Tengo esta nota más o menos diseñada desde hace algún tiempo. Si he decidido publicarla en este momento es como consecuencia de la campaña mediática que se ha desarrollado en las últimas semanas relacionada con las fuentes de financiación sindical.
También por la cercanía del anuncio (estoy plenamente convencido de ello) de convocatoria de la próxima huelga general.
Aunque la campaña de los medios se ha centrado en Bankia (y entre otros en el líder de UGT-Madrid), parece evidente que está dirigida a formular un ataque a la línea de flotación de unas organizaciones que, aunque han tenido un papel central en la consolidación de la democracia y del estado de bienestar que estamos viviendo hoy, en mi opinión, no pueden seguir “como si nada” hubiese cambiado. Las organizaciones sindicales van a tener que adaptarse, quieran o no, a las consecuencias de la crisis como el resto de los “mortales”.
Por cierto como una muestra de este cambio quiero destacar la noticia, también aparecida recientemente en los medios, sobre la formulación de un ERE de extinción de contratos por parte de CCOO Catalunya que afectaría al 15% de su plantilla. Una muestra más del impacto de la crisis.
Volviendo a los temas de fondo me parece significativo destacar las notas siguientes obtenidas de un artículo publicado por Salvador Sostres en el periódico El Mundo hace algunos días. “Sindicatos y sindicalistas están fuera de la realidad, pertenecen a un mundo que ya no existe, sus planteamientos son anacrónicos e inútiles, y con frecuencia de una demagogia tan bronca como perniciosa. Cada día representan a menos gente y sus escaramuzas callejeras son una burla a la angustia por la que tantas personas están pasado y que no se resuelven con movilizaciones, sino cambiando de paradigma moral, trabajando duro y aprovechando cada oportunidad”.
Aunque no comparto normalmente las opiniones, y el tono de los mensajes de Salvador, tengo que reconocer en este momento mi acuerdo con algunos de sus postulados. De hecho somos muchos (incluidos inclusive personas del entorno sindical) los que compartimos estos planteamientos. Y ello supone que el proceso de “adaptación” y “cambio de paradigma” que debe de realizar el mundo sindical en nuestro país pasa necesariamente, también, por cambios radicales en sus fuentes de financiación.
La crisis, los cambios en las actitudes y posiciones de los profesionales y trabajadores, las nuevas dinámicas laborales, la presencia y los efectos de las nuevas normativas, obligarán a las organizaciones sindicales a replantearse muchos de sus comportamientos.
Aunque deba afirmar (al contrario del planteamiento que se formula en algunos entornos) que respecto al rol social de las organizaciones sindicales no comparto la posición de los que piensan que deberían desaparecer. Aunque ello no les evita la necesidad de cambiar. Porqué si no cambian es entonces cuando las posibilidades de desaparición se incrementan sustancialmente.
O estos cambios se producen o el riesgo indicado existe. Hoy las organizaciones sindicales corren el riesgo de consolidar su posición de superestructuras alejadas de la realidad y que, aunque con objetivos probablemente legítimos, sus modos de actuación las conviertan en una rémora más que en actores relevantes y bien interconectados con la realidad social. El riesgo no es otro que se repita la situación que viven actualmente las organizaciones sindicales en Francia, donde, el rol sindical está cada día más claramente limitado en el ámbito laboral a los entornos vinculados a la administración pública.
Tengo previsto escribir sobre la reforma laboral próximamente (a pesar de que no se si aportaré mucho sobre todo lo que ya se ha escrito). Soy plenamente consciente de que lo ocurrido con la nueva regulación laboral choca con la tradición secular (desde la transición política) de no haberse construido a través del consenso. Habrá que esperar sus resultados porqué es indudable que el mercado de trabajo es un microcosmos demasiado complejo para pensar que con normas más o menos bienintencionadas publicadas en el BOE, se pueden cambiar el estado de las cosas. De todas formas bienvenida la reforma aunque no se haya podido formular por consenso. Llevamos 4 años hablando de reforma y lo que se había hecho hasta este momento probablemente no merecía tal nombre.
Finalmente el ejecutivo se ha decidido por establecer un conjunto de normas que, claramente, es mucho mas dura de la que se hubiese alcanzado si hubiese habido un consenso. Aquí tenemos otro punto en donde muchos líderes sindicales manifiestan su desencuentro con el resultado final alcanzado y que muchos se planteen ¿para qué necesitamos unas estructuras sindicales tan grandes y costosas? si luego resultan incapaces de pactar con el ejecutivo las normas laborales. Porque, probablemente, sin un «previo cambio» en la cultura sindical el acuerdo es hoy francamente imposible. Lo que, por otra parte pone una vez más en evidencia que la crisis ha dejado de ser económica y ahora es institucional, de formato, en definitiva estructural y/o política.
Frente a la situación actual no caben las respuestas del pasado (1.0). Probablemente hubiésemos necesitado un cambio en los paradigmas de funcionamiento sindical para que, a través del consenso y del acuerdo conseguir nuevas respuestas (2.0).
Pero para alcanzar el consenso es necesario que las partes tengan voluntad de alcanzarlo y no se muy bien si las organizaciones sindicales pueden estar, en estos momentos, por la labor. Lamentablemente creo que nuestras estructuras sindicales siguen instaladas en dar respuestas a las situaciones 1.0 y no sé muy bien si están lo suficientemente preparadas para situarse y encontrar respuestas a las nuevas situaciones.
Valga como ejemplo la falta de alternativas y estrategias claras y definidas, sobre temas tan candentes y relevantes como: el impacto de las nuevas tecnologías en el puesto de trabajo, los ámbitos de la Responsabilidad Social, las relaciones con el mundo social, los nuevos comportamientos laborales generados por las redes sociales, los cambios en la dinámica del tiempo de trabajo etc.
Un ejemplo de ello es la propia convocatoria de una huelga general que estoy seguro se va a producir a finales de Marzo. Quizás sería necesario y/o conveniente que las organizaciones sindicales intentasen encontrar otros medios para manifestar su oposición a una normativa que consideran lesiva para los trabajadores. Lo dicho seguimos con respuestas «tradicionales» ante nuevas situaciones y con la urgencia de que el cambio se hace cada vez más evidente y necesario. El riesgo de la desaparición está ahí delante.
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