Podemos desearnos un mundo mejor, pero para lograrlo hace falta voluntad….
Esta es la frase que he escogido para desearos a todos/as un feliz año 2024 en el que deberíamos de comprometernos mucho más activamente (en otras palabras, poner la voluntad necesaria) para afrontar y resolver alguno de los graves problemas que tenemos por delante y que, conviene recordarlo una vez más, incluso pueden poner en cuestión el futuro de nuestra especie.
En el post que publicaba por estas fechas el año pasado hacia referencia a un informe de THE ECONOMIST que finalizaba con una visión positiva: “A pesar de todos los problemas con los que nos enfrentamos el resultado final será el de nuevo renacimiento”. Una época en la que viviremos “nuevos inicios con valores más reales» con cambios en los comportamientos humanos en todos los ámbitos incluso en nuestras actitudes como consumidores ya que «todo va a lo natural y a lo saludable» y la certeza de que “los pensamientos laterales son la base de la nueva realidad».
Pues bien, tengo que reconoceros que mis deseos del 2023 no han visto la luz, ya que seguimos en un entorno de oscuridad. Como estamos constatando la realidad es la que es y transcurrido un año poco hemos conseguido avanzar en este nuevo renacimiento en el año que estamos a punto de cerrar. Al contrario, los graves problemas persisten y, por ejemplo, al conflicto de Ucrania hemos de sumarle el nuevo estallido del que, desde hace ya casi un siglo, ocupa a los pueblos israelí y palestino.
Si queremos sobrevivir y prosperar en esta era de incertidumbres de toda índole, tendremos que ponerle una gran dosis de voluntad y además situada en la dirección adecuada. Aunque, una vez superada la crisis sanitaria la tendencia a la vuelta a la normalidad anterior parece imponerse tenemos que tener el convencimiento de que no podemos ni debemos volver atrás. Primero porqué es imposible y en segundo término porqué muchos de los comportamientos de esa normalidad no aseguraban, ni mucho menos la capacidad para afrontar los retos que tenemos a corto y/o medio plazo. Y en este caso no me refiero únicamente a los conflictos de carácter bélico, sino también y como más relevante a entre otros, los efectos del cambio climático.
Aunque estamos mentalmente programados para pensar a corto plazo, y vivamos en momentos más de pasos atrás que adelante, debemos aprender nosotros mismos y enseñar a las generaciones futuras, a mirar hacia el futuro. Estamos obligados, aunque el momento no sea el más favorable, a perfeccionar nuestras habilidades críticas y analíticas, y desarrollar una mayor capacidad de anticipación, adaptación y resistencia.
Creo que hemos de ser conscientes de que 2024 será un año de transformación y cambios tanto desde el punto de vista político, tecnológico como social. En el plano político el escenario futuro será muy distinto en función de cuáles sean los resultados de las elecciones en la UE y los EEUU. En el tecnológico asistiremos a la irrupción de muchas innovaciones como consecuencia del impacto de los desarrollos que hemos vivido en los últimos años. Ambos escenarios provocarán, sin duda, cambios sociales de relevancia.
Esperemos que, el futuro no sea tan negro, como a menudo nos muestra la realidad que nos ha tocado vivir en este año 2023 y que con la “voluntad adecuada” podamos en 2024, como ya afirmaba en la frase que utilicé en la felicitación del 2010 “construir entre todos y todas, un mundo mejor para las generaciones futuras”.
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