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Creo que si alguna enseñanza nos dejará el año 2020 (al margen de todas las relativas a la gestión de una pandemia y a la necesidad de afrontar los problemas desde una perspectiva global) es la de que el desarrollo tecnológico es clave si queremos tener la capacidad de resolver todos los problemas y realidades que nos afectan como seres humanos.

Problemas y realidades que hoy han pasado a segundo plazo pero que siguen ahí y con los que nos vamos a tener que enfrentar una vez terminemos superando los efectos y consecuencias del Covid-19. Desde la crisis climática, los procesos de robotización y de adopción de la inteligencia artificial, los cambios en el entorno del empleo/trabajo, el impacto y la gestión del alargamiento de la vida etc.  

Hace ahora aproximadamente un año, en el post similar a éste en el que revisaba los textos publicados en el año 2020 accesible en el link Transformación: ¡Lo mejor del 2019! – Pau Hortal reflexionaba (en un contexto en el que todavía no éramos conscientes de todo lo que íbamos a vivir a partir del mes de marzo) sobre la relevancia de los factores culturales y el de la educación en los procesos de transformación y en la gestión del futuro.

“Soy uno más de los convencidos de que todo empieza por la educación y que, si queremos que todo esto (…) salga bien, hemos de empezar por ahí. Las cosas han cambiado y más van a cambiar y ello (exige) aplicar cambios radicales en los procesos formativos que además habrán de ser permanentes (y por tanto extenderse) durante toda la vida del ser humano. Necesitamos asumirlo, y empezar a formular, proponer y probar por que no se trata solamente de la adopción de las herramientas tecnológicas sino de cambiar de forma radical e integral los procesos educativos”.


Hoy, cuando empezamos a ver el horizonte de superación de la pandemia aunque nos quede todavía mucho camino por recorrer, hemos de ser conscientes de que la tecnología  va a ser una pieza del puzzle de un proceso que nos ha de permitir alcanzar un futuro sostenible para nuestra especie.


En febrero 2020 señalaba que la transformación y el cambio “está en las personas, en nuestros hábitos y no solo de consumo (…) Pero pensar en la tecnología como una fuerza que, a través de procesos de sustitución, pueda jugar un papel importante en ese sentido puede ser algo interesante. Sin embargo, las cuestiones son: ¿podemos detener el proceso?, y suponiendo que fuera posible ¿es razonable hacerlo? Mientras tanto constatamos cómo todo está cambiando, nuestro modelo de vida se ha transformado desde el momento en que (el entorno digital) se ha integrado (definitivamente) en nuestras vidas». Recordaba que «recientemente he leído algunos análisis sobre cómo éramos y que usábamos en el año 2000 (hace tan sólo 20 años) y hay datos que como mínimo me han causado perplejidad. De igual forma que todos somos conscientes de innovaciones que se han lanzado con el apoyo de grandes campañas y, simplemente, no han sido bien acogidas por los consumidores o ciudadanos”. Conviene recordar que esto está escrito antes de los acontecimientos que iban a iniciarse tan sólo 15 días después.

En abril (en pleno periodo de confinamiento social) reflexionaba sobre los nuevos formatos de protección social que íbamos a tener que adoptar. En el post titulado Transformación: Futuro, Protección y RMU afirmaba que iba a resultar imperativo la adopción de una medida social como la Renta Mínima Universal. Recordemos que la introducción del SMV (salario mínimo vital) una medida que aunque en la misma línea va a tener que renovarse, más pronto que tarde, se producía el 01/06/2020.

“Una introducción que deberá en todo caso estar vinculada a un conjunto de cambios en determinadas dinámicas que ya se están implementando en nuestro entorno social: Desde los procesos de formación permanente y dual, a los servicios de orientación y reciclaje, la flexibilidad en los puestos de trabajo y las jornadas laborales e incluso (como algunos llegan a plantear o proponer) la creación de puestos de trabajo sin contenido real. Unos servicios que generarán costes sociales que deberán ser financiados a través de unos incrementos impositivos que algunos incluso plantean que afectará a los robots que sustituyan al trabajo desarrollado por personas”.

En Mayo escribí que “Dentro de unos años recordaremos tanto lo ocurrido en el primer trimestre de este año (y) los esfuerzos que todos (personas y organizaciones) hacemos para superar la crisis del #Covd19, (…) como uno de los retos más relevantes de nuestras vidas” al margen de los que hemos, estamos y seguiremos haciendo, para gestionar con mayor o menor eficiencia la implantación en nuestras vidas de la digitalización, la robótica y la Inteligencia Artificial.

“Las organizaciones estan intentando posicionarse y sobrevivir en un entorno hostil, ante usuarios, (ciudadanos), clientes, proveedores y el (propio) Estado que, insisten de forma reiterada, en relacionarse con ellas de otras maneras, a través de otros canales de comunicación, mediante mecanismos digitales y requiriendo respuestas diferentes. Resulta también cierto que probablemente terminemos primando a aquellos que conserven las esencias tradicionales (comercio de proximidad, atención persona personal) y a los/las que destacen por su capacidad de incorporar todos los elementos que la Inteligencia Artificial les provee. Probablemente lo peor sea quedarse en el medio”.

En junio del 2020 incorporaba el texto siguiente: “En el mundo en que vivimos en nuestros días, resulta muy complejo tener una idea clara sobre lo que nos deparará el futuro. He escrito recientemente por ejemplo en Covid19 y Empleo. ¡Lo importante son las preguntas! – Pau Hortal que “lo importante de este momento no son las respuestas sino las preguntas. La velocidad y el impacto que están teniendo los nuevos desarrollos tecnológicos (agudizados por la crisis del Covid19) y los efectos en el mundo del trabajo de las medidas que probablemente deberemos implementar, hace que sean muchos los que, de entrada y como ha sucedido a lo largo de la historia con los grandes cambios, se opongan y vean como una amenaza la innovación. Uno de los grandes temas que se planteará con total rudeza en los próximos meses será el referente al derecho al empleo. Sobre este tema podemos seguir autoengañándonos o, simplemente, afrontar el problema.


Recordemos. Probablemente hoy lo más importante sean las preguntas que no las respuestas. Aunque a menudo constatamos que no acertamos ni en aquellas.


En noviembre, en el segundo post de la serie: “Transformación, regular o experimentar” escribí que “acostumbrados a relacionarnos a distancia muchos somos los que de forma consciente o inconsciente vamos a exigir nuevos formatos en la prestación de servicios. Nuestra generación (los que nacidos en los finales de los 50 o inicios de los 60 ya estamos pasando a formar el colectivo de la tercera edad) hemos empezado a adoptar como consumidores actitudes ya completamente instaladas en las generaciones más jóvenes. Y qué decir de lo que estan o van a hacer nuestros nietos hoy y en un futuro cercano”. El dilema entre regular (mantenerse) o experimentar (cambio) será hoy uno de los grandes retos a resolver. Y como siempre la solución final pasará, probablemente, por un equilibrio teniendo siempre presente aquello tan común, pero que muchas veces olvidamos, de que no podemos ni es posible poner puertas al campo.

Para terminar, agradeceros a todos/as el seguimiento que hacéis a los contenidos que publico en mi blog. ¡Si has llegado hasta aquí, simplemente muchas gracias y desearte/desearnos éxitos en la gestión de los retos que tenemos por delante!