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Como un viejo elefante que contempla de lejos las luchas de los depredadores, el sector público vive a distancia los procesos de destrucción creativa que acompañan a la innovación en los mercados.

De esta forma se inicia el artículo publicado en la web del WEF titulado “El elefante en la sabana digital. 4 razones por las que el sector público debe reinventarse”  https://www.weforum.org/es/agenda/2017/02/el-sector-publico-en-la-sabana-digital

“Alejado de la competencia y protegido así de la amenaza schumpeteriana, los ritmos de cambio de sus organizaciones son mucho menos dependientes del entorno que los de las empresas. Esto no quiere decir que no cambien. Se van adaptando de forma gradual a la innovación tecnológica, pero lo hacen habitualmente sin alterar sus patrones básicos de funcionamiento ni sus estructuras de poder. Sólo en raras ocasiones los gobiernos emprenden reformas de amplio alcance, obligados por la crisis fiscal que es siempre la condición necesaria -aunque no suficiente, como muestra el caso de nuestro país- de esas transformaciones”.

Sin embargo resulta muy difícil de creer que “el huracán de cambios disruptivos que en esta segunda década del siglo sacude y desestabiliza las economías y las sociedades de la era global/digital no acabe por afectar también a las organizaciones públicas y a quienes trabajan en ellas”.


Muchos ciudadanos mostramos nuestras reticencias sobre la viabilidad futura de un sector público que no parece sentirse muy afectado por los procesos de cambio y transformación que hoy están ya viviéndose en todos los ámbitos organizativos.


Un sector que debe de aprender a dejar de “mirarse a sí mismo” para poner su centro y su razón de ser en las necesidades de los ciudadanos a los cuales ofrece sus servicios. Y que han de ser prestados conforme a sus necesidades, y en unas condiciones adecuadas en términos de seguridad jurídica, equidad en el trato y coste. 

Siguiendo el esquema propuesto en el artículo al que hago referencia en este post he aqui las razones que considero obligan a una reinvención del sector público:

La mayor complejidad de los problemas sociales

El economista Ernst Schumacher llamó “divergentes” a aquellos problemas que, cuanto mayor es la dotación de inteligencia con que se analizan, más probable es que susciten soluciones contrapuestas. Ámbitos como el crecimiento de la desigualdad, el envejecimiento constante de la población o el fracaso escolar, por citar algunos ejemplos, reúnen dosis de complejidad e incertidumbre y resultan poco propicios para ser gestionados únicamente por actores económicos en condiciones de mercado. Podría decirse que los mercados se ocupan con éxito de un sinfín de problemas complicados, pero dejan cada vez más para el estado los problemas complejos. Una dificultad añadida pero que el sector público debe de saber acometer dejando (al ámbito privado) la gestión de los problemas o necesidades de menor complejidad.

Un ejemplo para el debate: ¿Qué sentido tiene establecer elementos de competencia en la gestión de las políticas activas entre los servicios públicos y los privados? No sería mucho más útil, y eficiente que las organizaciones privadas y no gubernamentales dedicarán sus esfuerzos a los procesos de inserción (donde han mostrado ser mucho más eficientes que el sector público) quedando éste únicamente como un órgano de control, coordinación, transparencia y equidad en la gestión.

El incremento del control de «lo público» por parte de los ciudadanos

Como ha escrito Moisés Naím en (“El fin del Poder“), el poder ya no es lo que era. Atribuido tradicionalmente a las burocracias jerarquizadas hoy lo encontramos disperso en una multiplicidad de “micro-poderes” que contrarrestan y minimizan la capacidad de aquéllas. Existe una tensión con aquellos que quieren preservar su hegemonía defendiendo sus feudos territoriales y/o sectoriales. El acceso, o la ambición de acceder, de miles de millones de habitantes del planeta a una vida más plena, móvil e interconnectada, está creando múltiples focos de poder alternativo.

Un ejemplo para el debate: ¿Tiene futuro la dinámica establecida en diversos entornos/países relacionada con el control público/gubernamental a los contenidos de internet? Es probable que estas estrategias tengan sentido y consigan sus objetivos (control) a corto plazo pero resulten poco efectivas a largo plazo.

El desarrollo exponencial de la innovación tecnológica 

Los cambios tecnológicos que los sistemas públicos han ido asumiendo en las últimas décadas no son comparables en trascendencia con los que, en el horizonte inmediato, apuntan ya en inteligencia artificial, neurociencias, robótica, biomedicina, big data, nanotecnologías y otras áreas del conocimiento humano. En “The Second Machine Age”, Brynjolfson y McAffee han bautizado como “exponencial” la impresionante aceleración producida por los avances en todos estos campos. La disrupción en los procesos y en la relaciones humanas que impone la tecnología alteran la percepción y el tipo de demanda que los ciudadanos formulamos a las organizaciones del sector público, tanto en lo que se refiere a los servicios que éstas prestan (ya se trate de seguridad, salud, educación, ciencia, promoción económica, ordenación del territorio u otros ámbitos) a las competencias y perfiles de sus profesionales, y a las formas de organizar sus procesos y actividades.

Un ejemplo: ¿Tiene sentido mantener los sistemas “tradicionales” para el ejercicio del voto ciudadano en los procesos electorales? Parece razonable pensar que hoy puede ejercerse este derecho de formas diferentes, garantizando la seguridad. Los sistemas que seguimos usando pueden ser un freno para la participación pública de determinados colectivos como se muestra de forma reiterada en nuestro país con el voto de las personas que residen en el extranjero.

Conclusiones:

Los individuos nos estamos adaptando rápidamente a las nuevas tecnologías. He escrito reiteradamente que este proceso de transformación tiene como elemento diferencial el que ha sido en mucho de sus componentes adoptados con anterioridad por las personas que por las organizaciones. Esto ha ocurrido en los ámbitos de la «economía privada» pero resulta mucho más evidentes en las de carácter público. Hoy los individuos estamos dotados de capacidades nuevas para actuar por nosotros mismos en múltiples campos, como constatamos diariamente en la forma de consumir productos y servicios. Y a menudo nos encontramos con que las organizaciones son incapaces de adaptarse a estas nuevas demandas.

En casi todos los sectores de actividad económica –turismo, transporte, servicios bancarios, consumo televisivo- este fenómeno está produciendo cambios radicales tanto en las formas de prestación de servicios y como consecuencia en la forma de vida de los ciudadanos. Un proceso que ha generado incluso la desaparición de grandes corporaciones, que han pasado de ser grandes actores globales en diferentes sectores a simplemente dejar de existir.

Resulta de locos pensar que esta “revolución de la plataforma”, (como expone acertadamente Geoffrey Parker), no afecte a los gobiernos y sus organizaciones. Los servicios públicos son intensivos en transacciones -formación, prestaciones sanitarias, orientadores laborales, gestores de infraestructuras o transportes-, etc que tendrán que reformularse de forma radical. Lo que parece indudable es que vamos a tener que crear un sector público, más inteligente, descentralizado, y colaborativo y diverso. ¿Os suena?

La transformación exige un gran esfuerzo para que sea posible. Un esfuerzo que precisa voluntad política, y modificaciones culturales. En un sector público dedicado hasta ahora a hacer cosas, más que a conseguir que las cosas pasen, e integrado por un colectivo de profesionales de media y media-baja cualificación, serán inevitables sustanciales cambios en los perfiles de su capital humano. Esta mayor relevancia de la inteligencia, aplicada en un entorno público que es ya extraordinariamente diverso, será incompatible con los diseños homogéneos, rígidos, verticales y centralizados.

Recordemos que el conocimiento, en especial cuando se halla sometido a dinámicas permanentes de actualización y aprendizaje, es poco compatible con las estructuras jerárquicas y estructuradas. Por ello es muy probable que los sistemas públicos del futuro adopten formatos más pequeños, diversos y autónomos, regidos por reglas mucho más flexibles. Estarán fuertemente profesionalizados y abiertos a interacciones múltiples que en buena medida se desarrollarán en espacios digitales.

El razonable pensar que en este entorno se consolidarán dos tendencias: La primera la reducción del peso social del «sector publico» aunque muchos opinen lo contrario. La segunda un nuevo impulso a la colaboración público-privada, que pese a los ejemplos de malas prácticas, los frenos culturales y los ataques ideologizados que ha sufrido en España en los últimos años, seguirá consolidándose en el futuro.

Para terminar estas reflexiones comentaros que tuve oportunidad de leer hace algunos días el borrador del libro que bajo el título «La nueva gestión del Empleo Público, Recursos Humanos e Innovación de la Administración» publicarán próximamente Carles Ramió y Miquel Salvador. Os aconsejo encarecidamente su lectura. En mi opinión es un excelente manual para entender y atender las necesidades de cambio y transformación que precisa nuestra sector público.