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Escribí en 2011 una primera versión de este texto, aunque en este caso utilizaba el concepto de carrera en lugar del de trayectoria. Unas reflexiones que articulaba en base a una idea central: Su gestión ya no puede entenderse como un camino lineal, sino como un proceso emprendedor en sí mismo.

Tanto entonces (hace ya 14 años) como hoy mi planteamiento era y es el de que emprender y gestionar una carrera 0 trayectoria profesional (quizás este término es ahora más apropiado) son como dos caras de la misma moneda.

La inseguridad laboral es una marea que se extiende por todo el mundo. El “empleo para toda la vida” ya no existe y, en lugar de lamentarlo, necesitamos aceptar que trabajar hoy implica hacerlo con una mentalidad distinta. La actitud de compromiso con lo que hacemos y la capacidad para enfrentarnos al cambio se han convertido en las competencias críticas del éxito profesional.

Esto significa que necesitemos dotarnos de una mentalidad emprendedora como brújula que guie nuestros pasos y acciones: Adaptación, capacidad de riesgo, compromiso y flexibilidad. Tradicionalmente, esas eran las virtudes que se atribuían a los emprendedores. Sin embargo, cada vez resulta más evidente que todo profesional necesita gestionarse como si fuera su propia startup.

Un contrato indefinido ya no garantiza continuidad: puede romperse por múltiples razones. Hoy una relación contractual puede resolverse sin que la persona tenga responsabilidad alguna. En realidad, lo que ha desaparecido es la promesa de estabilidad. Hoy la única certeza es que cada vez hace falta menos trabajo humano para producir lo mismo. No hablamos solo de desaparición de puestos, sino de una reducción global del volumen de trabajo.

¿Es esto una catástrofe? No necesariamente. Significa que debemos cambiar la manera de pensar nuestra carrera. Los que ya tenemos una edad para ser considerados como profesionales seniors hemos vivido en un contexto en el que se han implementado tres diferentes modelos: Nuestros padres: su éxito profesional se basaba en un título, experiencia, fidelidad a la empresa y una red de contactos reducida. Carrera larga en un mismo sitio. Nuestra generación: entramos con ese esquema mental, pero nos vimos obligados a reinventarnos en un entorno de inestabilidad y disrupción. Nuestros hijos y para algunos ya nietos: vivirán en un escenario de cambio permanente, donde la flexibilidad y la capacidad de adaptación serán condiciones mínimas para sobrevivir.


La conclusión es clara: la carrera profesional ya no es un camino previsible, sino un proyecto abierto que se reinventa de forma continua.


En este entorno los profesionales deben de tomar en cuenta cuales son los nuevos requisitos que parecen ser los que pueden garantizar mayores probabilidades de éxito. Los “viejos básicos” (formación reglada, experiencia, capacidad técnica) siguen siendo importantes, pero ya no bastan. Hoy marcan la diferencia otras claves como: la empleabilidad continua que comporta la necesidad de actualización permanente y el desarrollo de las capacidades de aprendizaje y desaprendizaje, la flexibilidad y visión estratégica para saber moverse en entornos cada vez más complejos (algunos le llaman “suerte” y otros “gestión activa del networking), por último, la necesidad de mostrar resultados tangibles (en otras palabras, logros en lugar de funciones).

En este contexto es vital que cada persona desarrolle y diseñe su propia cartera de productos (competencias, logros, proyectos) y además saber comunicarlos de forma convincente. En definitiva, se trata de aplicar herramientas emprendedoras a la gestión de la carrera.

Lo que podría ser visualizado como un drama —el fin de la seguridad laboral— también puede interpretarse como una nueva libertad: la de no depender de una sola organización, la de diseñar trayectorias diversas, la de reinventarse cuantas veces haga falta. La pregunta ya no es: ¿Dónde me veo en 20 años?”, sino ¿Cómo puedo construir, con mentalidad emprendedora, la siguiente etapa de mi proyecto profesional?” Porqué conviene que tengamos presente que en un mundo donde nada es estable, el verdadero capital no es el puesto que ocupamos, sino nuestra capacidad de aprendizaje, adaptación y conexión con los demás.

No quiero terminar sin hacer mención de alguno de los párrafos que incorporaba en la edición que publique en 2011. En primer lugar una pregunta “No será que es necesario plantearse la gestión de la carrera profesional como si de una actividad emprendedora se tratara”

Y en segundo término dos reflexiones: “El compromiso de continuidad en el empleo es algo que ninguna compañía ni organización puede asegurar permanente” y “las generaciones futuras van a tener que dotarse de una flexibilidad y una capacidad de adaptación totalmente impensables en las anteriores. Una vez más volvemos a los principios innatos a la actividad emprendedora”.

PD.. Por cierto, podéis acceder a la primera versión de este post en https://pauhortal.com/wp-admin/post.php?post=25874&action=edit