somos vigilados ni que ocurrirá en los próximos años”.  Recordemos que “la tecnología de la vigilancia se desarrolla a una velocidad de vértigo y lo que parecía ciencia ficción hace 10 años es hoy una noticia desfasada»

Unos argumentos que prosiguen en la forma siguiente: «Hagamos un experimento mental. Imaginemos un hipotético gobierno que exige a todos los ciudadanos que llevemos una pulsera biométrica para vigilar la temperatura corporal y el ritmo cardíaco las 24 horas del día. Los algoritmos estatales almacenan y analizan los datos resultantes. De ese modo sabrán que estamos enfermos antes incluso de que lo sepamos nosotros mismos, y también sabrán dónde hemos estado y con quién nos hemos reunido»

Con una tecnología como la descrita sería posible reducir de modo drástico las cadenas de infección e incluso frenarlas por completo. Es posible incluso que este «sistema sería capaz de detener en seco la epidemia en un plazo de días”. Pero, ¿estamos dispuestos a aceptar este tipo de –contro? Parece que en China sí… no sé muy bien cual es la percepción sobre este tema en EEUU. Parece, por otra parte que los europeos si que seamos más reticentes a este tipo de control.


El riesgo de implantar un sistema de control de esta naturaleza y puede llegar a tener graves consecuencias para la independencia individual y convertir en realidad algunos de los escenarios que han sido planteados en la ciencia ficción. 


Pero ya sabemos que a menudo la realidad supera la ficción. “Si alguien sabe, por ejemplo, que he clicado en un enlace de Fox News en lugar de hacerlo en uno de la CNN, aprenderá algo acerca de mis opiniones políticas y quizás incluso de mi personalidad. Ahora bien, si puede vigilar lo que me sucede con la temperatura corporal, la presión sanguínea y el ritmo cardíaco mientras veo las imágenes, puede aprender lo que me hace reír, lo que me hace llorar y lo que realmente me enfurece”.

Si dejamos bajo control gubernamental o de las grandes corporaciones la gestión sin control de este tipo de variables nos podemos llegar a encontrar con que finalmente –basándose en la información de datos biométricos- los controladores lleguen a saber más de nosotros que nosotros mismos. “Resulta crucial recordar que la ira, la alegría, el aburrimiento y el amor son fenómenos biológicos como la fiebre y la tos. La misma tecnología que identifica la tos podría también identificar las risas. Si las empresas y los gobiernos empiezan a recopilar datos biométricos en masa…… no sólo serán capaces de predecir nuestros sentimientos sino también manipularlos y vendernos lo que quieran”.  Sea un determinado producto, servicio o incluso una ideología.

“Es posible, por supuesto, defender la vigilancia biométrica como medida temporal adoptada durante un estado de emergencia. Una medida que desaparecería una vez concluida la emergencia. Sin embargo, las medidas temporales tienen la desagradable costumbre de durar más (….) si hay siempre una nueva emergencia acechando en el horizonte”. O sí además hay unas élites políticas o económicas interesadas en su mantenimiento.

La mejor forma de desaprender evitando el control individual es el de la confianza. Como hemos sabido mostrar -salvo excepciones que en todos los casos confirman la regla general- los individuos somos, mayoritariamente, personas personas adultas que tomamos decisiones con sentido común cuando se nos da la información adecuada. Y áqui otro de los elementos básicos de este proceso de desaprendizaje para las élites es el de actuar bajo criterios de transparencia.


Confianza y transparencia son dos de los criterios básicos del proceso de desaprendizaje que también los líderes políticos deben de hacer como consecuencia de la crisis del covid19. 


Recordemos no obstante que “En el hecho de pedir a la gente que elija entre intimidad y salud reside, en realidad, la raíz misma del problema. Porque se trata de una falsa elección. Podemos y debemos disfrutar tanto de la intimidad como de la salud. Es posible proteger nuestra salud y detener la epidemia de coronavirus sin tener que instituir regímenes de vigilancia totalitarios, sino más bien empoderando a los ciudadanos».

En este sentido es relevante recordar que algunos de los esfuerzos que más éxito han tenido a la hora de contener la epidemia han sido los organizados por Corea del Sur, Taiwán y Singapur. Unos paises que han hecho un uso amplio de las aplicaciones de seguimiento y que han confiado mucho más en la eficacia de «las pruebas exhaustivas, la información veraz y la cooperación voluntaria de una población bien informada”.