En lo relativo al futuro del empleo necesitamos definir las prioridades correctas y, en segundo término, no deberíamos de afrontar los nuevos retos con perspectivas del pasado.
Las transformaciones a las que estamos asistiendo son mucho más profundas de lo que podemos imaginar y entender, entre otras razones porque las estamos viviendo día a día. Josep Puigvert en un reciente artículo publicado en ON Economía afirma que sobre este tema “somos como la mosca que termina abrasándose en un balde de agua hirviendo”. Hemos de plantearnos los elementos diferenciales que probablemente tiene el proceso de transformación que estamos viviendo, empezando por analizar si el futuro se sustentará en un entorno social basado en el trabajo/empleo. Aunque no tengamos certezas absolutas es probable que el volumen total de trabajo humano (sobre todo aquel que se desarrolla en el formato de empleo) se reduzca de forma sustancial en los próximos años y a una velocidad mucho más rápida de la que podemos imaginarnos.
Todo ello exige cambios en los dos ámbitos (el social y el individual) y conllevará, que tengamos que adaptarnos a cambios radicales relacionados con la ética tradicional que tiene al binomio trabajo/empleo como un elemento sustancial de la vida humana. Se me ocurre en este punto reflexionar sobre las modificaciones que estamos adoptando en nuestras conductas individuales y sociales respecto al reciclaje. Un ámbito en el que todos y todas hemos terminado por reconocer la necesidad de adoptar cambios en nuestras conductas y hábitos.
En la línea de lo que exponía en https://pauhortal.com/el-futuro-del-trabajo-ya-esta-aqui/ estás son las realidades que no han hecho más que consolidarse en los últimos años.
- Incremento del porcentaje de actividades laborales (empleos) de menor calidad. Es urgente que surja un debate social sobre esta tendencia. Un debate que, lamentablemente, no parece estar ni planteado ni incentivado desde las estructuras gubernativas. Al contrario seguimos centrados en aspectos, como la reducción de la jornada laboral, que aún siendo relevantes lo son, por lo menos desde mi punto de vista en un rango inferior.
- Mantenimiento de entornos laborales basados en una estructura dual, discriminatorios y gestionados de forma ineficiente. Un mercado que se fundamenta en una realidad económica determinada pero que adolece de medidas racionales e innovadoras dirigidas entre otros objetivos a favorecer la empleabilidad.
- La pervivencia de marcos culturales y de gestión centrados en el pasado. A título de ejemplo la relevancia que tienen los factores normativos y burocráticos sin que se dé la confianza adecuada a las partes para auto-regularse. Mucho del “intrusismo político” en las dinámicas laborales debería de -simplemente- reducirse a una actitud de impulso o propuesta.
- El olvido sistemático de aquellos temas que siendo claves tienen una alta complejidad en su resolución. A saber: Acceso al trabajo de los jóvenes, el desempleo estructural, las políticas de empleo, la realidad de la inmigración.
Recordemos que cada vez más surgen voces -muchas de ellas de personas/instituciones con elevado criterio- afirmando que el proceso de transformación que vivimos afectará, aunque con niveles desiguales de incidencia, al 80% de las actividades actuales que desarrollamos y que hoy denominamos trabajo. En este contexto, como afirma Javier Creus, es absurdo que la clase política se limite a prometer puestos de trabajo. Es imposible. “Las modalidades de empleos estables a tiempo completo no desaparecerán, pero quedarán restringidas al 40% de las personas que trabajen (…) Me encantaría que nuestros políticos fueran un poco más allá y se comprometieran a garantizar ingresos para todos y también que todos los que puedan contribuir a la sociedad tengan el reconocimiento que corresponda”,
Si existe una alta probabilidad de que el trabajo (por lo menos en su concepción de empleo) pase a ser un bien cada vez más escaso, hemos de «trabajar» para establecer una nueva cultura laboral y un marco regulatorio que sea capaz de responder a este nuevo paradigma.
Los que me leéis de forma habitual sabéis que tengo un alto reconocimiento por los criterios y conceptos que Enrique Dans escribe tanto en su blog como en otros medios. Necesitamos hacer una transformación cultural “emprendiendo dos viajes de forma simultánea”. El ‘viaje de los sistemas’, dirigido a modificar los elementos estructurales que fundamentan el actual marco social basado en el empleo. Y también el “viaje de las personas” que requiere cuestionarse sobre cómo funcionamos nosotros mismos como individuos. Y para ello es necesario un doble esfuerzo: el de nuestros líderes para plantear soluciones y alternativas diferentes a las que hemos venido aplicando en el pasado, y el individual para asumir un compromiso personal en este proceso de cambio. En definitiva, debemos de poner en marcha un “cambio de paradigma”.
El riesgo el de que dentro de unos años constatemos que, en lugar de promover nuevos sistemas, mecanismos y comportamientos que nos permitieran adoptar los cambios culturales necesarios, nos dedicamos a las “batallas políticas” centradas en el corto plazo, Constataremos como no fuimos capaces de mejorar las relaciones entre formación, aprendizaje y empleo, diseñar e implementar marcos laborales dirigidos a reducir las discriminaciones y crear mecanismos que nos permitieran responder a los retos que nos imponen las nuevas realidades sociales y económicas.
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