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Inicio la versión 2024 de un primer post que escribí en 2019 inspirándome en el título de la I Jornada Anual de la Fundación Ergon, formulándome algunas preguntas:

  • ¿Por qué somos los primeros del ranking de desempleo de la UE?
  • ¿Por qué no somos capaces de crear más empleos?
  • ¿Qué va a ocurrir a corto o medio plazo con el llamado desempleo estructural? Recordemos que denominamos de esta forma a aquel que esta integrado por las personas que llevan mas de 1 año en esta situación.
  • ¿Son ciertas las hipótesis de que 3 de cada 4 empleos creados en 2030 no existen hoy?
  • ¿Podemos seguir manteniendo la actual relación entre prestaciones de empleo y subsidios sociales?

Unas preguntas a las que, junto con otras que vayan surgiendo en los ámbitos relativos al mercado de trabajo, voy a intentar responder en próximos post  aunque la pregunta clave es la que da título a este post: ¿Tiene futuro el empleo?

Probablemente la definición más acertada de empleo (y no debemos confundir empleo con trabajo) es la siguiente: El empleo, entendido como el trabajo remunerado, en una situación de dependencia de un tercero, es un elemento esencial del desarrollo y del bienestar personal y colectivo. No se podría entender la vida del ser humano en los inicios del siglo XXI sin él. 

Lo que ya nadie pone en duda es que nos enfrentamos hoy ante varios problemas mayúsculos (probablemente el primero el del cambio climático) pero suponiendo que seamos capaces de superar éste el resto no resultan ser menores sobre todo cuando constatamos que no tienen un carácter estanco. Y el problema del empleo en general y el de la relación entre educación y empleo está clara. ¿Verdad?

Conviene recordar que, en la ciudad de Londres en 1895, se creó el empleo denominado “red flager” dedicado a controlar la velocidad máxima a la que podía circular un vehículo a motor. Eran personas provistas de una bandera roja que iban por delante de cada uno de los primeros vehículos de motor que empezaron a circular por las calles del municipio londinense. Unos empleos que, se crearon como respuesta a las presiones ejercidas en el Ayuntamiento por los conductores de caballos. ¿Os suena? A finales del siglo XIX parece que las personas estaban muy preocupadas por los efectos de la retirada de los carruajes, y muchos pensaban que la conducción humana sería un desastre.

Todos tenemos presentes los acontecimientos ocurridos no hace mucho en nuestro entorno con el conflicto Taxi/VTC. Un conflicto que va a tener continuidad en los próximos años y que parece haber finalizado con la victoria parcial y temporal de una de las partes, pero en el que, ganadores y perdedores, deberían de tomar en consideración que el gran enemigo, y al que ambos contendientes no van a poder derrotar, es a la conducción autónoma. Una forma de movilidad que, aunque ya casi nadie habla de ella y que a pesar de encontrarse con frenos de todo tipo sigue avanzando de forma imparable.

La OCDE ha formulado la hipótesis de que en España vamos a perder 3M de empleos en los próximos años, como consecuencia de los procesos de digitalización y la irrupción de la inteligencia artificial. Marc Vidal por su parte ha afirmado que no tener en cuenta esta posibilidad, es una muestra de la irresponsabilidad de muchos de nuestros líderes. Y aunque las estadísticas puedan autoengañarnos los empleos que estamos creando en primer término probablemente no son tantos como “políticamente” se nos quieren vender y además son de poco valor añadido y se prestan en formatos de precariedad muy elevada.

Recordemos simplemente que si estas previsiones son ciertas nos situaríamos con niveles de desempleo cercano a los 6 millones o lo que es lo mismo con un porcentaje cercano al 20%. Y lo que es más grave es que podamos llegar a tener más de 3M de personas en riesgo de exclusión social.

Probablemente deberíamos de preocuparnos y ocuparnos del futuro del empleo y situar en el centro del debate social, entre otras, a las cuestiones con las que inicio esta reflexión.