Todos los puestos de trabajo tienen, hoy en día, una mayor o menor dosis de riesgo. El futuro de cada uno de ellos depende de una serie de variables: la actuación individual, (empleabilidad) la capacidad de supervivencia de la compañía, del mercado,……… también de “decisiones (más o menos) estratégicas tomadas en la lejanía”.
Todos necesitamos una cierta seguridad para mantener un equilibrio personal. Si esta seguridad no se deriva del hecho de estar empleado, entonces debe derivarse del algo nuevo. Si la promesa de seguridad en el empleo de larga duración no se puede esperar de ninguna organización, si podemos demandar la seguridad de la empleabilidad entendida como el “conjunto de elementos que permiten a una persona poseer los conocimientos habilidades, aptitudes y actitudes necesarias para ser capaz de mantener su atracción en el mercado aún en el supuesto de una posible perdida de empleo no voluntaria”, o en otros términos “la capacidad de seguir siendo empleable”.
La empleabilidad de un individuo se fundamenta en la capacidad, la destreza y la reputación. Una buena gestión en este campo hará que se incremente la atracción de una organización que podrá reclutar a contratar a mejores profesionales……… es, como siempre, “el gato que se come la cola”.
En este sentido quizás podamos o debamos exigir de nuestras organizaciones que destinen recursos para ofrecer, a través de inversiones en formación, adaptabilidad o reciclaje, los elementos que incrementen continuamente la cualificación de sus recursos humanos para que estos se mantengan permanentemente empleables. Este criterio tiene un riesgo, el que proviene de la posible perdida de activos valiosos, pero es un riesgo que deben de correr todas las organizaciones que estén realmente preocupadas por ayudar a sus colaboradores y al mismo tiempo intenten disponer de individuos motivados e implicados en su tarea y en los objetivos organizativos.
Todos debemos ser conscientes de que nuestra capacidad de “autoengaño” es elevada, que necesitamos un marco de estabilidad para vivir y de que muchas veces este marco es muy difícil en entornos organizativos en permanente cambio. Uno de los grandes problemas empresariales del mundo de hoy es la tensión entre la necesidad de flexibilidad que tienen todas las organizaciones con la necesidad de seguridad y de estabilidad que necesitamos los individuos.
Todos los profesionales debemos ser conscientes de que difícilmente vamos a poder mantener una “relación de largo plazo” con una organización. Ello nos obliga a “cambiar el chip” y a desear tener el control más amplio posible sobre nuestra trayectoria profesional. Es indudable, también que podemos y debemos esperar en este sentido ayuda o colaboración por parte de su organización.
No debemos olvidar que hoy la mayor fuente de seguridad para las personas no es una garantía de un puesto concreto o de un determinado empleador, sino la que proviene de nuestra propia empleabilidad.
En último término esta nueva lealtad hacia el proyecto más que hacia el empleador puede redundar, sin embargo, en beneficios para las organizaciones por cuanto provoca que los empleados estén más orientados hacia su éxito personal. Con una buena gestión ello no puede redundar, sin duda, en resultados corporativos.
Las organizaciones deben invertir en sus equipos humanos no porqué estén ligadas a ellos de forma permanente, sino porque esta “seguridad” les aportará mayores rendimientos. Esto hoy es una evidencia tal que no forma parte del debate.
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