Está demostrado que todavía no existe hoy un criterio claro y definido respecto al uso de las redes sociales en el mundo empresarial y en la administración pública.
Igual que ocurrió hace algunos años (con la aparición de internet en nuestras vidas), momento en el que muchas empresas restringieron el acceso a la red a sus empleados, todavía hoy, en pleno 2011 no se tiene en muchas organizaciones una estrategia clara y definida sobre las redes sociales y su uso en el entorno organizacional.
Recordemos que estamos viviendo, probablemente por primera vez en la historia de la humanidad la ruptura del paradigma de que tradicionalmente las innovaciones llegaban primero a los entornos organizativos y laborales para luego trasladarse a nuestros entornos personales.
Hoy con las redes sociales está ocurriendo lo contrario. Normalmente las innovaciones tecnológicas y de todo tipo se desarrollaban primero en las organizaciones (bueno algunas de ellas en el ejercito y en la iglesia, que no dejan de ser otras organizaciones más) y después se trasladaban e implantaban en la vida de los individuos. Hoy con las redes sociales está ocurriendo lo contrario, los individuos nos hemos acostumbrado a utilizar estas herramientas en nuestra vida diaria y, sin embargo, no podemos usarlas de igual manera en los entornos de carácter profesional
Cuestiones sobre si debemos estar abiertamente en linkedin, facebook o el resto de redes abiertas están planteadas encima de la mesa de muchos comités de dirección. De igual forma son todavía pocas las intranets corporativas o portales del empleado que incorporan herramientas de comunicación, relación y contacto usuales en este nuevo medio. Respecto a los frenos que se manifiestan para su implantación y adopción en las organizaciones los más relevantes son los siguientes:
El primero la pérdida de productividad. Un estudio reciente de Manpower Professional realizado a más de 30.000 organizaciones de todo el mundo ha puesto en evidencia que tan sólo el 20% de las empresas encuestadas cuenta con una política establecida al respecto y más de la mayoría afirmaban que sus políticas al respecto (claramente restrictivas evidentemente) evitaban los riesgos y reducían las perdidas de productividad. Esta claro que los mayores frenos al uso de las redes sociales se basa en las supuestas pérdidas de productividad y eficiencia en las organizaciones. Sin embargo los que mantienen actitudes restrictivas no son conscientes de que a pesar de que se establezca una estrategia formal restrictiva nadie puede evitar que los empleados, en horario laboral, sigan conectados a las redes a través de sus iPhones y BlackBerries.
Con el incremento del uso de las redes sociales en las organizaciones (que es una certeza absoluta dado que no será posible restringir su uso) los profesionales tenderemos a eliminar las distinciones entre el uso laboral y el uso social. Aún recuerdo hace unos cuantos años las discusiones y comentarios que se planteaban entre los profesionales y/o ejecutivos sobre el hecho de “llevarse el trabajo a casa el fin de semana”. Hoy evidentemente este tipo de comentarios han pasado a la historia. Hoy esta cuestión no se plantea. Estamos siempre conectados, estamos de forma permanente en un estado “liquido” donde las fronteras son muy permeables e inclusive indetectables.
El segundo tiene que ver con los conceptos de seguridad y reputación. Es recurrente el mensaje de que las redes sociales pueden suponer riesgos en la seguridad informática de las organizaciones. Esta claro que este riesgo es absurdo. Aunque evidentemente no se conozca el impacto que las redes sociales generarán en nuestras vidas, (por cierto un estudio de Gartner que ha llegado a mis manos esta misma semana augura que en 3 años desaparecerá el e-mail). Recordemos que sólo han trascurrido tres años del “boom” de las redes sociales y por tanto, no se tiene todavía ni experiencia suficiente ni datos concretos sobre su impacto. Ah y por cierto recordemos que si se produjesen tales incidencias éstas no estarían provocadas por las redes sino por los problemas de seguridad de las infraestructuras informáticas internas o por mal uso de tales instrumentos.
Muchos conoceréis la historia de las 13 auxiliares de vuelo de Virgen Atlantic que fueron despedidas en 2008 por haber manifestado opiniones críticas sobre la empresa en Facebook. Ese tipo de incidentes son cada vez más habituales, pero tampoco se han convertido en una moda. Recientemente tuve una conversación con uno de los abogados laboralistas más relevantes de nuestro país quién me confirmaba que el número de demandas y conflictos en esta materia habían aumentado, evidentemente, pero que sin embargo no eran nada habituales.
El mismo estudio de Manpower citado anteriormente, muestra que sólo un porcentaje mínimo de los encuestados manifiestan haberse sentido afectados en su reputación y en su imagen por las redes sociales. Lo que no impide que ante hechos relacionados con la calidad de los productos de una compañía o con actitudes fraudulentas o irregulares de sus directivos las redes sociales se hayan convertido en excelentes medios de denuncia.
La consideración de que el uso de los redes sociales es algo probablemente natural y consustancial en el mundo del trabajo del futuro no debe de ser óbice para que las organizaciones establezcan políticas formales sobre su uso.
En particular el referido a las redes sociales externas, en paralelo a la puesta en marcha de utilidades y conceptos del “networking social” en las intranets corporativas. Las normas y directrices que se establezcan deben ser, en todo caso, no un medio de control el comportamiento sino una base para canalizar su uso hacia direcciones en los que se privilegie el conocimiento, la comunicación y la creatividad.
No hay marcha atrás en lo que respecta a los “social media” en el mundo de las organizaciones (tanto en el ámbito público como en el privado). La clave está en descubrir qué valor tienen para una organización y aceptar y encauzar su uso de forma eficiente y productiva.
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