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Prosigo mis reflexiones sobre las relaciones posibles entre Gestión del Empleo e Inteligencia artificial que he iniciado en un post anterior con las 2 siguientes:

Recordaros que estas reflexiones las formulo desde la perspectiva de un especialista en la gestión del empleo.

Tercera reflexión:


El futuro de nuestro rol dependerá, en gran medida, de cómo gobernemos y gestionemos el periodo de transición que ya estamos viviendo hoy. 


La irrupción de la IA y la automatización marca un punto de inflexión en la gestión de las Políticas Activas de Empleo. Sabemos que muchos trabajos desaparecerán o se transformarán radicalmente, mientras otros -algunos ni sólo los imaginamos- emergerán. Este proceso no es neutro: puede intensificar las desigualdades existentes o abrir la puerta a una redistribución más equitativa del tiempo, el conocimiento y las oportunidades.

Desde esta perspectiva, los principios que deben de orientar la gestión de las políticas activas (y que he señalado en la primera de las 4 reflexiones que integran este conjunto de post) son en resumen las siguientes:

Humanizar la transformación/revolución tecnológica La IA y la automatización han de convertirse en palancas para mejorar la calidad y el bienestar humano. ¿Lo serán?

Redefinir la idea del trabajo/empleo como eje central de la vida humana. El empleo (trabajo remunerado dependiente) que es el eje central de la vida social en las sociedades más avanzadas, va a dejar de ser el elemento central del desarrollo y del bienestar personal y colectivo. ¿Seremos capaces de diseñar un nuevo entorno social sin él?

Desarrollar mecanismos que faciliten el aprendizaje y la adaptación a las nuevas realidades/necesidades. La rapidez con la que cambian las competencias requeridas en el mercado exige romper con la idea de una trayectoria vital con comportamientos estancos: formación, aprendizaje, actividad laboral etc. ¿Vamos a saber desarrollar entornos permanentes de aprendizaje/desaprendizaje?

Conectar los periodos de actividad con los de aprendizaje/orientación Además, se vuelve urgente conectar el aprendizaje con la orientación: no solo ofrecer cursos, sino acompañar procesos de cambio, identidades laborales en transformación y transiciones vitales complejas. ¿Cuánto tiempo necesitaremos para gestionar este reto?

Diseñar ecosistemas de trabajo inclusivos y resilientes El empleo ya no puede pensarse como una relación aislada entre dos partes (empleador y empleado) sino como parte de un ecosistema vivo donde interactúan instituciones, comunidades, tecnologías, datos y valores compartidos. ¿Seremos capaces?

Revisar el modelo tradicional de protección social basada en el empleo. Hemos de diseñar sistemas de protección que tengan un carácter universal y se adapten a cada realidad, dejen de estar basados en el control y. se centren en la confianza, la equidad y la igualdad. ¿Vamos a saber gestionar dando prioridad a la confianza sobre el control?

Repensar la idea de productividad No sólo como rendimiento económico, sino como capacidad de cuidar la vida, desarrollar la motivación y el compromiso humano, dar respuesta a las necesidades sociales, distribuir equitativamente las oportunidades laborales y promover trabajos con sentido. ¿Haremos lo necesario?

Implementar nuevos modelos de gestión basados en la colaboración La colaboración basada en la competencia (y no en la competitividad) y la confianza deben de ser las claves de este nuevo modelo. La gestión del empleo requiere hoy, más que nunca, de una colaboración estrecha entre Sector Público, Agentes sociales y Económicos, Entidades colaboradoras, empresas y organizaciones. ¿Cuándo superamos la desconfianza con la que trabajamos hoy?

Cuarta reflexión:


La IA va a dinamitar el marco en el que desarrollamos nuestra función. No viene a sustituirnos, viene a quitarnos las escusas.


Si queremos aportar valor hemos de hacer un “cambio de chip”. El resultado final va a depender de la corresponsabilidad de todos los actores. ¿Qué nos exige este escenario?

Primero, visión de largo plazo. No podemos seguir haciendo políticas reactivas dedicadas a “tapar agujeros” o responder a criterios e intereses estrictamente políticos. Necesitamos imaginar futuros deseables y trabajar desde el presente para acercarnos a ellos. Esto exige pensamiento sistémico, creatividad y coraje político.

Segundo, una nueva ética del trabajo. En un mundo donde éste no será el único eje estructurador de la identidad, debemos reivindicar el derecho a trabajar con dignidad, pero también el derecho a descansar, cuidar, crear y participar. Reconocer todos los trabajos que sostienen la vida -muchos de ellos invisibles- será parte esencial de una sociedad más justa.

Tercero, liderazgos transformadores. Como profesionales hemos de ser capaces de habitar la complejidad, de tejer puentes entre mundos, de cuidar procesos y no solo resultados. Hemos de aprender a combinar datos e intuición, razón y emoción, eficiencia y justicia.

Y finalmente, trabajar socialmente para impulsar una ciudadanía activa y consciente, capaz de ejercer presión, de participar en la construcción de políticas públicas y de imaginar otros modelos de trabajo y vida más sostenibles, colaborativos y humanos.

El futuro no está escrito. Es un territorio en disputa que exige coraje, empatía, inteligencia colectiva y compromiso. La IA y otras tecnologías serán parte del camino, pero el rumbo lo marcamos nosotros: desde nuestros valores, nuestras decisiones/acciones, nuestros miedos etc.  Implantar la IA supone automatizar procesos, pero también cambiar el chip. (nuevas relaciones, nuevos procesos, individualizar los servicios, incrementar la calidad y la eficiencia). En definitiva, supone un cambio cultural.

La clave no está en qué algoritmos apliquemos sino en qué modelo de servicio y de justicia social queremos que esos algoritmos refuercen. Siguiendo lo expresado por Genís Roca «En IA las cosas van muy deprisa pero no todo será rápido»