Los activos de una persona son sus conocimientos, competencias, actitudes y sistema de creencias. Nuestras capacidades y talentos pierden valor si no son constantemente puestos al día y/o reciclados.
- La mejora del conocimiento tiene tres grandes enemigos: la complacencia, la falta de rigor, y la dispersión. Cada uno de estos tres enemigos influye de gran manera en el proceso de pérdida de empleabilidad de un perfil profesional.
- Con las competencias ocurre lo mismo que con los conocimientos. Un comportamiento o destreza exitoso en un determinado contexto o periodo temporal puede convertirse en obsoleto o no válido en otro contexto y momento.
- Respecto a las actitudes, es evidente la importancia que tiene disponer de una disponibilidad positiva al enfrentarse ante una tarea o un reto profesional. Y esta predisposición depende fundamentalmente de una autoestima personal que no es más que la diferencia que existe entre las expectativas que nos hemos establecido y la percepción sobre nuestra situación actual.
- Unos sólidos principios o creencias ayudan a impulsar el comportamiento en una dirección determinada, al mismo tiempo que ayudan a mantener una independencia personal respecto de las circunstancias externas.
Las actitudes como las creencias son la palanca sobre los que se establecen los conocimientos y las competencias. Si pudiéramos calcular la inversión necesaria para mantener la calidad de estos cuatro activos inmateriales, nos daríamos cuenta de que deberíamos dedicarles un porcentaje importante de nuestra actividad personal.
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