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La IA no es inteligencia (aunque pueda engañarnos) ni humana, pero en todo caso es una herramienta que debemos aprender a utilizar y gestionar.

Por ello la conversación sobre la definición y el papel de la inteligencia artificial (IA) es fundamental en el contexto actual de transformación tecnológica. Si la (IA) es la estadística llevada al extremo es porque nos permite el acceso a unas increíbles capacidades de computación que nos han de permitir alcanzar niveles de eficiencia en la gestión de datos impensables hace tan sólo 5 años.

Aunque no lo percibamos en toda su plenitud la creciente integración de la inteligencia artificial (IA) en nuestras vidas es una realidad palmaria. Desde los asistentes virtuales en nuestros teléfonos móviles hasta los sistemas de recomendación en plataformas online, la tecnología nos muestra su capacidad para ayudarnos en el desarrollo de muchas de las actividades humanos, e influir en nuestros hábitos y comportamientos de manera tal que muchos de nosotros no podríamos ya vivir sin su asistencia y soporte.

Hemos de tomar en cuenta de que todo, desde una foto, una novela, una voz, todo se puede expresar en código binario y ser tratado como un dato. Las tarjetas de crédito registran dónde gastamos, en qué tiendas de qué ciudades, en qué conceptos y con qué importes. Los teléfonos móviles registran dónde estamos y con quién hablamos. Las redes sociales saben quiénes son nuestros amigos y quiénes nuestros grupos de interés. La tarjeta de fidelización del supermercado sabe qué productos preferimos y con qué frecuencia los reponemos.


Todo son datos. El problema era que hasta hace muy poco estos datos no podían transformarse en información. Sin embargo, esto ya es perfectamente posible. De hecho, convivimos con esta realidad.


En este nuevo entorno digital los datos se pueden obtener, almacenar y gestionar como nunca habíamos imaginado, y con la IA podemos ponerlos a trabajar no sólo para hacer muchas cosas mucho mejor que nosotros podemos hacerlas, con mucha más seguridad y mucho más rápido per también para que haremos y que necesitamos en un próximo futuro. Es posible que finalmente los algoritmos se conviertan en el referente del siglo XXI de la misma forma que podemos definir al siglo XIX como el de la literatura y al XX como el de la imagen.

Debemos de realizar este proceso sin afectar a las capacidades de imaginación, curiosidad y creatividad innatas en el ser humano. Unas capacidades que son, sin ninguna duda, la base de la inteligencia humana, y el sustrato de la evolución que hemos vivido desde la aparición de nuestra especie.